6 de julio de 2018
Con la llegada del invierno aumenta la incidencia de
infecciones respiratorias. Esto obedece a que en los ambientes fríos los
gérmenes pueden sobrevivir y multiplicarse con mayor facilidad y a que las
llamadas cilias, unas "escobillas" que se encuentran a lo largo del
aparato respiratorio que se encargan de "barrer" los virus o
bacterias con los que podemos entrar en contacto, funcionan menos con la
exposición a las bajas temperaturas. Calefaccionar los ambientes es una medida
que nos permite hacer frente a estas condiciones climáticas, además de
brindarnos confort, pero también puede resultar perjudicial para la salud
dependiendo del sistema de calefacción usado y de la temperatura a la que se lo
utiliza.
En principio debemos mencionar que lo ideal es que la
temperatura no suba de 21°-23° y que la humedad ambiente se sitúe entre el 50 y
el 70%. La calefacción excesiva aumenta el contraste de temperatura entre
interior y exterior, lo que puede disminuir la capacidad de respuesta defensiva
del organismo.
Por otra parte, cuanto mayor sea la temperatura, más se
resecará el ambiente. La sequedad del ambiente provoca sequedad de las mucosas,
que son el revestimiento interno que tienen las vías aéreas en el que se
encuentran las cilias, disminuyendo su actividad y la producción del moco
necesario para eliminar los gérmenes que intentan colonizarlas, generándose así
condiciones ideales que predisponen a infecciones respiratorias.
Los peligros de una
calefacción inadecuada
La combustión inadecuada del material empleado para la
producción de calor, o un sistema de ventilación insuficiente puede provocar la
acumulación de gases nocivos en cantidades peligrosas. El monóxido de carbono,
por ejemplo, se produce por una combustión incompleta del material utilizado
como combustible. Es un gas imperceptible, por ser incoloro, inodoro y que no
irrita las mucosas, y ocupa el lugar del oxígeno en la sangre por lo que impide
su llegada a los diferentes órganos y tejidos. La intoxicación por este gas
puede culminar en un paro cardiorrespiratorio y muerte. En intoxicaciones de
menor grado puede haber dolor de cabeza, náuseas, debilidad, mareos, etc.
El dióxido de nitrógeno se libera cuando las cocinas, hornos
de gas y estufas de parafina no funcionan correctamente. No se huele ni se ve,
pero es irritante para las mucosas y puede causar dificultad respiratoria,
sobre todo en pacientes asmáticos, con EPOC o con otras patologías
respiratorias crónicas.
Existen otros productos derivados de una mala combustión,
sobre todo de estufas o chimeneas de carbón y leña, que son las partículas de
tamaño tan diminuto que pueden depositarse en lugares profundos del árbol
bronquial, pudiendo favorecer la aparición enfermedades respiratorias crónicas
o tumores.
Algunos consejos para
tener en cuenta
Verificar que todas las fuentes de calor funcionen
correctamente: siguiendo escrupulosamente las instrucciones de los fabricantes
para la puesta en marcha y en el manejo de los dispositivos.
Salida de gases al exterior: Cuando se usan determinadas
fuentes de calor hay que tener en cuenta que tengan una adecuada salida al
exterior, y de no ser así, tener la precaución de abrir una ventana cada cierto
tiempo, para ventilar el habitáculo donde se encuentra.
Apagar la calefacción por la noche: también se recomienda
ventilar la casa antes de encenderla por la mañana.
Limpiar regularmente los filtros del aire acondicionado:
este dispositivo es uno de los que más reseca el ambiente y las mucosas, además
de reunir distintos agentes en los filtros que es importante limpiar con
regularidad.
Evitar fuentes de combustión que generan residuos: como el
humo del cigarrillo, sahumerios, inciensos, etc.
Asesoró: Dr. Gustavo Douglas Nazareno (MP 1317), Coordinador
de la Sección Neumonología Clínica y Medicina Crítica de la Asociación
Argentina de Medicina Respiratoria (AAMR) y Jefe de la Sección Neumonología del
Hospital E. V. Barros (La Rioja)
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