15 de mayo de 2018
por
Mauro Carlucho
Ser un
músico popular no es vender miles de discos o cantar ante públicos
multitudinarios. Esto es otra cosa. Se trata de conectar con el pueblo. De
generar instancias de participación con eje en lo cultural. Es mantener la
llama encendida de nuestras raíces. Nito cumple todos estos requisitos. Pero no
desde un pedestal o desde la fama. Sino de a pie. Reunido con los locos de
siempre en el club Paso del Portillo. Cantando un tango en un bar venido a
menos. Esa es su historia.
Pero,
mejor, empecemos por el principio. Desde esta columna buscamos conocer el
recorrido y los sentimientos de estos héroes anonimos que nos cruzamos a diario
por el empedrado serrano.
"Nací en
Mar del Plata, en el crudo invierno del 43. Para ser exacto: el 7 de junio. El
mismo día que Ramirez lo echa a Rawson, quien tuvo el récord de "poca
permanencia" en el cargo de Presidente Argentino con tres meses. Ví la luz en
una casa de Av. Jara entre Moreno y Belrano, pero al poco tiempo nos mudamos a
la esquina de Tres de febrero y Francia, pleno Barrio de la Estación Norte.
Tenía casi todos mis parientes de vecinos.
En esos años las mujeres alumbraban en sus casas, atendidas por una partera. Vengo de familia bien proletaria. Mi
viejo plomero de día y "tachero" de noche, mi madre ama de casa criando cuatro
hijos de los cuales yo soy el tercero. Tenía dos hermanas mayores, Élida y Kuki
y una que nació cinco años mas tarde que yo, María Rosa", le contó a ElDiarioDeTandil.
Desde
aquellos primeros días marplatenses, el tango está presente: "Mis primeros
recuerdos de chico son jugando en el
patio de la casa de Tres de febrero y escuchando por el ventiluz abierto de la
cocina a mi vieja lavando los platos y sintonizando el programa "El bolero y el
amor". Las voces de Eduardo Farrel, Gregorio Barrios o Leo Marini se me pegaron
en la piel. Me gusta el bolero desde esa época. Y la parte tanguera la adquirí
escuchando durante años el "Glostora Tango Club" ¡la cita de la juventud
triunfadora! con Alfredo De Angelis y sus cantores Carlos Dante y Julio Martel.
Aprendí de memoria muchos tangos de su repertorio solo de escucharlos entonces
en la radio. El programa venía entre "¡Que pareja!" con Blanquita Santos
y Hector Masselli y el éxitoso"Los Perez García". Muchos otros tangos "raros"
los aprendí escuchando a mi viejo que se sentaba a los pies de mi cama antes de
dormirme con su vieja viola y me entonaba temas hoy perdidos de don Agustín
Magaldi", recordó emotivamente. La musica es parte de nuestra vida. En
primer plano o simplemente de fondo y a lo lejos. Pero siempre estuvo. Mas,
incluso, en el pasado. Cuando no había tantos aparatos que capten nuestra atención.
La infancia fue igual a la de cualquier pibe. Fútbol, amigos y
el barrio. ¡¿Que más?!. "Frente a nuestra casa, la calle era de tierra.
Armábamos furiosos picados con pelotas de trapo que solo interrumpíamos cuando
pasaban los carros tirados por caballos. Eran los del panadero, el hielero o el
lechero con su dueño voceando en plena siesta veraniega: Hielerooooo. El
lechero esperaba que saliera mi vieja con un jarro o una olla y tenía los
tarros con la tapa que era la medida del medio litro o el litro. "Deme un
litro" pedía mi vieja y el tipo inclinaba el tarro llenando el tarro hasta la
medida correspondiente y volcándolo en la olla. El hielero y el panadero
pisaban en un estribo en el medio de la altura del carro y de allí saltaban,
entrando corriendo en casa. Al vendedor de hielo lo recuerdo siempre de
camiseta con una bolsa de arpillera sobre
el hombro sobre la que llevaba la barra o la media barra que se compraba. Yo
alucinaba viendo al panadero que iba hacia al carro frenado a la puerta de mi
casa, sacaba el pan de la puerta trasera y entraba corriendo a entregar en
casa, después salía siempre corriendo, cruzaba la calle a lo de la vecina de
enfrente sin subir al carro ¡y el caballo lo seguía como un perro, frenando
donde él entraba!. Así hacía la cuadra entera sin subirse al carro. Y el
caballo, al que el llamaba al pasar al lado con un chic-chic de sus labios, lo
seguía toda la cuadra. En esa vida de purrete de barrio un suceso me alteraba
la rutina: cuando mi viejo tenía algún viaje contratado a Buenos Aires con el
taxi , un Chevrolet 38 joya color negro, lustroso, y me llevaba de acompañante.
Salíamos de noche y él me iba nombrando las localidades que pasábamos en la
vieja ruta 2 , Camet, Viboratá, Vidal?, mientras los pasajeros dormían en el asiento
trasero. Ibamos hasta la Capital y volvíamos en el dia", agregó.
"Entré a
primer grado inferior de la Escuela Nº 165 en el 50. No había jardín de
infantes en esos años. Estaba ubicada a una cuadra y media de mi casa, sobre 9
de julio casi Av.Jara. Era una casa vieja, de novela de García Márquez, con un
patio central cuadrado y todas las aulas dando a una galería con columnas de
caños de hierro y piso tipo damero en blanco y negro que circundaba tres caras
del patio. Recuerdo muy poco de esa época y de mis compañeros. Fui hasta cuarto
grado, cuando nos mudamos a Tandil. Solo me queda la memoria del enorme frío
que chupábamos y las manos y orejas con sabañones pues no existía calefacción
de ningún tipo. También me acuerdo que formábamos en el patio en fila doble un
poco separadas y después de izarse la
bandera la maestra nos ordenaba ¡Revisión de higiene, uno! y nosotros girábamos
poniéndonos de frente a la otra fila mostrando la palma de las manos. Ella
pasaba por el medio y al llegar al final daba la vuelta y nos ordenaba
¡Revisión de higiene 2!, dábamos vueltas las manos mostrando las uñas y de paso
nos revisaba las cabezas por si teníamos piojos. Frente a la escuela vivía el
Escribano Vallarino que también se mudó a Tandil con su familia. Tuve trato profesional
con él años mas tarde y con su hijo Roberto fui amigo. Se me cruza en la
memoria aquella mañana en que Pascualito Pérez ganó el Titulo Mundial de peso
mosca contra Yoshio Shirai. Yo me escapé de la escuela para averiguar como
había salido la pelea pues todo el mundo la estaba escuchando por radio", indicó.
Las idas
y vueltas de la economía, siempre estuvieron presentes. Una de esas crisis lo
trajo a Tandil: "Aunque en el año 1955 era chico, me daba cuenta que las
cosas no venían bien en casa. De un Cadillac 42 que teníamos de taxi, pasamos a
un Rastrojerito. Y un dia mi viejo decidió el gran cambio de rumbo. Don José
Vilanova le ofreció hacer todas las instalaciones sanitarias de unas 70 casas
económicas que tenía en construcción en esta ciudad. Así que no hubo retorno:
¡a Tandil! Y partimos un 16 de junio de 1955. Y no es que tenga una memoria
fotográfica, todo lo contrario, pero recuerdo la fecha porque en la radio del
Rastrojero veníamos escuchando noticias sobre el bombardeo y la masacre de la
Marina contra Perón en Bs. As. El cambio de ciudad fue doloroso para mí, pero
mas para mis hermanas que eran mas grandes. En la parte de mi instrucción me
pasaron al 4º grado de la Escuela Nº 2, que hacía muy poco que estaba
construida. Era flamante ¡y tenía calefacción central por radiadores! No lo
podía creer. Allí hice 4º y 5º grado. El 6º lo hice en la Escuela Nº 1. Y
comenzó un tiempo de peregrinar por casas alquiladas. Que yo recuerde vivimos
unos días en Villa Italia, supongo que era en la bajada frente al ex
Policlínico pues se veía la ciudad con la Estación en primer plano. Después
pasamos un corto tiempo en Paz entre Garibaldi y Las Heras frente a la palmera
que ya, hace mas de sesenta años, me parecía altísima. De allí pasamos a San
Martin y Paz y posteriormente a Alsina casi Las Heras donde, creo que ya mas
adaptado a Tandil, hice amigos. Entre ellos recuerdo a Daniel Pérez y su
hermano, Cacho Erezuma, "Camichito" Suarez, Rosetto, el "Cucuso" Manera y
otros. Allí los picados ya eran en el patio del Club Excursionistas con pelota
de goma y con los arquitos chicos de hockey. El Bocha, un muchacho enano que
vivía enfrente del club, iba siempre de arquero. Un dia el Cacho, que pateaba
como una mula, le metió un pelotazo con la Pulpo en la frente y lo levantó en
el aire. Cayó sentado ¡se levantó y lo corrió hasta la noche! Y nosotros detrás
tratando de calmarlo al Bocha porque tenía una fuerza que impresionaba. Si lo
agarraba al "Colo" lo mataba".
Nito es de esos tipos que emociona escuchar hablar de su infancia,
de sus padres, de sus amigos, de la pelota de trapo. El tipo se detiene en esas
cosas que pocos ven. Las importantes. Es un tipo que siente. Que se emociona. Y
así canta, como desde las entrañas, sacando el corazón afuera. Pero sigamos con
su historia.
"Y así,
con esas mudanzas por fin llegamos al barrio que aún hoy sigue siendo MI
BARRIO. El de Rodriguez y 25 de Mayo. Mirá que vivo hace mas de cincuenta años
en el Barrio de las Ranas, al cual adoro, pero aquel es el de mi adolescencia.
Allí fue donde terminé la primaria en la Escuela 1 y entré a la vieja y amada
Escuela Industrial de la Nación de Tandil (EINT) de 9 de julio y Las Heras.
Ahí, en el barrio y en la secundaria, hice los amigos que me han durado toda mi
vida: Jorge "Negro" Gener, José Luis "El loco" Lanza, Alberto Palazzo y
Oscarcito Ferrari. Amo entrañablemente esa época de mi vida y al barrio. De tal
manera que le compuse un tango, la letra y la música, que algún día cantaré en
público. Es la geografía que me vió nacer al amor, a la música y a todas las
reglas y principios que han regido mi vida.
De la Industrial tengo mil anécdotas. Por poner solo una: teníamos un
profesor de Hidráulica y termodinámica que era muy exigente, sobrador y poco
querido. Pero tenía la virtud de ser muy culto. Entonces cuando venía con pocas
ganas de "pelear" contra nuestra ignorancia se tomaba un tiempito de descanso
en la clase y le decía a Víctor, que era el "mono" de la clase: che Laplace, pasá y hacé algo de
poesía. El loco pasaba al frente y nos deleitaba con cosas de García Lorca que
a mí me encantaban". Nito era un artista nato.
Nos
recibimos en el 63 de Técnico Mecánico Nacional. Justo ese año se fusionaron
las escuelas Fábricas y las Industriales pasando a llamarse Técnicas como se
las denomina hoy. Y por esa fusión a mediados de año nos pasaron de 9 de Julio
y Las Heras al viejo edificio de Alem y Maipú, demolido años después para hacer
la construcción actual.
Allí, a los 15 o 16 años empezaba a incursionar de lleno en
el arte. "Hice algo con Luis Cicopiedi, teatro
leído, alguna obrita dirigida por don Enrique Ferrarese y formé parte de la
primera, o una de las primeras, Estampas de Semana Santa. Se hacía en el playón
del frente de la Municipalidad y nosotros con el Loco y el Negro hacíamos de
soldados. También comencé a ir a la vieja Peña El Cielito a bailar folklore.
Funcionaba en la planta alta del Club Boca y ahí conocí chicas amigas de toda
la vida. Fuí durante años. Nos hicieron un homenaje hace unos años como los
primeros bailarines de la Peña", dijo emocionado.
Luego
vino el tiempo del laburo y el amor. "Al terminar el secundario entre a
trabajar a Gas del estado que funcionaba en 25 de Mayo al 300. La Sucursal
tenía el TE 332 (así, de tres números) y llamábamos por medio de operadoras. Te
ponías el tubo en la oreja y las chicas te preguntaban ¿Numero? Fui Técnico de
la Sucursal y delegado sindical del 63 al 73, cuando renuncié. Fuimos unos de
los primeros clientes de Basso Café-Café, me lo dijo él mismo, pues la empresa
nos proveía un refrigerio a media mañana que él traía en bicicleta y con un
chaleco lleno de termos y vasos. Al poco tiempo de entrar a Gas, en medio de un
trámite que estaba haciendo en los bancos, en la esquina del Comercial encontré
el amor. Dobló la esquina ella, la ví y me enamoré para toda la vida. Ella es María del Carmen Echarri Sesma. "Para mí la
'Gaita', dado su origen en Navarra" nos dice Nito con la cara de enamorado
que seguramente la mira desde el primer día. Ella lo acompaña a todos lados. Es
hermoso verla sonreír cuando él canta, o posiblemente retarlo cuando en El Paso
del Portillo se come una porción más de carne. "Nos casamos en el 69
y todavía la remamos juntos. En el 73, cuando renuncié a Gas, comencé con mi
oficio de proyectista y dibujante de construcciones. Trabajé un tiempo
haciéndole los proyectos y planos a don Ignacio Diez, inolvidable amigo, hijo
del hombre que subió el monumento de Martín Rodríguez al Parque en su carro tirado por caballos,
según me narraba. Y allí se vinieron los años a borbotones, como quien se
desangra diría Don Güiraldes. Nacieron mis dos hijas en plena dictadura,
trabajé mucho, menos en el período menemista, jugué a la pelota en el viejo
Pasatiempo de Rodríguez al 900, en el Ferro y en el Hípico y durante treinta y
pico años jugué al golf. Y así llegué hasta hoy que estoy esperando cumplir
dentro de un mes pasadito los tres cuartos de siglo", resumió su vida.
Hablando
de música, fue justamente en los años
del secundario que formó su primer grupo. Junto a dos amigos le dieron vida a
"Los Cimarrones" con los que recorrieron muchos escenarios haciendo de
teloneros de próceres de la música. Por nombrar algunos, estuvieron con don
Eduardo Falú en el Parroquial, con Los Olimareños en la peña El Cielito (Club
Boca), con Los Chalchaleros en el Excursionistas y tantos más. "Cantamos
juntos por cinco años con Tite y Gastón Sicilia. Los tres rascábamos la
guitarra por lo que siempre teníamos un buen guitarrista que nos hiciera los
punteos. Recuerdo a un hombre de apellido Córdoba al que remplazamos por
Carlitos Polpadre y por último teníamos a Néstor Ausqui, un capo total hoy
concertista internacional. Cuando dejé de cantar folklore, todo nuestro
repertorio era el de Los Quilla Huasi, ¡no canté nunca más por cuarenta años!
Ni en los asados. Pero cuando me llegó la época de la jubilación, evalué
alternativas: escribir, pintar, pero me decidí por retomar el canto. Solo que
ahora con el tango como género. Recuerdo que en el 2006 en un Canta
A.Zitarrosa, homenaje al gran cantautor Uruguayo del que soy organizador junto
a otros amigos, me presenté a cantar Milonga del Alma III con una pista del
gran guitarrista y amigo Osvaldo Lagos. Al terminar se acercó debajo del
escenario un hombre que yo veía por la calle y saludaba pero no sabía quien
era. Se trata de don Omar Subelza, uno de los mejores bandoneonistas locales.
Me dijo que le había gustado mi "voz microfónica" y si no quería cantar tangos.
Me volví loco! Esa misma semana ensayamos una o dos veces y debuté en una
confitería y restaurant que tenía la hija del Turco Pedro en Alem al 800,
frente a donde estaba el cine Super. Junto con el Piojito Hernandez y creo que
Guito Zampatti, nada menos. Y ya no paré mas. Estuvimos con el trio de Omar
(bandoneón, guitarra y voz) actuando durante siete u ocho años y después canté
solo. En un intermedio hicimos un dúo con Carlos Mansilla y hacíamos folklore.
Un cantor bárbaro Carlos. Tuve el honor de que me acompañaran siempre lo mejor
de lo mejor en músicos pues jamas canté con pistas grabadas y no creo que lo haga
nunca. Le tengo enorme respeto a los músicos y siempre he pagado lo que me
pedían o se podía".
Es una
voz infaltable en nuestro tango contemporáneo, se dió el gusto y el honor de
poder cantar en el Café Tortoni, en la Academia Nacional del Tango, doce ediciones
de Tango por los Bares y en tantos escenarios locales como diversos. Gustitos
que se dio de grande y atesora con mucha emoción.
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