12 de octubre de 2017
por
Roberto Edelmiro Porcel
Estamos
sufriendo en nuestro sur usurpaciones y ocupaciones de tierras públicas y
privadas, originadas a partir de la última década del siglo pasado, por los que
se llaman actualmente mapuches (se trata de pueblos trasandinos), que pretenden
ser reconocidos como parte de los pueblos originales de la Argentina.
Los
mapuches combatieron y masacraron a nuestros pueblos originarios. Hoy pretenden
hacernos creer que son una "nación independiente" de la nuestra, con territorio
propio dentro de nuestras fronteras, y aspiran a su autogobierno (sedición).
Han resultado afectadas por esta absurda pretensión mapuche principalmente las
provincias de Neuquén, Río Negro y Chubut.
Estos
hechos han producido el ingreso de miles de indígenas y/o mestizos trasandinos,
que vienen entrando a nuestro país procedentes de Chile, por segunda vez en
nuestra historia, con el apoyo de anarquistas o terroristas locales que ellos
reciben y de capitales extranjeros (acaso también locales), desde mediados del
siglo XX, migración que continúa hasta la fecha. Esta acción ha sido facilitada
por la inactividad de nuestras autoridades.
¿Quiénes
son los mapuches, que no tienen más derechos -tampoco menos- que cualquier otro
habitante de esas regiones? Originalmente, se los denominó reches. Finalmente,
los españoles, los llamaron araucanos. Son de etnia ándido peruano.
El
Arauco es una región de Chile, entre el río Bio-Bio al Norte, el Tolten al Sur,
el Pacífico al Oeste y las estribaciones andinas al Este. Los pueblos araucanos
estaban integrados por los costinos, los abajinos, los arribanos o moluches y
los vorogas. Por consiguiente, ellos no integran el grupo de los "pueblos
originarios" de nuestro país, que ampara el artículo 75 inciso 17 de nuestra
Constitución.
Pueblos
originarios, conforme las convenciones de la OIT N° 107, de 1957 (ley 14.932);
169, del 1989 (ley 24.071), y nuestra ley nacional 23.302, de 1985, son los
formados por aquellos conjuntos de familias que se reconozcan como tales por el
hecho de descender de poblaciones que habitaban el "territorio nacional en la
época de la conquista y colonización española", e indígenas o indios son los
miembros de esas comunidades. Es decir, la legislación nos remite al siglo XVI,
cuando los mapuches aún no habían atravesado los Andes.
Las
tres corrientes colonizadoras de España en nuestra tierra -la del Río de la
Plata, la del Alto Perú y la de la Capitanía de Chile- entraron en el siglo
XVI. Por consiguiente, para conocer a los pueblos originarios de nuestro sur, o
sea, los pobladores de esas provincias en esa época, debemos recurrir a las
entradas de reconocimiento y evangelización efectuadas desde el sur del río
Maule en Chile, a partir de la conquista y colonización de España de esa
capitanía. Aquéllas comenzaron recién a partir del siglo XVII.
La
primera fue la del capitán Juan Fernández, en 1620. Fernández tenía orden de
constatar qué pueblos poblaban al este de la cordillera de los Andes. Encontró
sólo puelches y poyas (tehuelches gennaken, o sea, aborígenes de etnia
pampida), totalmente distintos físicamente y en sus costumbres de los indígenas
de Chile.
Posteriormente
entró el padre Nicolás Mascardi S.J., que llegó al lago Nahuel Huapi, donde
fundó su primera misión, que llamó Nuestra Señora de los Poyas del Nahuel
Huapi. Convivió con poyas y puelches (aborígenes tehuelches, o sea, de etnia
pampida) durante cuatro años (1670/1674). De allí partió tres veces para
recorrer la Patagonia y murió asesinado al realizar su cuarta expedición por
los mismos aborígenes que pretendió evangelizar.
Le
siguieron las entradas de los padres Felipe Van der Meeren, más conocido como
padre Laguna S.J. (1703), y Guillelmo S.J. (1704), amy bos jesuitas, que
reconstruyeron la vieja misión del padre Mascardi del Nahuel Huapi, de puelches
y poyas. Laguna fue envenenado por los indios en 1707 y Guillelmo también fue
muerto, en 1716. Como el padre Francisco Elguea, que continuó la obra, también
añadió su nombre a la lista de mártires misioneros, los jesuitas desistieron de
cruzar la cordillera de los Andes a Neuquén.
Pero
quedó acreditado que los únicos pobladores originarios al sur de los ríos Agrio
y Neuquén en esa provincia, o sea, los ocupantes del este andino, de la región
de los lagos Huechulafquen y Lacar, de Caleufú y del lago Nahuel Huapi
(actuales parques nacionales Lanín y Nahuel Huapi), fueron los tehuelches
gennaken, de etnia pampidos, denominados puelches o pampas serranos y poyas o
teuesh.
En
Neuquén, encaramados en la Cordillera, en la región de Varvarco, el río Agrio y
Covunco, poblaban nuestros pehuenches boreales, de origen huarpidos. Éstos
fueron nuestros únicos "pueblos originarios" de la actual provincia de Neuquén.
A su
vez, en Mendoza, desde el río Diamantes al Sur hasta el Campanario, estaban los
pehuenches del Malal Hué (Malargüe). Estos pehuenches, a mediados del siglo
XVIII, se enfrentaron con los boreales y los huilliches chilenos,
protagonizando la guerra pehuenche, que permitió el ingreso de los después
denominados ranqueles (1750).
Los
pehuenches de Malargüe atacaron la ciudad de Mendoza y sus estancias hasta
1777, en que los venció el maestro de armas Francisco de Amigorena. Desde
entonces fueron indios amigos hasta que los exterminaron, en 1825, los indios
huilliches (pehuenches chilenos del sur del río Tolten), que los atacaron
sorpresivamente y los masacraron.
Los
tehuelches habitaron además en toda nuestra Patagonia desde el siglo VI. Eran de
etnia pampidos.
Los
aborígenes trasandinos invasores de nuestro territorio, a partir de mediados
del siglo XVIII y principalmente durante el siglo XIX, fueron los huilliches
(pehuenches del sur del río Tolten); los araucanos, pobladores del Arauco reconocidos
por España por el convenio de Quillin de 1641, y los picunches (araucas del
norte del río Bio-Bio).
Estos
pueblos trasandinos recién entraron no para malonear, sino para poblar nuestras
tierras, en las últimas décadas del siglo XVIII, aprovechando la guerra
pehuenche, pero lo hicieron mayoritariamente en el XIX, siglo en el que también
fueron expulsados nuevamente a sus tierras tras la Cordillera por las campañas
militares de los generales Roca, al río Negro; Napoleón Uriburu, al río
Neuquén, y Villegas, en el cuadrilátero (1879 a 1884).
Este
proceso de araucanización de nuestro territorio fue posible gracias al caballo
que trajeron los españoles, que permitió a los indígenas cruzar la Cordillera,
formar los malones que venían de Chile a robar y regresaban a sus tierras
nativas arreando millares de cabezas de vacunos de nuestras pampas, tras matar
a nuestros pobladores raptar sus mujeres y niños (esto ocurrió desde el siglo
XVIII y durante el siglo XIX). Algunos confunden la fecha de la entrada de estas
malocas con la del posterior asentamiento de estos aborígenes invasores en
nuestro país.
Mejores
guerreros y mucho más numerosos que nuestros aborígenes, araucanizaron nuestro
mal llamado desierto, las tierras que corren al sur de los ríos Diamante, Quinto
y Salado, del Oeste al Este, e impusieron su lengua mapu-dungu a nuestros
tehuelches, que fueron vencidos y que ya la hablaban por la necesidad de
sostener sus relaciones comerciales.
Expulsados
por las campañas al desierto del general Julio Argentino Roca, en 1879, y del
cuadrilátero del Gral. Villegas, en 1882/1883, son muchos los indígenas
procedentes de Chile que en las últimas décadas han ingresado nuevamente a esta
tierra a partir de mediados del siglo XX invocando derechos que no tienen y no
les corresponden.
A
principios del siglo XX, no pasaban en nuestras provincias sureñas de algunos
pocos centenares. Pero Horacio Zapater explica en sus Notas del viaje por el
País Araucano que empezaron a cruzar nuestra frontera por el problema de falta
de tierras en Chile, ya que su cantidad había aumentado considerablemente en el
país vecino a más de un millón de aborígenes y/o mestizos.
En un
principio, aquí no hubo objeción en acogerlos, pero hoy son un problema. Sus
improcedentes reclamos territoriales abundan en las áreas donde se producen
explotaciones o exploraciones de hidrocarburos. Vaca Muerta, Añelo, el
yacimiento de Loma Campana, Loma de La Lata, la zona de Catriel (Yacimiento
Puesto Morales) son ejemplo vivo de ello.
Pasa lo
mismo en importantes centros veraniegos, como el cerro Belvedere (faldeo y
barrio Epuflauquen), el camping del balneario Correntoso, comanejo con el
parque Nahuel Huapi, Villa Pehuenia, etc.
No sólo
pretenden el reconocimiento de un Estado, que en nuestro país no les
corresponde, sino que mientras tanto hacen con sus presiones y ocupaciones de
tierras ajenas excelentes negocios inmobiliarios y turísticos, y acaparan
prestaciones de servicios. Además, cobran peaje para entrar o pasar a lugares
públicos. Han llegado a inventar una bandera que absurdamente se les ha
permitido enarbolar en lugares públicos, como en la plaza de San Martín de los
Andes, al lado de la de la patria, con la presencia de autoridades nacionales.
El
absurdo mayor es que le cobran canon al Estado por el uso de tierras fiscales,
como si fueran de ellos y no del Estado argentino.
Los
argentinos en su inmensa mayoría desconocen el problema. Muchos erróneamente
los creen "pueblo originario". Es necesario aclarar el tema para no consentir
derechos ni actos de fuerza a quienes no tienen los primeros y recurren para
suplirlos al ejercicio de la violencia con grupos de choque como Resistencia
Ancestral Mapuche (RAM), cuestionando nuestra soberanía, violando nuestra
Constitución y nuestra organización política y social.
LA NACION
Roberto Edelmiro
Porcel, Académico honorario de la Academia Argentina de la Historia
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