19 de marzo de 2018
ELLOS Y LOS OTROS
Las profesiones evolucionan al ritmo similar de las nuevas
necesidades organizativas y sociales. A menudo esta evolución se produce de una
manera progresiva, por lo que hay etapas de transición en las que los profesionales
se deben acomodar a los cambios producidos en la profesión que durante algunas
décadas, había resultado estable, ocurriendo esto sin mayores traumas ni
rechazos. Pero otras veces el futuro llega sin avisar.
La arquitectura es considerada una de las artes casi desde
que el hombre se puso de pie y desarrolló su instinto de tribu. A lo largo de
los siglos, comenzando por los ignotos constructores megalíticos de Stonehenge, pasando por los piramidales
egipcios, o los estéticos de babilonia... atravesando la piedra en Petra para
llegar a nuestros tiempos con Frank
Gehry, Santiago Calatrava o Norman Foster, todos han dejado su
impronta en la historia a través de sus edificios.
Pero la firma no es la realización.
A finales del Siglo XIX Gustave
Eiffel se desprendió de los materiales comunes para aferrarse al hierro.
Esa misma escuela del "nuevo arte industrial" parió -además de la Tour Eiffel y
los puentes más famosos- algunas maravillas como el Petit Palais y el Grand Palais en París para la feria de 1900, y lo
pudieron hacer rodeados de herreros, artesanos, carpinteros, escultores,
fundidores, peones calificados, artistas en su potencia infinita... tan soñadores
como los grandes nombres que referimos.
Al inicio del Siglo XX, el increíble catalán modernista Antonio Gaudí desafío la línea recta y
el criterio del color, pero fueron sus artesanos quienes lograron realizar las
ventanas de LA PEDRERA o la Casa Güell en Barcelona. Fueron sus vidrieros los
que biselaron esos cristales cuyas formas eran curvas y contra curvas
irresistibles anidando en sus deformadas ventanas, esto también ocurría con los
mosaiquistas: de una caladura artística infinita. Pero nadie imagina a Gaudí
colocando millones de trocitos de mosaicos para un mundo irreal.
Eso mismo había ocurrido a mediados de 1800, cuando Gustave Eiffel soñó, pensó y diseñó desde iglesias y terminales en américa latina,
hasta infinidad de edificios en Europa, pero eran sus "expertos" -cuyas firmas
jamás aparecen en la historia- los autores de los detalle artísticos únicos.
Geniales. Visitar el Grand Palais en Paris, con esculturas a más de 60 metros
de altura, vidrios curvos en todo el techo con cúpulas ensambladas, un interior
plagado de artesonados en argamasa y mármol pulido en rincones inhóspitos... nos
llevan a pensar que ALGUIEN, interpretando los sueños y atendiendo a las
necesidades técnicas de cada época, bajo las órdenes de arquitectos o
ingenieros, pudieron ejecutar obras de arte.
Ellos fueron los verdaderos ARTISTAS DE OFICIO.
Hablar de la construcción de un edificio es hacerlo de la
participación de un compendio ordenado de oficios que de forma independiente
aportan su conocimiento y experiencia para formar un todo general, coordinado y
único. El arquitecto es el director de la orquesta, el encargado de que todos
los músicos hagan sonar sus instrumentos al unísono de forma que se oiga la
partitura que previamente ha compuesto. Pero la gloria y el recuerdo, siempre
son para el que lleva la batuta, obviando que la armonía de la pieza musical (o
arquitectónica) es resultado de un engranaje bien lubricado en el que cada
participante entona su instrumento en el momento adecuado, de la forma idónea.
Irreemplazable. Insustituible.
La verdadera transición entre ese arte monumental y
detallado, la disrupción de la nueva arquitectura llegó de la mano del inmenso Frank Lloyd Wright, quien al inicio del
siglo XX, cambió los conceptos de una vivienda. Pero hasta allí, lo ecléctico,
barroco, renacentista, art nouveau o
modernista requería de meticulosos orfebres.
Grandiosos canteristas de piedra y mármol, carpinteros de
obra, herreros, maestros ebanistas y demás oficios, han quedado en el anonimato
a lo largo de la historia obviados para mayor gloria del arquitecto, cometiendo
la injusticia de condenarlos al peor de los infiernos: el olvido.
Oficios que durante muchos años han sido inagotable fuente
de artistas, transformadores de madera, hierro, cemento o mármol han pasado a
un segundo plano y nunca aparecen en la historia de la arquitectura. Parece que
no fueron ni parte de ella ni protagonistas principales.
Por azares del destino, salvo que deba restaurarse algo
VALIOSO, estos "artesanos" se reducen a ser obsoletos si no aceptan la
RECONVERSIÓN.
Desde aquí, un pequeño y merecido homenaje a los herreros
que forjaban, a los yeseros de frisos y flores, a los plomeros que soldaban y
tribulaban con hierro, cobre y estaño, a los carpinteros de obra, a los
colocadores de parquets.
Lo nuevo se construye distinto. Y lo viejo, esos edificios
que nos siguen sorprendiendo y no queremos se destruyan porque con su
desaparición perderíamos una parte nuestra, requieren conservación. Una tarea
fundamental para rescatar un trozo de la belleza del pasado -porque lograron
superar la amenaza de la demolición- es rescatarlos, restaurarlos, mantenerlos
y para eso necesitamos de esos orfebres. Hay que buscarlos con una lupa.
La arquitectura y el
urbanismo clásicos y tradicionales representan las máximas aspiraciones de una
cultura. La protección y promoción de los ideales atemporales que han
sobrevivido por siglos se está convirtiendo en algo cada vez más esencial para
la conservación de nuestro Patrimonio Cultural y de nuestros recursos
económicos y medioambientales, mientras define nuestra identidad local, nuestra
historia y respeta los iconos de nuestra cultura. Sea cual fuera, y esté donde
esté. La arquitectura y el urbanismo tradicionales son sostenibles por
definición pero no por acción de los humanos. Por tanto requieren conservación,
intervenciones en su mantenimiento. No pueden desaparecer porque favorecen la
creación de entornos apropiados donde la gente pueda reunirse para desarrollar
su vida, su trabajo o sus ritos diarios. No es necesario intervenir en exceso:
BASTA CON RESPETAR Y CONSERVAR.
Todos los humanos somos parte de la especie. Y a nuestro
modo y necesidad acomodamos los cambios para seguir funcionando.
Hasta no hace tantos años, los arquitectos tenían un enorme
tablero con una luz extensible, una banqueta alta y una serie de reglas
articuladas. La profesión se regía por el dibujo a mano y por saber manejar
hábilmente herramientas de escritorio como un compás, tiralíneas, portaminas,
regla T y escalímetro. La producción de planos para un proyecto podía tardar al
menos cuatro meses. Ahora, gracias a la tecnología, el tiempo se redujo a 15
días. Programas como Autocad y ArcGIS
permiten evaluar y corregir el proyecto con facilidad. Y las orto-fotografías
tomadas por satélites, sirven para evaluar un terreno sobre el que se intenta
diseñar una construcción, sin moverse de una oficina en cualquier lugar que
sea. Así de sencillo. Los "renders" nos muestran en 3D lo que ni siquiera se
dibujó y parece tan real como una foto. Esto es una pequeña muestra de la gran
cantidad de instrumentos que la arquitectura tiene, del enorme cambio
tecnológico. Y esto también se percibe en el cambio de los oficios y
profesionales que se necesitan.
A ver, haga el ejercicio de recordar algún oficio perdido, el que sea, no
necesariamente vinculado a la construcción. Juguemos un poco.
OFICIOS PERDIDOS
Como nos llegamos todavía a los 200 mil habitantes, algunas
cosas "vamos salvando".
Aún queda algún herrero
artístico, aunque en su mayoría han debido reconvertirse tratando de
otorgar ARTE a una malla de hierro desplegable, o crear barandas con hierros estructurales
puros, rígidos, modernos, indiferentes.
Pero subsisten casi escondidos quienes hacen encajes a mano,
sombreros, afinan pianos y órganos de iglesia o restauran mosaicos venecianos.
También quedan 2 o 3 pacientes "levantadoras
de puntos" arreglando medias o alguna prenda de punto corrido. También
sobreviven algunas bordadoras - hoy las máquinas eléctricas con un patrón y
tres hilos resuelven en 2 horas con perfección cualquier esquema- lo que no
saben hacer es el "zurcido invisible",
yo conozco dos que arreglan desgarros, desaparecen agujeritos o marcas de
polillas. Porque antes de esta furia de
comprar y comprar para desechar luego casi sin usar... las prendas duraban
años y años, los paños eran buenos, un tapado se diseñaba y ejecutaba para 10
temporadas, hoy no duran siquiera una. Entonces, ¿no sería natural que
desaparecieran estos oficios?
Por ahí anda algún "afilador"
que en su bici y al son de una armónica particular se anuncia, y aún veo gente
que sale a la puerta con tijeras y cuchillos, como yo, que sigo usando unas
barrocas tijeras de mi madre y hace un mes las afilé. Cosas que uno mantiene
¿Vio?
Ahora todos compramos colchones de diversa densidad, tri
capas, con resortes independientes, más varios tipos de coberturas, pues no
siempre fue así.
Es difícil recordar el
oficio del colchonero, que se dedicaba a dejar nuevos los usados y viejos
colchones de lana. Para este proceso, la lana -que se apelmazaba con el uso por
años de dormir sobre ese colchón- pasaba por las manos del colchonero que la
"cardaba" es decir separaba de nuevo cada vellón para que quedara soft, suave,
esponjosa. Y así era usada nuevamente. Lo más común era que el colchonero se
instalara en la casa del cliente -para asegurar que no robase lana- y trabajara
días y días rehaciendo varios colchones. Él mismo proveía el "cotín" ...esa tela
típica de los colchones y a veces de tres colchones enflaquecidos salían dos nuevecitos bien rellenos. Esto ya
no existe, hoy -tarjeta mediante con Ahora
12 o 18 - cambiamos nuestros colchones por maravillas de poliéster con
mágicos sistemas escondidos que nos prometen el sueño del paraíso.
Los relojeros,
por estos tiempos, se remiten al cambio de pilas o a una limpieza. Ya ni
siquiera sobreviven -no hay espacio- los antiguos relojes de pared, o de pie,
con péndulo, "sonnerie", o pesas para dar cuerda.
Seguramente la lista es larga, y a medida que Ud. lee... se le
ocurren un montón de oficios y saberes desaparecidos.
Algunos siguieron una tradición familiar, otros se acercaron
al oficio desde una profesión afín -la construcción, la música, la
arquitectura, las artes plásticas- pero todos amaron y aman lo que hacen.
La noción de patrimonio
cultural, en su versión más actual, incluye a los oficios tradicionales.
No sólo son un recurso histórico y social de la ciudad,
también influyen en su economía.
Por eso, nuestra recorrida hoy se dedica a la CONSTRUCCIÓN.
Tantas cosas han cambiado, que pocos elementos quedan
inmunes o indiferentes.
MANIFIESTO
Frank Lloyd Wright, nació en 1869 en una familia de pastores
en Wisconsin. Con una tormentosa infancia estudió ingeniería mientras trabajaba
en un estudio de arquitectos. Cambió varios equipos hasta que se instaló en
Chicago para inaugurar el Siglo XX con un estudio propio.
Wright innova pensando que cualquier casa en la pradera
podía aspirar idéntico confort de un edificio en la ciudad y viceversa, un
departamento en una avenida debía gozar la misma luz que la casa en la pradera.
Rechaza el criterio imperante de los espacios interiores como estancias
cerradas y aisladas de las demás. Organiza el concepto total abierto, donde
cada habitación o sala se abre a las demás; logra una gran transparencia
visual, profusión de luz y sensación de amplitud. Señala las zonas con diversas
alturas de los techos o divisiones de material ligero o simplemente muebles.
Establece por primera vez la diferencia entre "espacios
definidos" y "espacios cerrados".
Libera los materiales, la madera pura sin ornamentos, los
cementos tal como son, la piedra apenas tallada y escapa de las molduras y
artesonados. Sin artilugios barrocos que "en este siglo ya no somos capaces de lograr
con excelencia, por tanto, no perdamos a un artista haciéndolo hacer una falsa
y mala copia".
Wright advirtió los avances en los métodos de construcción a partir de publicaciones como "Drawings and Plans" (Dibujos y Planes) y en 1903, elaboró su famoso MANIFIESTO. Para Wright, las invenciones arrasarían a los artesanos y los oficios. Las máquinas aniquilarían los sistemas tradicionales. El talento del hombre estaría en equilibrar el daño de la máquina usándola para diseños más puros, más simples, eficientes y sencillos. Olvidar las pretensiones del barroco y las recargas del romanticismo. Preparar una nueva era para el desafío de diseñar para vivir.
Aquí va su MANIFIESTO:
"Nuevos materiales empleados en estas máquinas son los que
han hecho el cuerpo físico de esta época, distinguiéndola de las anteriores.
Han hecho de la nuestra, la era de las máquinas, sean estas para el transporte,
para la industria, para la luz o para la guerra o barcos de vapor, todos los
cuales reemplazan a las obras de arte de los períodos anteriores de la
historia. Hoy tenemos a un hombre de ciencia o a un inventor en el lugar de
Shakespeare o Dante. Los capitanes de industria son los modernos sustitutos, no
solo de los reyes y los potentados, sino también, según me temo, de los grandes
artistas. Y sin embargo, el medio ambiente hecho por el hombre, es el más
auténtico y característico de los documentos humanos. Dejen que un hombre
construya, y lo tendrán a él. Quizás no tengan todo lo que él es, pero
indiscutiblemente el será todo lo que ustedes tengan...
¡Tal como digo, la máquina, usurpada por la codicia, y
abandonada por su intérprete natural, el artista, no es más que la criatura, y
no la creadora de esta iniquidad! Afirmó que la máquina tiene nobles
posibilidades, involuntariamente forzadas a esta degradación, degradada por las
artes mismas. Hasta ahora, en lo que se refiere a la verdadera capacidad de la
máquina, ella misma es la víctima enloquecida de la impotencia artística. ¿Por
qué el artista no comprende que en nuestro siglo el pensamiento humano se está
despojando de sus viejas formas, y adquiere otras nuevas? ¿Por qué el artista
no puede ver que esta es una magnífica oportunidad para crear y cultivar lo
nuevo?
Pero seamos prácticos, y entremos en materia para buscar
pruebas evidentes de la corrupción de la máquina o la corrupción por la
máquina. Les mostrare profanaciones que servirán para demostrarle a toda mente
pensante que la máquina es, en primer lugar, una simplificadora maravillosa, y
no solo en un sentido negativo. Vean conmigo algunos ejemplos de que estos
instrumentos pueden ser el moderno emancipador de la mente creadora. Veremos
que serán los regeneradores de la conciencia creadora de nuestra América, tan
pronto como una "cultura" embrutecida permita que se los use en ese sentido.
En primer lugar, y teniendo en cuenta que la madera es el
material más fácil de obtener para la construcción, y por lo tanto el más
envilecido, veamos lo que ocurre con ella. Han sido inventadas máquinas
complicadas con el único objeto de imitar la talla de los primeros modelos de
la artesanía. ¿Con qué resultado? Mala ebanistería. Nada es vendible si no tiene aplicado con cola un horrible adefesio
carente de significación, a menos que quiera decir que el "arte y oficio" (por
medio de la propaganda) haya convencido a las masas de que la complicada silla
antigua tallada a mano es lo mejor que se puede ofrecer al buen gusto. El
miserable tributo rendido a esta perversión arruinará para siempre la presencia
del arte, eso, sin mencionar las horripilantes y remilgadas mezclas de
tapizados y maderas, reforzadas y trabajadas para vencer al sentimiento mismo
de alguna "antigüedad" recargada de adornos. Aunque parezca extraño, la belleza
de la madera reside en sus cualidades como tal. ¿Por qué se necesita tanta
imaginación para comprender algo tan sencillo? Los métodos que no logran hacer
resaltar esas cualidades, además, no son plásticos, y por lo tanto va no
resultan apropiados. Lo inapropiado no puede ser hermoso.
La máquina que trabaja la madera nos enseñará -y parece que
necesitamos que sea ella quien lo haga- que ciertas formas y operaciones
sencillas logran destacar la hermosura de la madera, en tanto que otras formas
y manejos no solo no la destacan, sino que la estropean. Toda talla de la
madera puede forzar a ese material, despojándolo de las mejores posibilidades
que le conocemos. La madera misma tiene una disposición exquisita de sus fibras
y delicados tonos de color, que la talla puede destruir. Las máquinas empleadas
en el trabajo de la madera nos muestran que, con un poder ilimitado de corte,
delineamiento, pulido, y por una incansable repetición de los procesos, han
emancipado bellezas de la madera, haciendo posibles, sin gasto, hermosos
procesos de superficie y formas de limpia resistencia, que las chapas de
Sheraton y Chippendale apenas presagiaban con lamentable extravagancia. Una
belleza desconocida aún para la Edad Media. Indudablemente estas máquinas han
puesto al alcance del diseñador una plaga de asesinatos estéticos y de trabajos
de inferior calidad.
Tomemos ahora al azar a los que trabajan el mármol. Sus
sierras múltiples, cepillos mecánicos, taladros neumáticos y bancos de fricción
han hecho posible reducir, en pocas horas bloques de diez pies de largo, seis
pies de alto y dos pies de ancho, a losas o láminas de una pulgada de ancho, lo
que hace posible el uso de este precioso material para el revestimiento de
paredes. La losa puede ser pulida y unida en los bordes para obtener exquisitos
diseños, haciendo surgir cientos de pies cuadrados de dibujo característico,
gracias a los puros colores del mármol, que antes se perdían en el centro de un
gran bloque costoso, en medio de la pared. Nuevamente encontramos un uso arquitectónico
que puede aprovechar la belleza natural del mármol, imposible de obtener con
los métodos de artesanía. ¿Pero qué ocurre? El "artista" sigue haciendo un uso
deshonesto de los adelantos, y levanta imitaciones de sólidos pilares mediante
capiteles y bases molduradas, uniendo hábilmente las losas por los bordes,
hasta que resulta imposible descubrirlos, excepto para el ojo experimentado. Su
método no se propone desarrollar la belleza de una nueva posibilidad técnica;
no, el "artista" puede ahora "falsificar" más arquitectura, levantar más
pilares y columnas... ¡porque ahora puede hacerlos huecos! Su arquitectura no
tiene más valor del que él posee como falsificador barato, pues sus formas
clásicas no solo deforman el método anterior y disfrazan el método nuevo, sino
que desvían al progreso de su camino. Basta observar la Biblioteca del Congreso
de Washington, o la Biblioteca de Boston. En el labrado de la piedra, la
cepilladora mecánica ha permitido tallar en la piedra cualquier moldura, o
fijar en esa superficie cualquier hermoso diseño tal como nunca podría haberlo
hecho la mano del hombre. ¿Y qué se hace con él? Se trata de imitar lo mejor
posible el labrado a mano, copiando molduras especialmente adaptadas para la
madera, haciendo posible el uso profuso de millas de molduras sin
significación, cornisas y zócalos, en tanto que el "artista" se burla del
inmenso poder de la máquina, porque no
puede dar el delicado "toque" que resulta de la imperfección del trabajo a
mano.
¡Este hombre no es un
arquitecto! No lo es, porque si lo fuese, aventajaría esa "anticuada"
cualidad con el diseño del contorno de sus secciones, convirtiendo en detalle
notable esa imperfección que teme. Y
diseñaría inteligentemente, para la prolífica destreza de la máquina, trabajos
que esta puede hacer tan bien que resultarían rudos si salieran de la mano del
hombre..."
LA CONSTRUCCIÓN: EL
CAMBIO VIOLENTO
Tal vez, allá por 1903, (115 años atrás) Frank Lloyd Wright
acertara con el futuro rol de la tecnología.
Su sabiduría en relación a la evolución de las viviendas, el
concepto urbano y el avance tecnológico, auspiciaba la decadencia de los artistas en el devenir de la
arquitectura y los hábitats para el hombre moderno.
De eso se trata. La construcción muestra un enorme "golpe" a
los artesanos capaces de resolver con sus manos y pocos elementos sencillos,
los desafíos de los sitios para vivir.
Pero las cosas han cambiado.
Emanuel Rodríguez
(34) es el dueño y fundador de ARIPUKA
Constructora, con varios condominios y grupos de departamentos en su haber,
tras 18 años de actividad, sabe de chico lo que significa ser albañil: "Hoy
ya no quedan, ni siquiera las herramientas de antes y te digo hace 20 años
nomás... la mezcla a mano en el piso es un recuerdo y el cortafierro y la maceta
son historia. Hoy se corta con un taladro a percusión, el revoque se marca con
un indeleble y allí se alojan las mangueras para la luz. No hay metal por
ningún lado."
Repasamos juntos los oficios que han desaparecido y cómo la
tecnología -que también incluye materiales- capacita a los obreros y nace una
nueva manera de construir. Ya no hay yeseros, porque todo es durlock y las
molduras son de telgopor (poliuretano expandido) que se pintan y quedan "incluidas"
en el techo. No hay más colocadores de parquet -desplazados por los pisos
flotantes- y han desaparecido los pulidores: "...Si querés resucitar un parquet
bueno en alguna reforma, no tenés a quien recurrir, lo mismo con un granítico.
Antes venían con una máquina grande que trabajaba con agua y te dejaba un
espejo aquellos pisos graníticos maravillosos. Eso ya fue, no hay más"
Otra llamativa actividad casi desaparecida -salvo para
recuperar alguna antigüedad en una casa valiosa y con revestimientos o
carpintería de lujo- es el "carpintero de obra". La onda hoy pasa por el PVC o
el aluminio anodizado, ya vienen con los vidrios incluidos, con cámara de aire
y listo para colocar "solo hacemos los nichos correctos y
nivelados para no perder tiempo en la colocación, en un día te colocan 15 o 20
aberturas. Yo me acuerdo que antes si no se compraban las aberturas (todas de
madera) uno no empezaba su casa... y se las guardaba en algún galpón o
habitación como un tesoro. Tener las aberturas era la mitad del esfuerzo. Hoy
todo es al revés, incluso hay PVC que parece madera, pero de madera ya no se
hace nada. Ni siquiera hay persianas de enrollar, porque los vidrios son
laminados y por más que los rompan quedan "armados", son inviolables. Las
cortinas roller con black out te dan la oscuridad o la intimidad según sea
necesario"
El PVC (Policloruro de vinilo) es un plástico con polímeros
de alta densidad, un derivado del petróleo con variadas presentaciones, es
menos inflamable que la madera y admite recubrimientos durables contra uso y
desgaste.
Por eso vemos enormes ventanales sin cerramientos externos,
partes fijas y partes móviles y térmicos por el tipo de vidrios que poseen.
Seguimos caminando en medio de los bloques de departamentos,
los ladrillos huecos para paredes y los techos ya preparados con aluminio para
el durlok. Mucho cemento, todo cemento. "...el cemento es el cambio más fuerte.
Con las empresas de HORMIGON ELABORADO y los camiones mixer más las bombas
impulsoras con las plumas de descarga, se construye con seguridad y velocidad.
Y eso reduce costos. La mezcla es constante según se elija. Hace años que
trabaja con José Luis Newing (dueño de GAUCHOMIX), diseñamos con el ingeniero
como hacer los anclajes, y que fierros meter. Ya vienen las mallas listas, solo
hay que cortar. Preparamos la "caja" con fenólico o con unos rackets de
plástico nuevos, que se usan infinitas veces y se aseguran con grampas. Tienen
agujeros y fraguan más rápido"
Las fotos sorprenden, los camiones y las bombas impulsoras
se anclan en la calle y llegan hasta 36 metros adentro de la obra o en altura.
Un piso de 130 m2 se llena de hormigón en 2 horas, eso representa la superficie
de dos departamentos de 2 ambientes
cada uno.
El sol de marzo aún pega fuerte, el plomero está colocando
desagües, todo PVC y unen con O'ring (junta tórica, que también se usa en
hidráulica) para evitar una mínima gota de pérdida. Otro equipo está terminando
la conexión de un baño: también termofusión para agua caliente y fría,
diferentes texturas y colores. Codos, T, reductores, niples y uniones, llenan
cajas de conectores que se respetan antes de probar, para luego revocar esas
canaletas prolijas cortadas a taladro percutor.
Pregunto por los techos: "hoy nadie te pone una teja ni
francesa ni colonial, a lo sumo chapas galvanizadas tratadas y de color, nadie
quiere lidiar con las tejas, es un gasto que no compensa, prefieren una casa
racional en volúmenes y un techo de chapa común que al final se esconde tras
las cargas"
Veo un joven colocando cañerías para gas: THERMOFUSION, nada
de soldar ni doblar, ahora el sistema completo es de polietileno-acero, con uniones del mismo material y se usa para la
conducción de gas en las instalaciones internas. Provee llaves de paso, cuplas
eléctricas, herramental y protecciones. Nada de soldaduras, ni caños de cobre
como antes, ni extraños injertos. Camuzzi es sumamente exigente y si retiran un
medidor en una casa antigua, jamás lo repondrán si no se realiza toda la red
interna nueva. No es poco. Hoy es obligatoria la intervención de un gasista
matriculado. Los caños no pueden atravesar losas ni estar alojados en ellas,
las cuplas y soldaduras artesanales... no están aprobadas. Quejas y lamentos al
margen, no deja de ser importante el control de este asesino silencioso que nos
convive.
Allí también la tecnología cambió las cosas.
Camino por lo que imagino será la entrada para cocheras. Cae
el sol y finaliza la actividad, todos se preparan para marcharse.
Suspiro
pensando que hay máquinas automáticas "clavadoras" de clavos y "colocadoras de
tornillos". Basta cambiar la selección del tamaño y el depósito interno cambia
las medidas.
Hay cantidad de herramientas de todo tipo para cortar,
doblar, enganchar, pegar, y todo se hace con guantes. Algunas tareas con
anteojos protectores, barbijos y faja para lumbares.
Hay decenas de productos para rellenar, pegar, despegar,
unir, aflojar, imitar piedra o estuco, simular capas de arena o de polvo de
piedra.
Hay tantas cosas para todo, que extraña mucho, aún no haya
en el mercado una máquina para resolver el dolor, la soledad o la angustia, o
un pegamento para corazones rotos. Tal vez una silicona expandible que sirva
para rellenar las almas rajadas por ilusiones vanas.
Nunca se sabe.
LA CASA DE MUÑECAS
Katherine Mansfield
nació en N. Zelanda en 1888, pero vivió en Inglaterra. La misma talla como
escritora de Emily Brontë y Virginia Woolf. La misma relación con
el paisaje, la luz, los colores.
Para Katherine - cuyo verdadero apellido era Beauchamp- la vida siempre le trajo nostalgias de su
Australia natal.
Su extensa obra compuesta por cuentos cortos o narrativas
breves, transcurre entre casas de estilo desgastadas, casas enormes y
majestuosas, casas humildes estilo granero. Sus tramas suceden entre jardines
floridos o abandonados, bosques, colinas y senderos. Entre muebles y lámparas
detalladamente particulares, alfombras, sillones y ventanas auspiciantes de
vistas bucólicas.
Las descripciones de Mansfield exceden los personajes, se
extienden a las paredes, los empapelados, las escaleras y las buhardillas.
No hay drama -triste o feliz- ni sentimiento que no pinte un
detalle del entorno.
Esta novelista poseía una lúcida claridad para entender lo
que significa una casa, un jardín, un hogar para los humanos y como anclan en ellos
nuestros sentimientos más profundos.
Uno de sus cuentos más bellos relata la llegada -como
regalo- de una casa de muñecas al hogar de las pequeñas Burnell y lo que este
artefacto de juego desencadena me resulta oportuno para este final.
"Y... uno podía ver al mismo tiempo la sala de estar y el comedor, la
cocina y los dos dormitorios. ¡Esa sí que era una forma de abrirse una casa!
¿Por qué no se abrirían todas las casas así? ¡Cuánto más emocionante que espiar
a través de la hendija de una puerta la mezquina salita con su perchero y sus
dos paraguas! Es eso... ¿no es cierto?... lo que uno desea conocer de una casa en cuanto
pone las manos sobre el llamador. Quizás ésa es la forma en que Dios abre las
casas en lo profundo de la noche cuando hace su ronda silenciosa con un ángel..."
La Casa de Muñecas -Katherine Mansfield (1922)
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