30 de agosto de 2017
La comunidad Mapuche
(araucanos para los españoles) no pertenece
ni a Chile ni a la Argentina; es un pueblo originario que estuvo ubicado
de ambos lados de la cordillera cuando estos dos países no existían.
Ante tanto desconocimiento
de quienes opinan en los medios, conviene hacer algunas aclaraciones para saber
a través de las fuentes históricas algunas características de una cultura que
dejó huellas y aún está presente en la Patagonia, en la Región Pampeana y en
Tandil.
La población
Mapuche, estuvo ubicada de ambos lados de la Cordillera de los Andes. Las
distintas tribus que la componían hablaban el mismo idioma y tenía las mismas
costumbres, creencias y organización interna. En Chile, se extendían desde el
Valle de Copiapó hasta las Islas Guaitecas. En Argentina, su dispersión se estimó en 960.000 km2,
ocupando desde las estribaciones orientales cordilleranas hasta las costas del
Atlántico, abarcando parte de las actuales provincias de Mendoza, San Luis,
Córdoba, Santa Fe, Buenos Aires, Chubut y, en su totalidad, las de Neuquén, La
Pampa y Río Negro. Se estima que a mediados del siglo XIX, época de apogeo de
los Mapuches en el actual territorio argentino, el número de aborígenes
oscilaba entre 70.000 y 90.000 individuos.[i]
La expansión
Mapuche
Desde mediados del
siglo XVI los mapuches procedentes de Chile iniciaron un largo y complicado
proceso en la región pampeana. Asegura que no fue una conquista violenta ni una
tentativa de sojuzgamiento general, sino que se
trató más bien del paciente tejido de una red de relaciones, donde el
intercambio comercial y las uniones matrimoniales constituían su fibra más
resistente. Este proceso fue acompañado de la difusión de la lengua mapuche y
la incorporación de los rasgos culturales de la Araucanía chilena; parte de la
toponimia argentina está salpicada de nombres araucanos. [ii]
Sin duda, la pampa se araucanizaba cada
vez más: Los topónimos, el idioma y los sistemas de parentesco araucano
comenzaron a predominar entre otras parcialidades que se encontraban en el
territorio, (Serranos, Pampas, Ranqueles)
lo cual reflejaba su predominio en las redes comerciales.
Los Mapuches en
Tandil
Ante todo, debe señalarse que la frontera constituyó un proceso y un
espacio dinámico, un ámbito geográfico, un elemento económico, un ámbito social
y un escenario de contacto cultural. La
frontera entre la sociedad "blanca" y la aborigen no significó solamente
guerra sino también comercio e intercambio de productos que fue llevado a cabo
tanto por los propios aborígenes entre sí, como entre éstos y los españoles.
Desde los primeros contactos entre ambas sociedades, los aborígenes se
sintieron atraídos por una serie de elementos que disponían los europeos. Por
su parte estos últimos carecieron muchas veces de bienes fundamentales que,
lograron obtener a través de los aborígenes. De este modo, las necesidades de
ambas comunidades en el medio fronterizo movieron a una interacción muy útil[iii].
Uno de los documentos que
mejor describe el escenario en pleno corazón del territorio bonaerense es el
referido a la "Feria del Chapaleofú". Acerca de su existencia, el hacendado Manuel
Martín de la Calleja informaba que de una y otra margen del arroyo
Chapaleofú "desde su naciente está sumamente tachonada no solo de toldos
establecidos por familias, sino de tribus enteras, que han fijado allí su
residencia, así por la comodidad de aguadas constantes, como por ser el punto
en que de años a esta parte han fijado la gran feria, a que concurren los
Chilenos y Araucanos con sus tejidos, los Tehuelches, Patagones y Ranqueles con
sus peleterías y sal, cuyos artículos compran los Pampas, Haucaces y
Pegüenches, en posesión de ganados vacunos y caballares"[iv].
La importancia de este testimonio es que
revela valiosos pormenores acerca sobre la región, que se había convertido en
un centro dinámico de intercambio donde se desarrollaba una relación permanente
entre las parcialidades indígenas que habitaban desde las Sierras del Tandil
hasta la cordillera andina.
Los Mapuches fijaron su
hábitat en los sitios más fértiles de la región, eligiendo aquellos con aguadas
permanentes, pastos aptos para la cría de ganado y buena provisión de leña,
haciendo sentir su influencia sobre Serranos y Pampas.
Así los indios de la
región inter-serrana habían desarrollado un tipo de economía pastoril empleando
técnicas relativamente complejas en materia de concentración, custodia y
engorde del ganado utilizando potreros y construcciones de piedra (conocidas
como corrales). Allí guardaban los caballos y realizaban rodeo con el ganado
vacuno[v]
Las construcciones de
piedra se relacionan con aborígenes Serranos y Mapuches. Estos últimos
impusieron su presencia en la pampa y lentamente se fueron asentando en las
tierras bonaerenses
Así el sector serrano del sistema de Tandilla fue
escenario de importantes asentamientos aborígenes durante los siglos XVII,
XVIII y XIX. Allí, los Serranos, Pampas, Tehuelches y Mapuches otorgaron dinamismo a la región y dejaron
huellas que permitieron reconstruir parte de su modo de vida. Los vínculos
comerciales que unieron a los grupos indígenas entre sí, con la población de la
ciudad y campaña bonaerense y con otros mercados extra-regionales, tuvieron una
intensidad insoslayable. Es cierto, las alianza no fueron permanentes ni
definitivas, ya que experimentaron los vaivenes propios de los intereses de sus
respectivos protagonistas. Sin embargo, no pueden desconocerse los beneficios
que, en muchas ocasiones, atenuaron los enfrentamientos contribuyendo a una
relación de estabilidad y al tejido de redes sociales más amplias.
Tandil (topónimo Mapuche que significa "piedra que
late" "piedra al caer" entre otras acepciones), ha sido un asentamientos de
parcialidades Mapuches hasta mucho tiempo después de la fundación del Fuerte de
la Independencia.
La presencia de este pueblo originario también se
puede observar a través de la Toponimia, disciplina que consiste en el estudio
de los nombres de los lugares y proporciona valiosos datos a la hora de definir
y dar límite a un área cultural. La relevancia de este conocimiento y
conservación radica es que es un testimonio notable del pasado y un elemento
primordial de la identidad cultural de un pueblo. En este sentido se pueden
apreciar en Tandil nombres que responden a la lengua mapuche: Chapaleofú
(arroyo pantanoso); Napaleofú (arroyo del nabo, especie silvestre que abunda en
la región); Langueyú (sitio de muerte); Tandileofú (arroyo de la piedra que
late); Cura Malal (casa de piedra); Limache (lugar de gente); Milla Curá
(piedra de oro)
Entre 1780 y 1820 las relaciones hispano criolla y
aborígenes atravesaron por un momento de relativa calma en esta región, situación que facilitó el desarrollo de las
actividades productivas aborígenes que gozaron de una relativa prosperidad,
hecho que incidió en la evolución demográfica de su población y en una
paulatina integración con la sociedad hispano-criolla a través de la
profundización de los contactos comerciales y de la participación en las tareas
de algunas estancias. Este contacto logró satisfacer las necesidades de
ambas sociedades, que alcanzaron condiciones pacíficas y de convivencia en los
territorios fronterizos.[vi]
La frontera tendrá avances y retrocesos hasta la campaña de Roca cuyo
plan consistía en el
aniquilamiento de las comunidades indígenas a través de una guerra ofensiva y
sistemática. Los teóricos de la modernización del país proponían poblar el
"desierto" que se suponía deshabitado.
El saldo fue de miles de indios
muertos, catorce mil reducidos a la servidumbre, y la ocupación de quince mil
leguas cuadradas. Las enfermedades contraídas por el contacto con los blancos,
la pobreza y el hambre aceleraron la mortandad de los indígenas patagónicos
sobrevivientes.[vii]
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