11 de diciembre de 2017
Se llama Ángel,
hoy tiene 19 años y parece un chico como cualquier otro de su edad. Terminó la
secundaria, mantiene una vida social activa y practica deportes en el Club
Independiente. Sus amigos, algunos de los cuáles declararon en el juicio, lo
califican como una buena persona. Su
padre jura que no cometió el delito por el que aguarda sentencia. Su madre dice
todo lo contrario.
La cuenta de
Facebook de Ayelén sigue activa. Su último posteo es del 15 de agosto, seis
días antes de su inopinado final. Publicó una selfie donde se la ve con su
hermano. ¿Es posible que el chico que aparece sonriente en una foto un tanto
fuera de foco y apenas pixelada haya hecho lo que dicen que hizo a la chica que
está a su izquierda? Desde Caín y Abel el fraticidio se encuentra entre los
delitos que nos dejan una carga de perplejidad a veces difícil de explicar.
Este caso parece encaminado hacia ese norte. Y las acusaciones cruzadas entre
los padres le agregan incertidumbre. La sentencia del 19 de diciembre no
llenará nada. Dejará más vacío. Si Ángel mató a su hermana, movidos
ontológicamente como estamos hacia el entendimiento de las cosas, nunca
podremos comprender por qué. Si resulta absuelto, la pena tomará otra forma, la
de un nuevo crimen impune. Pase lo que pase, la única certeza es que todos
perderán mucho y que no alcanzará el tiempo para cicatrizar las heridas.
LLAMADA FATAL
"Laura, la
llamo para avisarle que le mataron a su hija". Así le dijo por teléfono a
María Laura Balmaceda una vecina el 21 de agosto de 2014. Era de noche y las
luces de los patrulleros de la Bonaerense titilaban su azul mortecino a las
puertas de Brandsen 320. La casa con techo de tejas y ladrillo visto tenía
varios parches en revoque grueso. El pasto crecido en la vereda. Había conocido
mejores tiempos. Adentro, entre un pasillo interno y el baño, yacía muerta
Ayelén Rolando, de 14 años, con marcas evidentes de estrangulamiento. Ángel, su
hermano dos años mayor, dijo que al
momento del crimen estaba dormido en su habitación. Su versión, luego controvertida
por la justicia, fue explicada por el
padre, Walter Rolando: "Mi hija estaba haciendo la tarea de la escuela, el
hermano la estuvo ayudando porque ya había visto ese tema; después se fue a la
cama y la nena siguió con los deberes".
Los padres de
Ayelén y Ángel están separados y el crimen los puso en posiciones antagónicas;
María Laura Balmaceda acusa a su hijo de haber cometido el crimen y Walter
Rolando apunta a un entramado que incluye a su ex mujer y a un pai Umbanda.
También son
antagónicas las miradas sobre el hermano. Su círculo de amigos lo sigue
frecuentando y se resiste a creer la hipótesis del fraticidio que sostiene la
fiscal del Fuero de Responsabilidad Penal Juvenil, María de los Ángeles
Marsiglio, quien le imputó el homicidio y pidió una condena de 10 años de
prisión.
La noche del
crimen el papá tocó el timbre en esa casa que tiempo atrás compartió con sus
hijos y quien por entonces aún era su esposa. Como vivía a la vuelta, iba de
camino a su morada y quería saludarlos a la pasada y cerciorarse de que
estuvieran bien. Eran las nueve y cuarto, tocó timbre y nadie abrió la puerta.
Cuando llegó a su casa aún lo acicateaba la duda. "Es raro que no estén en
la casa a esta hora", pensó. Así que tomó el celular y llamó a su hijo.
Ángel atendió con voz soñolienta:
-Hijo, me
preocupé porque toqué timbre y no abrieron
-Hola pa, estaba
durmiendo.
-¿Y tu hermana?
-También está
durmiendo.
El trabajador
municipal prendió la televisión y se dispuso a terminar su jueves. No llegó a
prepararse la cena; a las nueve y cuarenta y cinco, diez minutos después de
hablar con su hijo, se quedó aferrado al celular sin dar crédito a lo que le
decía un vecino: "Walter, encontraron muerta a tu hija".
El padre llamó por teléfono. Ángel atendió y le
dijo que Ayelén estaba durmiendo. Pero poco después, el adolescente corrió a
casa de un vecino para pedir ayuda: Le dijo que había encontrado a su hermana
inconsciente, tendida sobre un pasillo. El vecino llamó a la policía. Al
arribar los uniformados constataron que Ayelén estaba muerta.
En su versión de
la historia, Ángel contó que tras el llamado telefónico de su papá se levantó y
fue hacia el cuarto de su hermana, pero se encontró con el cuerpo en el pasillo
de ingreso al baño. Él fue quien avisó al vecino que alertó al padre y a la
policía.
Esa medianoche el
cuerpo de Ayelén arribó a la morgue del Hospital Municipal para la intervención
del perito forense. El mismo hospital donde esa noche la madre cumplía su turno
habitual de mucama.
CRIMEN UMBANDA O FRATICIDIO
En la escena del
crimen los investigadores tomaron nota de dos cuestiones que a la postre
ocuparían la centralidad del caso. La primera, una especie de santuario con
imágenes y objetos los hicieron pensar que en aquel lugar se practicaba algún
tipo de ritual religioso. La segunda, ninguna abertura había sido forzada y la
única persona en la casa, además de la víctima, era su hermano.
De inmediato las
sospechas se dirigieron hacia el núcleo íntimo de la víctima y su entorno
familiar ante la falta de evidencias materiales que apuntaran en otra
dirección.
Entre las
hipótesis que descartaron en el primer tramo se cuenta la del juego del
ahorcado "choking game",
una práctica de estos tiempos donde adolescentes se presionan la garganta
voluntariamente y pierde quien se desmaya primero.
También indagaron
en torno a la presunta participación de un hombre mayor que frecuentaba la
casa, a quien el padre primero catalogó como parapsicólogo y luego como pai Umbanda,
amigo de su ex esposa.
Pero tuvieron
desde un primero momento en miras al hermano. "Su primer testimonio en la
Fiscalía ya mostró algunos puntos flojos", le dijo a El Diario de Tandil
una fuente del caso que no ahondó en detalles pues "el veredicto de los
jueces saldrá en estos días y ahí verán con certeza qué fue lo que pasó esa
noche".
Una de las primeras cosas que notaron los
investigadores, fue que no había señales de violencia en la casa. No había
puertas o ventanas forzadas ni ambientes desordenados. Las únicas personas que
había en la vivienda eran la víctima y su hermano de 16 años.
"Muerte por
asfixia mecánica por compresión a nivel del cuello, con paro
cardiorrespiratorio traumático". Eso dijo el informe de la autopsia que comenzó
a las 9.30 del viernes, la mañana siguiente al crimen que conmocionó a Tandil.
Ese fue el dato
científico sobre cómo murió, aunque para la investigación de este caso, el
informe pericial reveló cuestiones medulares.
Por ejemplo, la ausencia de otras lesiones permite inferir con un alto
grado de certeza que fue muerta por alguien que la conocía, o que la tomó por
sorpresa, o ambas cosas. Y esa misma ausencia de lesiones colaterales descarta
el intento de un ataque sexual, que podría explicar el móvil del ataque. Las
pericias también arrojaron que la chica fue asfixiada desde atrás con una soga
trenzada o un cinturón y no con las manos, como se pensó en un primer momento
cuando se barajó la posibilidad del juego de la asfixia. La muerte ocurrió
entre las 18.30 y las 21.30.
Mientras la
hipótesis de un intento de robo o de la participación en algún ritual Umbanda
perdía peso, los indicios se volcaban contra el hermano. Para casi cualquiera,
es más verosímil pensar en una persona adulta detrás de la muerte de una nena
de 14 años. Pero en la mente desapasionada de un investigador, generalmente la
respuesta a un enigma es la solución más evidente. Y las evidencias de este
caso indicaban que Ayelén y Ángel estaban solos en la casa, que no hubo ningún
ingreso forzado y que el chico tenía el vigor físico necesario para estrangular
a su hermana. "No es que no valoramos otras posibilidades, la del pai Umbanda
fue una pista que seguimos al inicio, pero cuando vos tenés un homicidio no es
como en una serie de ciencia ficción, le apuntás a lo más obvio y 99 veces de
100 termina siendo eso lo que pasó", explica el mismo integrante de la
investigación a este medio. Y asegura: "Vos como vecino común querés creer
que el mal viene de afuera y que un chico de 16 años no hizo lo que las pruebas
de fiscalía indican que hizo. A mí como padre tampoco me cae nada bien lo que
creo que pasó, pero nosotros buscamos los hechos aunque no nos guste lo que nos
indican, esto es así y tenemos que aceptar lo que nos marca la realidad, o sea,
lo que va surgiendo de la investigación".
Para el
Ministerio Público Fiscal el culpable sería el hermano. Así lo determinó en
primera instancia el fiscal Luis Piotti cuando se excusó para darle paso al
fuero penal juvenil, en virtud de que quien aparecía como único sospechoso era
menor de edad. La línea de interpretación fue ratificada por la fiscal de ese
ámbito, María de los Ángeles Marsiglio, quien pidió una condena a diez años de
prisión en el juicio que se llevó a cabo en la sede judicial de Azul, bajo la
órbita del Fuero de Responsabilidad Penal Juvenil. El reloj corre para conocer
la sentencia el próximo martes 19, pero hasta ahora dos interrogantes marcan el
caso. El primero es el móvil. Es decir, en el caso de que el hermano la haya
asesinado, nunca trascendió una pista de por qué lo hizo. Si en cambio es
inocente -como claman el abogado defensor Ariel Pellegrino y el asesor legal
del padre, Santiago Romay- a la duda del por qué la mataron se sumará la pregunta
principal sobre la identidad del autor del crimen.
La fiscal
Marsiglio, renuente a brindar información sobre el caso, sí reconoció que en el
caso de que el jurado no acepte los argumentos de su acusación, el caso volverá
a cero y se deberá recomenzar la investigación, otra vez en el fuero penal
ordinario.
"LO QUE HIZO MI HIJO NO TIENE PERDÓN"
María Laura
Balmaceda no se sorprendió cuando el fiscal Piotti derivó el caso al fuero de
responsabilidad penal juvenil porque ella también sospechaba de su hijo, quien
cree, heredó la conducta violenta del padre.
Asegura que los
problemas en el seno de la familia comenzaron una década antes del crimen,
cuando le pidió el divorcio a quien por entonces era su esposo. Según su
testimonio, convivían pero la relación estaba terminada. Dice que en diciembre
de 2004 formuló denuncias contra el padre de los chicos por lo que hoy se
denomina violencia de género. "Una de las denuncias es por maltrato físico
porque quiso obligarme a tener relaciones sexuales de las que me quedaron
marcas de raspones en un brazo. Otra denuncia fue porque "me había pelado
los cables de una plancha y me salvé de morir electrocutada porque la casa
tenía térmica y disyuntor, me dijo que era mi palabra contra la de él y que
nadie me iba a creer". La mujer afirma que Rolando usualmente la obligaba
a mantener relaciones sexuales. "Me dejaba marcas en los antebrazos y por
eso usaba remeras de manga larga hasta que se me iban las marcas; yo no decía
nada porque le tenía mucho miedo".
La madre reconoció practicar una rama de la
religión Umbanda y a eso atribuye el altar que había en la casa donde vivía con
sus hijos. Pero jura que no practicaba ritos y que los chicos nunca tuvieron contacto con la religión que
ella profesaba.
María Laura reveló
que unos seis meses antes de la muerte de su hija hubo un episodio violento de
características similares a lo que entiende ocurrió el trágico 21 de agosto.
"El hermano le pegó, la agarró del cuello sobre la cama y amagó pegarle
con un cinto, pero mi hija le gritó que me iba a contar todo y se detuvo",
contó la mujer, que ese día también estaba trabajando en el Hospital
Santamarina. Pero Ayelén no delató a ángel sino dos días más tarde, ante la
insistencia de su madre por la marca que le había quedado en el cuelo.
"Fuimos hasta el departamento del papá y le contó lo que había pasado,
pero mi ex marido la reprendió a ella, le dijo que ella lo provocaba y que la
reacción del hermano era lógica".
María Laura cree
que la tragedia que cruza el Ecuador de esta familia se podría haber evitado si
su marido se hubiera llevado a Ángel. "Le pedí muchas veces que se lo
llevara a vivir con él y me decía que no lo podía tener en el departamento, yo
hasta le ofrecí $700 de los $1400 que me pasaba por los chicos". La mujer
tenía miedo de que el suceso de enero de 2014 se repitiera.
Aún se culpa
porque cree que podría haber protegido a su hija, quizá llevándosela al trabajo
cuando le tocaba trabajar en el turno vespertino. Es que esta mujer está
convencida desde el primer momento de que Ayelén fue víctima de su hermano. En
este sentido, un policía de la seccional primera recuerda que la mujer le dijo
que no quería saber más nada con su hijo porque él había matado a la nena.
"No puedo
perdonarlo, que Dios me juzgue porque como madre yo tendría que hacerlo pero no
puedo, lo que hizo Ángel es imperdonable", dijo María Laura.
Yo estoy muerta en vida desde el 21 de agosto de
2014 cuando perdí a mis dos hijos, porque Ayelén no está más y el asesino que
parí no tuvo piedad y mató a su hermana peor que a un perro, es como si también
estuviera muerto para mí".
Está persuadida
de que la noche del 21 de agosto de hace tres años perdió a su dos hijos. Y
cree que la violencia en el marco de la relación con quien era su esposo pudo
haber impregnado el comportamiento de su hijo. "Cuando la fiscal Marsiglio
se enteró de las denuncias contra mi ex marido me dijo que era importante para
entender el caso, yo no lo había comentado antes porque no sabía que podía
tener que ver", relata Balmaceda, quien se casó con Rolando el 7 de enero
de 1995. "El primer cachetazo me lo pegó tres años después y yo estaba
embarazada de mi hijo mayor". Y jura que el maltrato no hizo sino aumentar
en frecuencia e intensidad. "Me pegaba y me violaba, me da mucha vergüenza
contarlo. Los chicos no vieron eso, pero ahora entiendo que el clima violento
influyó".
Dice que Ángel
intentó tomar el rol de pater familias
cuando comenzó la secundaria, porque era el único hombre en la casa, pero
explica que como madre puso las cosas en su lugar y puso límites. Enseguida
vuelve sobre la cuestión del umbandismo, que es un argumento primordial en la
defensa de su hijo, pues Walter Rolando asegura que a su hija la mataron en el
contexto de un ritual. "Yo tenía un altar en un cuarto que se llovía y que
por eso no lo usábamos para dormir; pero yo practico una rama buena, de
sanación, también tenía a Jesús, María, San Cayetano y San Jorge, y a mis hijos
no los dejaba entrar ahí porque ellos tenían que elegir su religión cuando
fueran grandes".
También desmiente
que el pai Umbanda fuera su novio. Por ese entonces ella estaba en pareja con
un hermano de Rolando. Asegura que esa relación empezó un año y medio después
de terminar su matrimonio y que hoy ya se cortó, aunque mantiene una buena
relación.
Ayelén fantaseaba con su próximo cumpleaños pero
nunca disfrutó el vestido que le regaló su mamá. La fiesta correría por cuenta
del padre. El Mismo que tuvo la dura tarea de escoger el ataúd para los restos
mortales de su hija. La madre entregó el vestido a los empleados de Alessi y
Manna. Ayelén se despidió de este mundo vestida de 15.
LA OTRA MIRADA
"A mi hija
la mataron en un rito Umbanda". Walter Rolando mantiene firme su sospecha
desde el primer momento. Apunta, convencido, a la mamá de la menor y su entorno
como los responsables de la muerte de la nena. Asegura que el pai conoció a su ex mujer en
2006 y que hasta que se produjo el homicidio,
entraba y salía sin restricciones de la casa de Brandsen 320 porque
"tenía copia de la llave". Critica la actuación judicial porque nunca
tuvo a ese hombre en la mira y se centró en su hijo como sospechoso. "Al
pai le tomaron declaración testimonial pero nunca lo indagaron ni investigaron
a fondo". Es que para el padre de
la nena muerta y del adolescente acusado por el crimen, su ex esposa cayó bajo
la influencia profunda del pai: "Está endemoniada y actúa en función de lo
que él le ordena. El día que mataron a Ayelén, mi ex mujer pidió retirarse dos
horas antes del Hospital y eso coincide con la hora de la muerte de mi
hija". También cuestiona Rolando que Balmaceda tuviera el celular apagado.
Pero también cree
que la acusación contra Ángel es parte de un armado macabro. "Ella contuvo
a nuestro hijo ni bien ocurrió lo de Ayelén, pero después de hablar con el pai fue
a la comisaría y acusó a su hijo de haber matado a la hermana".
Rolando dice que sabía
que practicaban el rito Umbanda pero no podía hacer mucho por proteger a sus
hijos al estar afuera de la casa. Su versión sobre los argumentos de su ex
esposa es distinta en casi todo. Por ejemplo, reconoce que ella le pidió que se
llevara a Ángel a vivir con él, pero su razonamiento es diametralmente opuesto
al de María Laura. "No era lógico que viviera conmigo. Yo estaba encantado
de tenerlo, pero me negué para que Ayelén no quedara solita con la madre y esa
gente que la frecuentaba, de esa forma pensé que el nene podía protegerla en
cierta manera".
Según el padre
los chicos tenían miedo y se lo decían con frecuencia. "Me decían que
tenían miedo del Pai, además la nena estaba cambiada pero yo me daba cuenta de
que ella no se animaba a contarme lo que le pasaba. Yo creo que la estaban involucrando
en los ritos, pero nunca se animó a contarme porque tanto ella como su hermano estaban
amenazados por la mamá".
Pero Rolando
nunca logró que su punto de vista fuera tenido en cuenta en el marco de la
instrucción penal preparatoria (IPP), que culminó en mayo del año pasado luego
de una investigación que sus agentes definieron como "muy compleja".
El padre de Ayelén aún reniega de ese desenlace. Es que, finalizada la IPP, no
queda margen para la incorporación de nuevas pruebas que pudieran agregarse en
vistas del juicio y su hizo quedó entonces como único imputado.
Para la fiscal Marsiglio
el resultado de toda la investigación se encaminó hacia la responsabilidad
penal de la única persona que estaba en la casa junto a la víctima en las horas
previas al ahorcamiento. Su hermano mayor.
Ángel fue citado
a prestar declaración bajo la imputación del delito de homicidio. El
adolescente se negó, amparado por la ley y asesorado por el abogado Pellegrino.
En ese encuentro
la fiscal le endosó la siguiente acusación: "El 21 de agosto de 2014,
aproximadamente entre las 20.22 y las 21.15, el menor señalado con la unívoca
intención de matar a su hermana irrumpió en el interior del único baño del
domicilio de calle Brandsen 320, donde se encontraba Ayelén, que fue
sorprendida desde atrás por el menor quien, utilizando un elemento
estrangulante con ambas manos de manera intempestiva, lo colocó sobre el cuello
de la niña e inmediatamente ejerció presión constrictora del elemento con fuerza
hacia el cuerpo, generando de esta forma una maniobra de estrangulación
homicida que produjo la asfixia mecánica, causándole la muerte a la víctima por
paro cardiorrespiratorio traumático".
Y aunque horas
más tarde pidió la detención del acusado, se topó con la negativa de la jueza
de Garantías Mabel Berkunsky, quien si bien no objetó la imputación consideró
que en esa etapa del proceso no era necesario privar de la libertad al imputado.
Antes, Berkunsky había indicado que no existían pruebas suficientes para
imputar al menor del delito. Así, el joven llegó al juicio en libertad, la
misma que mantiene en una tensa expectativa que culminará el martes 19 cuando
el tribunal encabezado por el juez Luis Surget dictamine si se trata de un
Ángel o un Demonio.
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