11 de agosto de 2021
Con una importante deuda que se sigue
acumulando, retraso en el pago de los salarios al personal, locales cerrados o
sin mercadería y falta de fondos para evitar el default, la situacion para
Garbarino se complica a diario.
Ante este complejo escenario, Carlos Rosales,
actual dueño de la mayor cadena de electrodomésticos de la Argentina, decidió
jugarse una nueva carta recurriendo a las autoridades nacionales para intentar
obtener fondos del Estado que le permitan encarar un proceso de normalización
de sus cuentas.
El también pro tesorero del club San Lorenzo
de Almagro y propietario del grupo asegurador Prof, habría mantenido un
encuentro con el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, en busca de
esos fondos frescos.
Voceros cercanos al empresario no pudieron
confirmar la versión aunque admitieron que hubo una reunión entre ejecutivos de
Garbarino y el funcionario con el objetivo de solicitar auxilio financiero en
el marco de las diferentes gestiones que la compañía viene llevando a cabo para
sortear el ahogo financiero que atraviesa, producto de las deudas millonarias
que acarrea desde hace varios años, agravadas por las restricciones a la
circulación de abril y mayo pasados.
Según las fuentes, en el encuentro se le
actualizó al Ministro el estado de situación de la compañía y los planes a
futuro para mantener las operaciones y retomar las ventas.
También se le solicitó acompañamiento y apoyo
financiero para sortear la compleja situación a partir de una propuesta que
ahora está en manos de Kulfas, quien la deberá evaluar y dar una respuesta definitiva
en las próximas semanas.
No se trataría del mismo esquema a través del
cual el gobierno nacional salió en apoyo de IMPSA, con aporte de fondos a
cambio del desembarco del Estado nacional en el capital accionario de la empresa
mendocina fundada por la familia Pescarmona.
En el caso de Garbarino, la iniciativa se basa
en un pedido de fondos para constituir el fideicomiso en el que ya viene
trabajándola compañía como formato que le permita recuperar el volumen de
mercadería necesario para satisfacer las demandas de sus clientes; incrementar
el flujo de caja disponible y regularizar las moras en los pagos de sueldo,
tanto como con proveedores y otros actores acreedores involucrados en la
operatoria.
Negociaciones
paralelas
De acuerdo a los voceros de Rosales, las
gestiones con Kulfas son paralelas a las negociaciones que se vienen
manteniendo con supuestos inversores interesados en sumarse como accionistas a
la cadena y que, de prosperar el pedido al Gobierno, tributarían al fideicomiso
para la compra de mercadería, entre otras cuestiones.
Del mismo modo, en la empresa esperan que la
devolución de las retenciones en exceso que realizó la AGIP se concrete en
breve ya que, está en marcha. La última novedad que tuvimos sobre el cierre de
la semana pasada se habría anunciado que el dinero, son $438 millones, se
debería liquidar esta semana en parte o el total.
Con este marco, la situación de los 4.000
empleados de Garbarino sigue siendo crítica, ya que siguen sin percibir sus
haberes de manera normal, mientras que desde la empresa sostienen que los
salarios de julio se podrían comenzar a liquidar durante esta semana, luego de
haberse llevado a cabo procesos internos de validación que ya se cumplieron.
Estos incumplimientos con sus trabajadores
derivaron en situaciones de conflictos en la mayoría de las localidades donde
Garbarino posee alguno de sus 200 locales, muchos de los cuales fueron tomados
por sus empleados o permanecen cerrados.
De hecho, los voceros de la compañía tampoco
pudieron precisar la cantidad de establecimientos que a esta hora se encuentran
operativos por entender que el status de funcionamiento y apertura es cambiante
debido a la situación hasta tanto se pueda reencauzar la operación. De todos
modos, estimaron que el 60% de los locales de Garbarino y Compumundo están
abiertos y operativos, a nivel país.
La apuesta al auxilio financiero del Gobierno
podría ser la última jugada que Rosales tenga para evitar replicar el esquema
adoptado la semana pasada por otra cadena de electrodomésticos también en
crisis.
Es decir, por Ribeiro, que optó por solicitar
a la justicia la apertura del concurso preventivo de acreedores como mecanismo
bajo el cual iniciar la reestructuración de su deuda.
En el caso de Garbarino, hasta ahora se ha
preferido evitar ese camino, aunque no se descarta si la situación no deja
otras opciones.
Actualmente, la compañía acumula un pasivo
cercano a los $15.000 millones, con proveedores, bancos y compañías financieras
que Rosales intenta normalizar a partir de varias alternativas que, sin
embargo, hasta el momento no logró concretar.
Por lo menos desde que rechazó la oferta de
compra de la cadena que había presentado Facundo Prado, dueño de Supercanal,
hace unos meses.
Antes de esta situación, Rosales había llegado
a un acuerdo con los bancos para reestructurar una deuda de $5.000 millones, y
con los acreedores para pagar otros $7.000 millones. De todos modos, continuó
pidiendo dinero a financieras y mutuales por un monto global de más de $3.500
millones.
En el mercado entienden que la quiebra de
Garbarino no sería conveniente para ninguno de los involucrados, en especial
para sus propios acreedores en su mayoría empresas proveedoras de los artículos
que la cadena ofrece y que cada día que pasa son menos por el rechazo de las
empresas a seguir abasteciendo a la cadena mercadería, ni siquiera en
consignación.
Tal como ya anticipó iProfesional, se asegura
que el giro de fondos necesario para poner en marcha Garbarino nuevamente
rondaría los $4.000 millones, dinero que le permitiría rearmar su capital de
trabajo y volverla nuevamente operativa.
A esto le debería agregar otra suma parecida
en avales para convencer a los proveedores de que abastezcan la cadena
nuevamente.
Desembarco
inestable
Rosales desembarcó en Garbarino en junio del
año pasado, en plena pandemia del Covid-19 y después de haber sellado un
acuerdo con la familia fundadora de la cadena.
En ese momento, prometió hacerse cargo de la
profunda crisis financiera que sufría la empresa desde el 2018, cuando
comenzaron sus problemas producto de la recesión de la economía y de la fuerte
caída del consumo de electrodomésticos.
Cuando asumió, Rosales pudo reestructurar la
deuda que la cadena tenía con un grupo de bancos liderados por el Santander y
el Galicia, que buscaban cobrar $5.000 millones.
También mantuvo negociaciones para resolver el
reclamo de los proveedores locales y extranjeros de la empresa a los que se les
adeudaban otros $7.000 millones.
Además, comenzó a desarrollar una nueva
estrategia comercial basada en un mayor uso de las herramientas tecnológicas y
el comercio electrónico.
Su plan de negocios se basaba en transformar
las 200 sucursales de Garbarino en tiendas online con punto de entrega para
convertirlas en un canal virutal que permita a los proveedores potenciar sus
marcas de la mano de ofertas, promociones y planes de cuotas dirigidos a los
consumidores.
También esperaba lanzar su propia billetera
virtual o asociarse a varias de las que ya operan; impulsar el ecommerce y
cerrar acuerdos con empresas de delivery para que los clientes puedan comprar
mayormente de manera remota.
Sin embargo, la realidad fue otra, muy
diferente a la imaginada. La empresa siguió sufriendo por las restricciones
económicas impuestas por las medidas sanitarias para combatir la pandemia y por
la recesión que derrumbó las ventas de productos electrónicos.
A esto se sumaron las medidas del Gobierno que
imponen restricciones a las importaciones de ciertos productos y componentes
que Garbarino necesita para comercializar y para su planta de Tierra del Fuego.
FUENTE: IPROFESIONAL.COM
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