17 de enero de 2014

Cultura

Cultura. Nelson Castro: el señor jazz

“Empecé a los 14 a tocar el piano. Un tío mío había hecho un grupo, me pidió que me aprenda los ritmos de la época (jazz, melódico, baion, samba brasilera) y tuve que empezar a aprenderlos, y ahí empezó el asunto. Después se fue mejorando el piano, hasta que en el 56 empecé con el trombón”. Y así fue, eligió un instrumento muy poco común, elección que al preguntarle porque la tomó, dice que “me lo pregunto a veces. En la época que empecé a tocar con las orquestas y a entender sobre música, era la época del jazz. Me gustaba ese instrumento que no hacia el canto, pero si se floreaba atrás, cuando salía tenia un sonido bárbaro. Pero lo que me gustaba no era su sonido, sino como lo interpretaba el tipo que lo tocaba. Como mi tío compraba muchos discos de Armstrong y de Benny Goodman, el trombonista era casi siempre el mismo y me quedó marcado eso. Yo no sabía ni como funcionaba el instrumento, si el tipo se tragaba la vara o si la vara corría, nada. Me gustaba el sonido porque era un complemento, cuando la trompeta paraba de tocar iba metiendo notitas; después cuando atacaba el clarinete, paraba. Hasta que descubrí que ese instrumento se llamaba trombón”. “Pero era tremendamente difícil conseguir un trombón. Fui a casa a America a averiguar, la mejor casa de música, en Avenida del Mayo al 900. Me dijeron que tenían uno, pero valía, en plata de ahora, 12 mil dólares”, contó Castro. Y habla conseguir dinero para llegar a tener ese preciado caño, entonces recordó que “en el 56 empecé a trabajar en un bodegón con mi tío, en Dock Sud. Empecé a ganar dinero con la música, ganaba 70 pesos por noche, que era una fortuna. Ganaba en una semana lo que mi viejo ganaba por mes, 350 pesos. El lugar era un bodegón de novena, tenía las cabreadas de eucaliptos, el techo de cartón, el escenario era un desastre, había un solo micrófono, las mesas eran de Cinzano. Nadie quería ir a tocar, y yo no lo sabía”, y agregó una frase para describir perfectamente el entorno: “Si hoy decir Dock Sud es decir Harlem, imaginate en aquella época”. “Cuando pude juntar 1000 pesos, me compré un trombón de 1880, checoslovaco. Lo use muchísimo, lo gasté casi. Hice los mejores programas de vida con ese trombón, en la época maravillosa entre el 60 y el 70, en la televisión y en los teatros. Programas de televisión como Escala Musical, La Campana de Cristal, Sábados Circulares, estábamos en todos los programas”, comentó sobre esa primera pieza que lo ayudó a ser parte de muchísimas orquestas. “Después me compré uno que pensé que era una Ferrari, pero hace pocos años me vine a enterar, por un libro, que los músicos no entendían como podía tocar con eso que estaba hecho con latas de sardinas. Para mi era lo máximo. Lo compré porque era barato, yo no vivía de la música, yo era modisto y diseñador de modas, tenía mi negocio”, siguió en esta serie de recuerdos. “Había pocos trombonistas. Tocaba en cinco o seis orquestas en el mismo concierto de jazz, se bajaban todos menos yo del escenario. Me daba vergüenza, y hasta era odiado un poco, pero yo no tenia la culpa”. En esas épocas, para él “la música era un hobby. Cuando tuve que decidirme, me decidí por la moda, la música pasó a un costado. Pero tengo que agradecerle, porque donde no llegué con los trapos, llegué con las notas. Y terminé siendo el músico”. El curriculum de Nelson es envidiado por casi cualquier tipo que pretenda ser parte del ambiente del jazz: “Toqué con grandes de la historia del jazz que vinieron a Argentina. Earl Hines, pianista de Armstrong; Ellington; Teddy Wilson; pianista de Benny Goodman; Marian McPartland, Earl Larsky, pianista de Charlie Parker; Wild Bill Davison, el rey de Chicago que era músico de Al Capone”. Después se vino a nuestras sierras, donde ese tipo de música se escuchaba, pero aun no se ejecutaba: “Cuando llegué a Tandil, en el año 78, el jazz no existía en Tandil.          Pienso que al llegar y armar un grupo de jazz, se fue animando. Cuando llegué lo primero que hice fue contactarme con cultura y me encontré con un señor bárbaro que hoy somos muy amigos, Daniel Pérez, y le pregunté por gente que guste del jazz. Además de él mismo, me dio el nombre de algunos médicos, algunos arquitectos, gente que les gustaba y sabían del tema, pero no podían tocar. Insistí y se fue haciendo que me conocieran y que empezase a tener jazz propio la ciudad, además de solo tener a las orquestas que venían de afuera”. “Hoy veo que hay chicos a los que les gusta el jazz. Veo que hay chicos que tocan, que se juntan, eso es fenomenal, porque si no escuchas ni intervenís ni opinas, no podes hablar. Y ojo, porque el jazz no es difundido, las radio no las pasan, son las modas. Pero están buenas las fusiones, porque hay que difundirlo”, dijo sobre la actualidad del género en Tandil. Pero si hablamos de difusión, otra faceta en la vida de Nelson, desde hace 35 años, es la radio, donde él si se encarga de darle manija al jazz. Cerrando, se le hizo la pregunta que identifica al programa. ¿Para qué ya es tarde en tu vida y para que aun es temprano?. Reflexionando sobre la primera parte, comentó que “Tuve muchas oportunidades de viajar a Francia, Estados Unidos, Dinamarca, Alemania. Tenía la posibilidad gratuita de ir y nunca fui. Tal es así que cuando estaba en La Porteña y salió el primer viaje a Europa, les busqué otro músico y fui el tipo mas puteado del ambiente. Yo tenía mi negocio acá, Tenía novias y tenia que estar con ellas. Pero por intermedio de las grabaciones, después muchos músicos importantes me eligieron para tocar con ellos, y eso es mucho más difícil”. Sobre lo que le queda por hacer, cerró con una humorada: “Tengo tiempo para hacer el ridículo un montón todavía”. Y él, en realidad, no hace el ridículo para nada, lo siguen invitando los músicos más importantes para ser su trombonista. Y en Tandil, sin dudas, es EL trombonista. ESCUCHÁ LA NOTA COMPLETA: http://www.youtube.com/watch?v=0y5FaXl-6A4

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