28 de septiembre de 2019
por
Mauro Carlucho
No vamos a profundizar sobre el idilio de
los argentinos y los clubes. Ese sentimiento de pertenencia indestructible. A
los más jóvenes, seguro se les viene a la cabeza aquella famosa escena de la
película "El secreto de sus ojos" que escribiera Eduardo Saccheri. Pero
a mí me gustaría traer a colación, la película argentina "El hincha" de 1951,
filmada en blanco y negro, dirigida por Manuel Romero y protagonizada por el gran Enrique Santos
Discépolo.
El argumento se refiere a la historia de El
Ñato (Discépolo), un trabajador mecánico ya maduro, hincha fanático de fútbol,
que encuentra el sentido de su vida en alentar, seguir y colaborar con el club
de sus amores, al punto de postergar indefinidamente el casamiento con su
eterna novia, interpretada por la actriz Diana Maggi. Para El Ñato primero estan
los colores del club, después viene lo demás.
Manera está "cortado por la misma tijera"
que "El Hincha" interpretado por Discepolo. "Yo me levanto hablando y pensado en Santamarina", nos dice sin
ponerse colorado cuando encendemos el grabador.
El sentimiento lleva más de 8 décadas
ininterrumpidas. Desde que tiene uso de la memoria se acuerda estar merodeando
el club de sus amores. "Es que me crie
ahí adentro. M vida iba de casa a la escuela y después al club. Hacía todos los
deportes, tenía a mis amigos. Era todo para mí", recuerda emocionado.
El C. y B. R. Santamarina fue una
institución modelo durante todo el siglo pasado. Que luego fue arrasada por
dirigentes inescrupulosos, empresarios y profesionales oportunistas y un
gobierno municipal que le dio la espalda.
La entidad aurinegra fue fundada en el año
1913 y tuvo como mentor a Juan Dulón, un joven que logró la atención y el apoyo
suficiente para convocar una asamblea en la que dio a luz el club Fuerte
Independencia. El cambio de nombre definitivo se dio sólo unos meses después,
tras la gestión para obtener un campo de deportes que encontró eco en la
familia Santamarina, que les donó un predio que se denominó "La cancha del
hospital". Aquel espacio se encontraba en el perímetro comprendido por las
calles Pellegrini, Paz, Av. Colón y La Plata (hoy Uriburu). El 21 de febrero de
1914, una nueva asamblea rebautizó el club, por decisión unánime, como club y
biblioteca Ramón Santamarina. Un gesto de
agradecimiento a la familia que cedió el predio. Don Antonio Santamarina
fue un actor fundamental en aquella cesión, y en la misma asamblea se decidió
su nombramiento como presidente honorario.
El nombre Ramón Santamarina se adoptó en
homenaje al fundador de la familia, un carretero español que fue el primer
comerciante de Tandil, con un gran compromiso con el desarrollo de la ciudad.
Esos fueron los primeros pasos de un club
que se apoyó en el prestigio que fueron ganando sus equipos de fútbol, pero que
también desarrolló las más variadas disciplinas, entre las que estuvieron el
boxeo, el básquetbol, el casín y muchos otros.
Porque vale aclarar que Santamarina es un
club deportivo y social. Que marcó (y sigue marcando) la vida de muchos
vecinos. Como es el caso del "Personaje de la Semana", don Raul Manera.
Los colores fueron tomados en homenaje al
"Tren Carbonero", por lo que decidieron adoptar los de Peñarol de
Uruguay: el negro y el amarillo a bastones.
El escudo tiene la abreviatura "CyBRS" (Club y Biblioteca
Ramón Santamarina) que se encuentra distribuida en las cinco franjas negras y
amarillas que se engloban dentro de una gran "S", a las que se suman
los símbolos olímpicos (los cinco anillos y la antorcha). En 1919 se había
incorporado la biblioteca como actividad cultural.
Los padres de Manera eran propietarios de
una serie de panaderías muy importantes al comienzo del 1900. La principal se
encontraba sobre la avenida España. Pero su padre falleció cuando era apenas un
niño y luego se mudaron a la casa de sus abuelos, ubicada en calle Irigoyen,
frente a la sede del club, el actual Centro Cultural Universitario.
Allí, Manera practicaba básquet, futbol y
hasta el casín, una disciplina que acaparaba la atención de muchos tertulianos.
"El
primer trabajo que tuve fue ayudando al lechero Varela, que fue el primero en
salir a repartir con un automóvil en Tandil. Recuerdo que tenía una chacra
al lado de la Quinta Belén. Pero no
tenía mucho tiempo, porque en aquellos años se iba a la escuela de mañana, de
tarde y hasta los sábados", habla de su infancia.
A los 15 años ingresó a Bonafide que era
una empresa modelo, "con una atención al
público de otro nivel. Distinto a lo que se ve hoy en día. En el verano íbamos
a trabajar a Mar del Plata para la temporada y en alguna que otra oportunidad
también me mandaron a Buenos Aires. Esto era el comienzo de los '60 y tengo una
anécdota muy buena. Una vez tenía que viajar de Buenos Aires para Tandil y a
alguien de la empresa se le ocurre que viaje en avión. Así que me compraron el
pasaje, fui hasta Aeroparque y a las dos horas estaba en Tandil. Mi madre se
desmayó cuando se enteró que ya estaba en la ciudad. No lo podía creer",
dice riéndose. Eran otros tiempos, pero vemos que el tema del avión a la
Capital ya generaba debates.
A la par que iba a la escuela y trabajaba
después, siguió con los deportes. Llegó a jugar en la primera de futbol en
Santa e integró equipos recordados. Después vino el servicio militar, que por
suerte cumplió a solo una cuadra de su casa. De esta manera le quedaba tiempo
para ir de tanto en tanto al club de sus amores.
Su paso por el San José le dio herramientas
para trabajar en el sector administrativo, luego se especializó en recursos
humanos y pasó por Metalúrgica Tandil, hasta fundar una de las primeras
oficinas que se dedicaban casi exclusivamente a liquidaciones de sueldos, cajas
previsionales y obras sociales por mencionar algunos ítems.
Manera siempre tuvo una vida muy ordenada,
formó una linda familia y mantenía esa locura de chiquito por Santamarina. En
el club hizo de todo. Formó parte de varias comisiones, organizó importantes
certámenes de casín y trajo a verdaderos campeones que engalanaron las noches
del club.
El futbol siempre está presente en la
charla. Vemos fotos de equipos históricos. Ídolos del pueblo aurinegro que
marcaron una época. La charla va de una anécdota a la otra hasta que llegamos a
los años 90. Ahí cambia el tenor de la charla. Se pone más serio y busca
noticias de archivo en los diarios.
"Pasa
que he leído otras entrevistas de esta sección y siempre que se habla de
Santamarina no se cuenta la historia completa. Me pareció muy buena la
entrevista a los "mellis" Petrucci, pero falta una parte". De repente el
aire se enrarece. La tensión sobrevuela en el aire.
Manera estuvo entre los socios que echaron
a Alicia Fiego y su marido Jorge Datola, quienes llevaron el club a la ruina.
Nuestro entrevistado era parte de un grupo conformado por el gringo" Graciano
Pintore, Alicia Laco, Hugo Ríos y Luis Caballero, entre otros.
Estos socios trabajaron a destajo para
tratar de evitar una sangría que fue impiadosa. "Nosotros no aceptamos el pedido de convocatoria y los echamos del club
porque aparecieron muchas irregularidades. Lo de la rifa (Pongase las Botas)
era una locura. Hicieron desastres y utilizaron al club. Cuando agarramos
nosotros hicimos una auditoría y el dinero que se debía se podía subsanar con
una venta, pero no era necesario vender todo. Al día de hoy los números no le
cierran a nadie. Pasaron cosas muy graves en el medio. El principal acreedor
era la municipalidad. Por deber cierto dinero de las tasas municipales nos
esquilaron como a los peores. Por eso es increíble que nos hayan despojado así.
A un club deportivo. Nos sacaron todo". Menos la pasión, agregaría yo. Ese
sentimiento. De Manera (y tantos otros) fueron los que mantuvieron la llama
encendida. Aun cuando todo se volvía más negro.
"Cuando
estuve como presidente hicimos de todo. Fuimos a hablar con todo el mundo, pero
te decían una cosa y pasaba otra". Zanatelli (el
intendente en aquel entonces) les prometió devolver la Quinta Belén. Hay
recortes periodísticos donde funcionarios y legisladores hablan en esta
sintonía, pero luego hicieron todo lo contrario. Luego del militar Zanatelli,
llegó Oroquieta, quien también hizo oídos sordos a los pedidos de la comisión
aurinegra.
"Yo
guardo un dolor muy grande por todo lo que pasó. Todavía no lo puedo explicar
del todo, pero no tengo dudas que aquí había intereses que estaban muy por
encima de nosotros. Hubo mucha gente que se benefició con la quiebra de Santamarina.
Muchos profesionales de guante blanco. Repito que nosotros hicimos de todo para
salvar las instalaciones del club. Quizás golpeamos las puertas equivocadas o
la surte ya estaba echada. Pero hablamos con el casino y no nos autorizaron,
después fuimos con Pintore a ver a Tito Lectoure (Promotor de Box, ex dueño del
Luna Park) y él nos ayudaba a organizar una velada muy importante de boxeo para
juntar fondos. Bueno, nos clausuraron el evento por un tema de las puertas.
Siempre había un pero. Querían que el club desaparezca, no me queda otra
opinión" dijo resignado.
Manera es de los dirigentes que ponen el
corazón. No le importó perder bienes, lo mismo que otros dirigentes históricos
como Depietri, por mencionar otro muy importante. Siempre dispuestos a
contribuir con el club. Pero lamentablemente en ese momento no alcanzó.
Hay que entender el contexto. La era
menemista y las privatizaciones, la sociedad desmembrada. De otra manera no se
puede entender que se deje morir a un club que cobijó a tantos niños, que formó
personas y es un actor fundamental en el desarrollo de Tandil. Lo mismo podría
ser para otras instituciones como Ferro, Unión y Progreso o el que fuere. A los
clubes hay que cuidarlos y apoyarlos, ya que su función social es casi
inigualable.
Después vino una historia más conocida. La
pérdida del nombre, el ostracismo compitiendo como "Unión Obrera Metalúrgica" y
la vuelta con los campeonatos y este presente impensado hace 20 años, cuando
sucedieron todos estos tristes acontecimientos.
En el año 2017, la actual comisión
distinguió a Raul Manera poniendo su
nombre a los vestuarios del nuevo campo deportivo. Este homenaje cicatrizó
alguna herida, pero todavía hay dolor.
"Yo
quiero recuperar el nombre, al menos. Esta lucha lleva muchos años y no voy a
claudicar. Sigo yendo a la cancha y alentando. Soy santamarinista hasta la
muerte. Pero a mí me va a completar cuando vea el Club y Biblioteca Ramón
Santamarina en la tabla o lo escuche en la radio. Después veremos que sigue", enfatizó.
La pasión lo mueve. Seguimos viendo diarios
viejos, fotos sociales del club, la quinta, la pileta. Los trofeos que Manera
pudo recuperar y atesora con orgullo (mucho se pueden ver en el nuevo Museo de
los Deportes).
Nos quedamos hablando del presente de
Sanamarina, del pibe Depietri que ilusiona a la parcialidad aurinegra y de
futbol. Al fin y al cabo es el deporte más hermoso del mundo.
COMPARTE TU OPINION | DEJANOS UN COMENTARIO
Los comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales.
Solo suscriptos
Solo suscriptos
24 de junio de 2025
Solo suscriptos
Solo suscriptos
24 de junio de 2025
Solo suscriptos
Solo suscriptos
24 de junio de 2025
Solo suscriptos
Solo suscriptos
24 de junio de 2025
Solo suscriptos
Solo suscriptos
24 de junio de 2025
Solo suscriptos
Solo suscriptos
24 de junio de 2025