19 de mayo de 2013

Sociedad

Sociedad. Alberto Tazza, final trágico para el inventor de un calefactor perfecto

“Con las máquinas que compré empecé a mecanizar las tapas de cilindros para la F100, Skoda y Mercedes. Y se da la oportunidad en que los gringos Emiliozzi vienen al taller para que les haga unas tapas para la galera del Ford F100. Allí también hago las tapas para Herceg del equipo Ford. Y así comenc酔, dijo Alberto evocando su propia historia donde, hasta este punto, sus calefactores brillan por la ausencia. “La historia del calefactor fue una casualidad. Transcurría el tiempo y el trabajo de mecanizado estaba dejando de ser negocio. Al lado de mi casa, donde hoy está Camuzzi, un grupo de personas comienzan a hacer algunos prototipos de calefactores que me despertaron curiosidad. Solía concurrir al lugar y como yo siempre fui un tipo que me gustó meter la cuchara, me permitieron aportar algunas ideas, hasta que me piden que les fabrique el herramental y la matricería para fabricar dichos artefactos. Durante  nueve años realicé estas tareas. Un día, a partir de una simple conversación, nace el proyecto de la fábrica propia. Nos iniciamos tres socios, Erik Coopens como diseñador, Carlos Zulberti en la parte comercial, y yo aporté mi experiencia en la construcción del herramental y la matricaria”, cuenta Alberto. Así, a comienzos de 1979 nace CTZ, sigla que identifica al trío fundador. Analizando las necesidades y demanda del mercado de calefacción en esos años y con el afán de plasmar un diseño propio surgió la fabricación del calefactor a combustible líquido comercialmente llamado Keroclima. “En diez meses logramos construir todo el herramental para llevar adelante el proyecto y en el primer año se fabrican mil unidades, cifra mayúscula para el momento funcional de la empresa dado que recién en 1980 se logra contar con mayor estructura y capacidad de fabricación”. Ese año la firma adquirió la propiedad de calle Lisandro de la Torre 753 que se convertió en el lugar definitivo de la fábrica. El emprendedor lo recordó así: “Era en realidad un predio donde había algunos tinglados, pero tuvimos que hacer toda la obra a partir de los pisos. Cuando empezamos nos arreglamos en un galponcito que había al costado y obtuvimos por medio del Banco Nación un crédito para la compra de una plegadora y una guillotina. Además de continuar con nuestro ambicioso proyecto logramos concretar alianzas estratégicas con las firmas Rheen y Fogatta en la cual ellos nos proveían de chapa, que adquirían a precios muy convenientes y nosotros le fabricamos productos. A raíz de los vínculos que se iniciaron en esta nueva etapa, nos contactamos con un viajante de la zona sur del país, que se enamoró del calefactor y eso nos dio un impulso fantástico para aquel comienzo logrando posicionarnos en un interesante segmento de mercado en la región patagónica”. Posteriormente, transcurrido el tiempo la fábrica incursionó en diferentes líneas y tamaños de calefactores a gas que le permitió llegar a nuevas zonas y regiones del país. Hace aproximadamente quince años, Alberto Tazza adquirió la totalidad de la sociedad y puso a cargo a su hijo, priorizando una mejora continua con permanente inversión que han logrado consolidar el emprendimiento tan deseado por los fundadores. Si algo no se discute entre legos y entendidos es la eficacia del calefactor CTZ. ¿Hay un secreto? “La calidad de materiales y el diseño de la cámara del calefactor son las fortalezas del CTZ. Gracias a eso conseguimos que el otro día llegue un cliente con un calefactor de 27 años de antigüedad para que se lo restauremos. Es decir, pudimos hacer un producto que desafía al tiempo. Además, el repuesto siempre se seguirá produciendo con la misma funcionalidad. Si se quema la termocupla, se la cambia y el calefactor sale andando como un cero kilómetro”. Hoy la producción de CTZ se vende en casi todas las provincias del país, tiene cuarenta empleados y produce unos 370 calefactores por día en un lapso de nueve horas. “Yo la mejor garantía que le doy al cliente, desde el primer día, es la garantía del producto”, concluyó Albero Tazza. Podría ser un slogan pero forma parte de la consigna de gestión empresarial: si el cliente tiene algún problema con su calefactor se lleva uno nuevo y asunto terminado. Fuente: Tandil, El Libro de Oro, de Elías El Hage

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