19 de agosto de 2016
por
Elías El Hage
UNO. EL HOMBRE DEL POKÉMON GO. Sabido es que el famosísimo juego llegó a la ciudad y que es jugado tanto por niños, jóvenes y adultos, en medio de quienes defienden esta suerte de distracción lúdica posmoderna y sus más severos detractores. Parece que el juego consiste en ir atrapando al muñeco virtual que puede ser visto hasta en los lugares más insólitos, y al que se le da caza arrojándole una pokebola también virtual desde el teléfono celular. Así, se han visto a decenas de vecinos portando su telefonito por las calles de la ciudad en busca de los elusivos Pokémon. Uno de estos compueblanos -hombre grande ya- pasó un mal momento cuando completamente compenetrado en darle caza a un Pokémon que atisbó sobre un plasma de la vidriera de la casa de electrodomésticos Otero, cruzó la calle Sarmiento sin mirar y fue atropellado por la chata del cartonero Andújar. La víctima del Pokémon, fruto de la colisión, perdió el teléfono celular (que se rompió al golpear contra el empedrado) y la prótesis dental que voló de su boca y terminó hecha añicos bajo la herradura del caballo del cartonero.
DOS. LOCO. Y un día vas aparece el tipo al que cruzabas de vez en cuando, pero ahora lo ves hablando solo, monologando con un semáforo, los ojos como el dos de oro. Y adentro en la peluquería del barrio que el peluquero dice a sus clientes: "Pobre, se piró". Y uno no sabe en qué momento ese hombre pasó el umbral. Pero la atmósfera alcanza una densidad indescriptible cuando el fulano gira sobre sí mismo y entra a la peluquería. Abre la puerta y le impone a nuestro sorprendido peluquero: "A navaja o a tijera córteme la cabellera". Y remata: "La vida me raspa, disculpe la caspa". Y así no deja de rimar sus frases al estilo del personaje de Soriano que andaba bañando paisanos en el campo con una manguera y llevaba un cartel que decía "Barrante, la ducha al instante".
TRES. BRACCO. Vecino que le habla a otro desde el cajero automático del Provincia: "Vos que tenés memoria, ¿sabes por qué en Bracco había dos pistas de baile? ¿Era una para los chetos y otra para los pardos?". El interlocutor impone un argumento sociológico: los chetos iban a La Traba. Bracco, lingüísticamente, era un nombre mersa. Pero La Traba (y Plateado) tenía cierta impronta aristocrática de mediopelo. Bracco fue la Garilaucha de los boliches. Pero esta ciudad le debe un homenaje a la Garilaucha de Garibaldi cuyo apodo fue tan perfecto como el atmosférico La Vencedora (hay que ponerle un nombre así a un camión atmosférico). Para los llegados hace poco, la Garilaucha fue un depósito de alumnos indeseados por el establishment educativo local.
CUATRO. CALLES.
No nació aquí sino que llegó en los 90 con su familia y se quedó. Vive en Fugl
y Dinelli. El hombre no sabe que es un elegido. Vive en la calle de un loco que
en 1845 vino de Dinamarca a "fundar una civilización" y creó la industria de la
agricultura, y otro loco que era sastre y en 1904 se tiró en una bicicleta con
alas del cerro Belgrano, voló
CINCO. MOMENTO INCÓMODO. Histórica señora de la ciudad, de apellido legendario para la música local, se levantó furiosa de su banco en la misa, se acercó al púlpito y le dijo al sacerdote como réplica a su sermón: "¡Estoy harta de la política! ¡Me tienen podrida! Yo vengo acá a escuchar la palabra de Dios". El sacerdote retrocedió ante el incómodo y glacial silencio de la feligresía, mientras la mujer se retiraba del templo con la premura que su edad le permitía.
SEIS. LA MUJER SONÁMBULA. Todavía la mujer se debe estar preguntando para qué decidió volver de Francia, qué rara intuición no la asistió al momento de pensar el regreso. No sólo de volver a la Argentina y sus contraluces políticas y económicas incesantes. Volver a su Tandil después de tanto.
Pero volvió. A una edad donde no se es ni viejo ni joven. En plena segunda juventud. En su equipaje trajo algo que había llevado consigo a la vieja Europa: su sonambulismo irremediable. Cada cual carga con su propia cruz. Y muchas veces algunas de estas cruces no sólo no se merecen; quizá tampoco se expliquen. Vienen con uno. Y se van con uno. Tal vez naturalizando esta filosofía la mujer había aprendido a convivir con ese trauma: eso de levantarse en plena noche de la cama para desarrollar -como dice la definición- actividades motoras automáticas que pueden ser sencillas o complejas. Ese momento donde la consciencia no interpela ni interviene.
Volvió a Tandil pero como momentáneamente no tenía un lugar donde vivir, una buena amiga la sacó del paso. Y le cedió un cuarto en su casa. Mejor dicho en su departamento. Porque la anfitriona vive en un edificio. Primera señal del destino ineluctable. Si era una casa sin planta alta, no habría historia. Pero era el depto de un edificio. Un cuarto con una cama en la altura.
El resto osciló la tragedia. La segunda noche de estadía en la ciudad, la mujer sonámbula se levantó de la cama. Y enfiló hacia la ventana que -como es normal en un edificio- no tenía rejas. Cayó al vacío. Se salvó de milagro, aunque con escoriaciones y traumatismos varios. La tandilense también es ciudadana francesa, razón por la cual desde su obra social -en Francia- sólo le dijeron a los médicos que hicieran lo mínimo indispensable para que una ambulancia la llevara sin dolores a Ezeiza y de allí a París donde ahora está completando su plena recuperación.
La historia me fue referida por un amigo para ilustrarme acerca de la celeridad y el eficientismo de un prepago francés al momento de atender la urgencia de su clienta. Esto es, el profesional servicio de la empresa cuando le informaron de la trayectoria que describió la parábola de un vuelo involuntario de la mujer sonámbula desde el balcón tandilense en el que halló su destino sudamericano. A doce mil kilómetros de distancia. Lo del destino sudamericano es una figura que Borges utiliza en el Poema Conjetural. La mujer, por fortuna, no repitió el amargo final de Narciso de Laprida. Pero probablemente mientras se recupera en París una niebla de duda la asalte al momento de repensar un nuevo regreso a la otrora llamada "serrana gentil".
Foto ilustrativa
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