4 de noviembre de 2018
Datos personales.
Datos de la empresa
Abel Pérez - Ingenios Gráficos (comunicación visual)
Familia
Mi esposa Mirta, y mis hijas Julieta y Paola
Signo del zodiaco
Aries (11 de abril de 1954)
¿Cómo llegó ser dueño
de su empresa?
Fue casi de casualidad. Era gerente de una empresa ligada a
la industria metalúrgica siendo muy joven, ganaba mucha plata. Pero veía como los
tipos venían y decían que querían cambiar una máquina de escribir y lo hacían,
pensaba que un día iba a hacer lo mismo conmigo y no sabía dónde iba a
terminar. Entonces quise irme, pero no sabía qué hacer. Hubo un lapso donde
vendía cualquier cosa. Aparte, como era muy tímido, lo hacía como una terapia.
Un amigo vendía yerba al por mayor, lo acompañé a ver un
mayorista que tenía maderitas y recuerdos en un depósito. Nos preguntó si nos
animábamos a venderlo y fuimos a ver al viejo Coquena, que era una institución.
Le vendimos todo y nos pidió yerba en bolsa de liencillo. Le dijimos que sí.
Compramos la yerba, el liencillo y ahí tengo el primer
contacto con un tipo que hacía serigrafía. Era un desastre, terminamos cociendo
nosotros. Ahí encaramos un negocio, sin saber nada. Eso duró un par de años, me
terminaron estafando de alguna manera, era muy joven.
Ahí arranqué solo, primero se llamó Arte Gráfico y después
Ingenios Gráficos.
Hubo muchísima gente que pasó por Ingenios, todos fueron
importantes, pero están los imprescindibles, como Liliana Carveta que hace
muchos años está conmigo y Julio Pina.
¿Cuál era su sueño de
niño? ¿Cuál era su sueño a los 25? ¿Los cumplió?
Mi primer sueño fue entrar a la Marina porque estaba mi
viejo. Pero a los 12 años mi vieja no quiso firmar la autorización para entrar
al Liceo Naval. Así que ahí quise ser camionero, tener muchos camiones para que
mi vieja estuviera bien. Me imaginaba una flota de camiones, que estuviéramos
todos bien, pero no se dio nada de eso porque no me animaría a manejar un
camión ni una vuelta de manzana.
Creo que nací para esto. Calculá que pasaron 40 años, pude
haber cambiado, pasé momentos tremendos pero siempre seguí.
¿Cómo se ve en 10
años?
Si no estoy en Pradera
de Paz, bien, jaja.
Me veo más tranquilo, aparte esto ha crecido de una manera
exponencial. Cambió el comercio, la mentalidad tandilense, los rubros. Por
ejemplo, antes el turismo era muy pasivo, gente grande solo para descansar.
Ahora es distinto y se ha hecho una industria.
¿Cuál es su visión de
Tandil productivo y comercial?, ¿Qué le falta o que cambiaría de la ciudad?
Lamento muchísimo lo que está pasando. Porque no es
solamente Metalúrgica Tandil, eso lo vemos porque fue un símbolo. Yo trabajé
muchos años en la pequeña y mediana industria, había 176 industrias
metalúrgicas afiliadas a Apymet. No había un solo vehículo en Argentina que no
tuviera una pieza fabricada en Tandil. Hubo mucha desidia, no se fue
transformando.
Más allá de eso, está todo bastante bien. El turismo, el
comercio, una amplia gama de cosas. Mucha gente se vino a instalar a Tandil,
apostando e invirtiendo. Lo que noto que falta es cordialidad, respeto, lo que
te trae ir transformándote en una ciudad más grande. Me incluyo en esto, trato
de prestar atención y no ser igual.
Estamos empezando a tener los problemas de una ciudad grande.
Un lindo recuerdo o
anécdota relacionada con su trabajo
El problema nuestro siempre fue la entrega, el cliente
siempre te deja para lo último.
La llegada más justa que tuve a un evento, fue cuando
Richard Zarini, en el apogeo del básquet de Grupo Universitario, me pidió un
banderín de lujo porque el otro equipo le iba a entregar uno así.
No tenía tiempo ni elementos. Hubo que conseguir la tafeta,
imprimir el logo, fui a lo del carnicero Basualdo para que la señora que era
modista cosa los flecos, corté un caño de una cortina que tenía en el taller.
Tenía un DKW que no arrancaba, lo dejaba en bajada. Iba
escuchando que ya estaban los equipos precalentando, no llegaba. Empujé el
auto, pasé a buscar por la costurera que no me cobró nada. Llegué al Club
Independiente, no había lugar para estacionar, lo dejé en medio de la avenida.
No me dejaban pasar, entré mostrando el banderín. Cuando llego a la cancha, los
equipos ya estaban formados, los capitanes adelante y empezando a caminar hacia
el centro de la cancha, uno con el banderín y Richard sin nada. Entré a la
cancha por el costado, un paso antes le entregué el banderín.
Fue la más complicada, porque también pasaba antes que te
hacías amigo del cliente, te tenía afecto porque veía que laburabas. En eso,
por ejemplo, Solanilla es alguien que le tengo que estar agradecido toda la
vida.
Lo mismo con la gente de Cagnoli, se sentaban a ver que
podía hacerles. Inventaron que yo les hiciera las etiquetas para los salamines.
Hicimos unas con una tela muy finita que se llamaba friselina, en serigrafía en
cinco colores, quedaban hermosas, pero en el proceso del salamín se ponía
verde, se le hacía un moho, no se podía vender. Las hicimos en alto impacto,
que es como plástico, pero una vez los paró Bromatología y las etiquetas se
habían cristalizado, terminaron todas rotas en el suelo, les pusieron una
multa. Querían que siga insistiendo, pero íbamos a terminar presos.
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