4 de abril de 2019
Por cuestiones climáticas, esta mañana el
tradicional acto en la cima del Parque Independencia tuvo que suspenderse. Por
esta razón, la cuestión protocolar se trasladó a las instalaciones del Palacio
Municipal.
De esta manera, de la celebración por los
196º años de nuestra ciudad participaron autoridades municipales encabezadas
por el intendente Miguel Ángel Lunghi, el Secretario de Cultura de la Nación
Pablo Avelutto, además de autoridades civiles, militares y eclesiásticas.
EL DISCURSO
DEL INTENDENTE EN EL 196º ANIVERSARIO DE TANDIL
Sr. Secretario de Cultura de la Nación,
Pablo Avelutto
Sr. Presidente del Honorable Concejo
Deliberante, Dr. Juan Pablo Frolik
Señoras y señores concejales y consejeros
escolares
Autoridades civiles, militares y
eclesiásticas
Señoras y señores representantes de
instituciones intermedias, comunidad escolar
Amigas y amigos
Nuevamente nos convocamos, en esta ocasión
en el palacio municipal debido a las condiciones climáticas, para recordar a
nuestro fundador, que un día como hoy de hace 196 años, a las seis de la
mañana, comenzaba la construcción de la Fortaleza de la Independencia en medio
de la intemperie de un valle abrazado por sus sierras.
Desde entonces aquellas pocas familias que
formaron el primer núcleo poblacional hasta la vecindad del hoy, componen ese
eslabón de historias nacidas bajo un cielo que es de todos.
Tengo para mí que el verdadero bronce de la
historia le sigue perteneciendo a la gente común. Que los verdaderos estadistas
son los vecinos de a pie que poco piden y todo dan y que así, en sus actos
pequeños, en sus gestos mínimos, construyen día a día el concepto de vecindades
activas en dirección al Tandil del Bicentenario.
Es la enfermera que acompaña al paciente en
sus horas difíciles; es el vecino que pinta el frente de su casa entendiendo
que uno puede cambiar a la humanidad empezando por la manzana de su barrio. Es
la maestra que enseña el tesoro del abecedario a sus alumnos. Es el emprendedor
de una pyme de familia que crea empleo construyendo la dignidad del trabajo. Es
el mecánico, el artesano y el profesor.
Es la señora que atiende el merendero del
barrio. Es el trabajador que corta el pasto de la plaza, es el albañil que
canta en el andamio mientras levanta las casas de los otros. Es el policía que
cuida la cuadra. Es el chofer de micro y la modista. Es el actor que crea una
ilusión, es el carpintero que fabrica la mesa donde se reúne la familia. Es la
memoria del pasado. Son los adolescentes que hoy caminan las veredas replicando
sus pasos sobre las huellas de quienes ya no están, fundiendo todas las huellas
en una sola.
Es el médico en un centro de salud, es el
bombero, el deportista, el artista, el bancario, los voluntarios y las
voluntarias de todas las causas que valen la pena. Es el obrero, los talleres y
las pequeñas fábricas, son los socios de un club, es el comerciante, el
profesional, y los que día a día le ponen el pecho a la adversidad para salir
adelante.
Todos estas vecinas y vecinos que nunca a o
casi nunca aparecen en los diarios, ni en los libros de historia, son los que día a día vuelven a fundar Tandil, lo
reinventan, lo recrean en cada pequeño pero imprescindible acto con que una
comunidad se hace a sí misma. Deseo celebrar este nuevo aniversario de la
ciudad con todos ellos porque en realidad es cierto que este acontecimiento le
pertenece a la historia fundacional, pero sobre todo le pertenece a los miles y
miles de vecinos que a cada instante hacen de Tandil una tierra elegida.
La eligieron nuestros abuelos y nuestros
padres. La elegimos nosotros, y con su trabajo silencioso y tantas veces
anónimo, con su épica del sacrificio fundado en la potencia de las vecindades
activas -eso que yo llamo la poderosa energía del localismo-, hoy la gente
común es la verdadera protagonista de esta historia.
Es la que cuida la ciudad, es la que crea
riqueza, es la que siente un legítimo orgullo por el Tandil que tenemos y es la
que también nos demanda ir por las obras pendientes de cara al bicentenario.
Mi promesa, como siempre, al lado del
cuadro del fundador brigadier general Martín Rodríguez, mirando imaginariamente
este valle donde vive una familia social de 140 mil almas que sueñan, viven y
trabajan sin esperar un aplauso ni condecoración alguna, es la que se hicieron
y cumplieron los tandilenses que llegaron primero: fueron aquellos vecinos que
hace cien años plantaron un árbol sabiendo que no lo habrían de ver, un árbol
cuya sombra sería disfrutada por los vecinos del porvenir. Bajo la sombra de esos árboles añosos, los
vecinos del siglo veintiuno sabemos que tenemos la misma responsabilidad: dejar
una ciudad mejor a la que encontramos.
Me gustaría cerrar estas palabras
invitándolos a cerrar los ojos y por un instante reproducir en nuestras mentes
a la ciudad. Vemos la vastedad apacible del valle, el crecimiento formidable en
sus distintas barriadas, las casitas remotas en la última línea del horizonte,
el verde de las plazas, sus calles onduladas, las clásicas edificaciones que la
distingue. El paisaje y los vecinos se funden en un mismo óleo de belleza pero
también de demanda ante los nuevos tiempos que ya están con nosotros. La
comunidad nos reclama que el sentimiento por lo tandilense vaya en línea con la
innovación, con la toma de nuevos desafíos y con la resolución de las
cuestiones pendientes. Vamos por ellas y también vamos por las nuevas
realidades. Tandil lo merece.
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