5 de agosto de 2016
por
Elías El Hage
Todavía la mujer se debe estar preguntando para qué decidió
volver, qué rara intuición no la asistió al momento de pensar el regreso. No
sólo de volver a la Argentina y sus contraluces políticas y económicas
incesantes. Volver a su Tandil después de tanto.
Pero volvió. A una edad donde no se es ni viejo ni joven. En
plena segunda juventud.
En su equipaje trajo algo que había llevado consigo a la
vieja Europa: su sonambulismo irremediable. Cada cual carga con su propia cruz.
Y muchas veces algunas de estas cruces no sólo no se merecen; quizá tampoco se
expliquen. Vienen con uno. Y se van con uno.
Tal vez naturalizando esta filosofía la mujer había
aprendido a convivir con ese trauma: eso de levantarse en plena noche de la
cama para desarrollar -como dice la definición- actividades motoras automáticas
que pueden ser sencillas o complejas. Ese momento donde la consciencia no
interpela ni interviene.
Volvió a Tandil pero como momentáneamente no tenía un lugar
donde vivir, una buena amiga la sacó del paso. Y le cedió un cuarto en su casa.
Mejor dicho en su departamento. Porque la anfitriona vive en un edificio. Primera señal del destino
ineluctable. Si era una casa sin planta alta, no habría historia. Pero era el depto
de un edificio. Un cuarto con una cama en la altura.
El resto osciló la tragedia. La segunda noche de estadía en
la ciudad, la mujer sonámbula se levantó de la cama. Y enfiló hacia la ventana
que -como es normal en un edificio- no tenía rejas. Cayó al vacío. Se salvó de
milagro, aunque con escoriaciones y traumatismos varios. La tandilense también
es ciudadana francesa, razón por la cual desde su obra social -en Francia- sólo
le dijeron a los médicos que hicieran lo mínimo indispensable para que una
ambulancia la llevara sin dolores al aeropuerto de Ezeiza y de allí a París donde ahora está
completando su plena recuperación.
La historia me la refirió un amigo para ilustrarme acerca de la celeridad y el eficientismo de un prepago francés al momento de atender la urgencia de su clienta. Esto es, el profesional servicio de la empresa cuando le informaron de la trayectoria que describió la parábola de un vuelo involuntario de la mujer sonámbula desde el balcón tandilense en el que halló su destino sudamericano. A doce mil kilómetros de distancia. Lo del destino sudamericano es una figura que Borges utiliza en el Poema Conjetural. La mujer, por fortuna, no repitió el amargo final de Narciso de Laprida. Pero probablemente mientras se recupera en París una niebla de duda profunda la asalte al momento de repensar un nuevo regreso a la otrora llamada "serrana gentil".
Fotografía ilustrativa
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