9 de mayo de 2025
Desgraciadamente, la inflación parece que ha llegado para quedarse, de hecho, forma parte del paisaje cotidiano desde hace algunos años.
En la fila
del supermercado, en una charla con amigos o simplemente al mirar el ticket
después de hacer las compras, la sensación se repite: "¡No puede ser que esto haya aumentado tanto!" En
Argentina, esa frase se ha vuelto una constante, una suerte de estribillo
nacional que refleja una preocupación profunda: el dinero rinde menos, y todo
parece más caro.
Desgraciadamente,
la inflación parece que ha llegado para quedarse, de hecho, forma parte del
paisaje cotidiano desde hace algunos años. La ciudadanía nota que, incluso
cuando los economistas dicen que "está bajando", esa baja no se traduce en la
vida real. Basta mirar al pasado 2024 tanto los precios de los alimentos como
el transporte, los servicios y hasta lo más básico, como el pan o la leche,
para ver cómo han seguido subiendo.
¿Y el índice de precios? ¿Nos refleja a todos?
Acá es
donde muchos se preguntan: ¿Qué
es el IPC? El Índice de Precios al Consumidor es la herramienta utilizada
para medir la evolución de los precios de una canasta de bienes y servicios
representativos del consumo de los hogares en Argentina. Básicamente, nos dice
cuánto más (o menos) cuesta vivir mes a mes. Pero hay una trampa: ese promedio
no siempre refleja lo que le pasa a cada familia en particular.
Por
ejemplo, si el promedio incluye el precio de vuelos internacionales o servicios
que mucha gente no consume regularmente, puede distorsionar la sensación real.
En cambio, si vos destinás gran parte de tus ingresos a comprar comida, y
justamente los alimentos suben por encima del promedio, vas a sentir la
inflación con más fuerza que lo que marcan los informes. En 2024, los alimentos
y bebidas aumentaron un 107,2%, y lo peor es que son imposibles de evitar.
El IPC
sirve, sí, pero no cuenta toda la historia. No explica por qué una familia de
clase media siente que cada mes tiene que hacer más malabares para llegar a fin
de mes. No muestra lo que significa tener que elegir entre pagar la luz o
comprar la carne, ni refleja el estrés cotidiano de miles de personas que,
literalmente, ajustan hasta el último peso.
Llegar a fin de mes, un desafío que se complica
cada vez más
Las cifras
frías cuentan una parte de la realidad, pero lo que se vive en los hogares
argentinos tiene otra dimensión. Para tomar solo un ejemplo: en febrero de
2025, una familia tipo necesitó más de un millón de pesos ($1.057.923) para no
ser considerada pobre. Al mismo tiempo, el salario mínimo rondaba los $296.000.
¿Cómo se explica eso?
La
distancia entre lo que se gana y lo que cuesta vivir es abismal, y se siente en
cada rincón: desde las changas que ya no alcanzan hasta los sueldos en blanco
que se estiran como chicle. Las ventas en los supermercados cayeron más de un
10% mensual desde mediados de 2024. ¿La razón? No hace falta un análisis
económico complejo: la gente compra menos porque simplemente no le alcanza.
A esto se
suma el incremento brutal en los servicios
esenciales.
El relato oficial y la vida real
A nivel
gubernamental, se insiste con que hay señales positivas: que la inflación está
bajando, que el ajuste fiscal está dando resultados, que las expectativas para
2025 son mejores. De hecho, algunas consultoras como Moody's proyectan que la inflación podría
caer al 30% hacia fines de este año.
Ahora bien,
ese número sigue siendo altísimo si lo comparamos con cualquier país del mundo,
pero, sobre todo, sigue siendo difícil de creer para quien, todos los días, ve
cómo se esfuma el sueldo entre las compras más básicas. Porque una cosa es lo
que se dice en las conferencias de prensa y otra muy distinta lo que se vive al
llenar el changuito con lo justo.
Además,
aunque los indicadores macroeconómicos mejoren, eso no significa automáticamente
que vos o tu familia lo sientan. El desafío es lograr que esa mejora baje a la
calle, al almacén, a la heladera. Que la gente recupere el poder de compra, la
previsibilidad y algo tan básico como poder planificar el mes sin sobresaltos.
¿Hay luz al final del túnel?
La gran
pregunta que nos hacemos todos es si este proceso de ajuste servirá, al menos,
para estabilizar los precios y devolver un poco de respiro al bolsillo. En un
país donde el pasado reciente nos ha enseñado a desconfiar de las promesas, la
esperanza se mezcla con la cautela.
Mientras
tanto, quizás lo más útil sea entender mejor cómo funcionan estos indicadores y
cómo nos afectan. Porque comprender qué es el IPC no es solo una cuestión
técnica, es también una forma de poner en contexto nuestras propias
dificultades, de dejar de pensar que estamos exagerando o que no sabemos
manejar la plata.
La realidad
es que la plata no alcanza porque las cosas están muy caras. Así de simple. Y
si no lo sentimos solo nosotros, si cada vez más personas comparten esa
sensación, entonces quizás haya llegado la hora de exigir que las estadísticas
se transformen en soluciones concretas. Porque vivir no debería ser tan cuesta
arriba.
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