6 de diciembre de 2016
Escuchar artículo
El choque que produjo el Dr. Marcelo Campos, alcoholizado
tras pasar un semáforo en rojo, parece que no quedará allí. Como se recordará,
Campos venía a bordo de un Citroen Picasso por Avenida Avellaneda a las tres de
la tarde del último viernes en que impactó en la esquina de José Martí contra
un auto Volkswagen Suran ocupado por dos mujeres: la conductora Ana María Rave,
y su acompañante: Estela Gulff, quien debió ser internada con lesiones en las costillas por el golpe. El registro de 2,96 gramos de alcohol por litro de
sangre en Campos, medida que supera por mucho el máximo permitido por la ley, detonó un
verdadero escándalo en el seno de la comunidad universitaria, que ayer reeligió
a su rector.
Fuentes cercanas a la Facultad de Ciencias Exactas filtraron
lo que podría ocurrir en las próximas horas: un escrache contra el investigador
(cuya degradación alcohólica algunos aseguran que viene de larga data) y el
pedido de que sea expulsado, en sintonía con otra versión de último momento que
deberá tener -si es así- su correlato de respuesta oficial: según el
trascendido, Campos ya tenía asentada una denuncia previa en el Conicet y hoy
debía concursar su cargo en Buenos Aires. La información es que la entidad habría
suspendido el concurso, lo que dejaría la ya delicada situación del
investigador al borde de la cornisa.
Intramuros de la Unicen, a Campos lo definen como un hombre cercano
al rector Roberto Tassara. De hecho, a partir del primer gobierno del reelecto rector, se
asegura que Campos posicionó a su esposa en la Secretaría de Ciencia y Técnica,
un lugar de poder clave en la Universidad. El accidente del viernes y la peligrosa carga
etílica que potencia el papelón, expresa una mayor visibilidad del personaje Campos,
ampliamente conocido y hecho a la medida de la portación de una pipa petulante
y el aire de reputado científico que se estrelló de frente contra la pulsión de
ciertas debilidades humanas. Y quedó expuesto al escarnio de propios y
extraños. Para colmo, un testigo directo del accidente no dejó bien parado a
Campos a la hora en que éste se bajó del auto y descalificó con un deplorable
trazo machista a la conductora del coche que acababa de llevarse puesto: "¿Y qué querés, si la que manejaba era
una mujer?", deslizó el investigador, para luego dejarse llevar hasta la
fachada de la carnicería Pirumar donde exhibió un aspecto lamentable, entre
somnoliento y ausente, característico del hombre desbordado por la profusa
infusión etílica.
Es muy probable que el ruido del tremendo golpe que produjo
el choque de los dos autos lo haya escuchado, a veinte metros de la colisión,
el transportista Hugo Amores. Preso en su vivienda de calle José Martí 29,
Amores es el hombre que al volante de la Toyota Hilux atropelló dando muerte al
mandadero Emilio Herrería, de 35 años. El miércoles de la semana pasada un
tribunal lo condenó a la pena de 8 años de prisión por el delito de homicidio
con dolo eventual. El veredicto sentó un precedente hacia el futuro en Tandil:
desde el 3 de febrero de 2015 una persona puede ir presa si mata a otra persona
en la vía pública por conducción negligente y temeraria. Veinte metros
separaron el viernes por la tarde la historia de Amores con la de Campos. El
investigador tuvo un poco más de suerte: tras el choque que produjo luego de pasar
el semáforo en rojo mientras regresaba del Campus Universitario no hubo que lamentar víctimas fatales. Salvo la suya propia
en un sentido que es alegórico pero que también excede la metáfora: en una
ciudad donde a pesar de su explosión demográfica el conocerse de todos con
todos en ciertos círculos de sociabilidad sigue siendo un patrón de conducta
habitual, Campos quedó en el centro de la reprobación pública por un hecho que
amenaza, también, con impactar negativamente en su currículum vitae. "Es como si Dios hubiera chocado en pedo",
señaló con ironía una fuente de la Unicen para explicar el alto apego que
cultiva el investigador sobre sí mismo. También habría que preguntarse, si es que Campos ya tenía antecedentes en controles de alcoholemia (como se asegura) qué pasó con los instrumentos de control que existen al respecto, interrogante que describe la grave problemática en toda su dimensión, más allá de la biografía personal del docente.
Con o sin escrache de los claustros académicos, con o sin
concurso de su cargo en el Conicet, Campos debería revisar su peor fotografía:
la que se lo ve sentado con la mirada perdida contra la fachada de la carnicería
Pirumar después de rozar la tragedia. Hay imágenes que no tienen regreso. Salvo
que se deponga la altanería frente al crudo espejo de la realidad. No es fácil
pedir perdón, pero nadie empieza a curar sus males sin intentar reparar hechos,
palabras y actitudes realizadas contra el prójimo, actos que fueron perfectamente
evitables. Con humildad, la salida del laberinto moral, como casi siempre,
sigue dependiendo de uno mismo.
COMPARTE TU OPINION | DEJANOS UN COMENTARIO
Los comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales.
Solo suscriptos
Solo suscriptos
7 de julio de 2025
Solo suscriptos
Solo suscriptos
7 de julio de 2025
Solo suscriptos
Solo suscriptos
7 de julio de 2025
Solo suscriptos
Solo suscriptos
7 de julio de 2025
Solo suscriptos
Solo suscriptos
7 de julio de 2025
Solo suscriptos
Solo suscriptos
6 de julio de 2025
Solo suscriptos
Solo suscriptos
6 de julio de 2025
Solo suscriptos
Solo suscriptos
6 de julio de 2025
Solo suscriptos
Solo suscriptos
6 de julio de 2025
Solo suscriptos
Solo suscriptos
6 de julio de 2025