30 de noviembre de 2021
"Treinta y nueve años. Gorra trucker, barba larga y tupida, zapatillas y buzo Adidas, Mariano Berenstein parece un newyorker en el centro de Tandil. Algo de eso hay porque llegó de Manhattan apenas antes de la pandemia. Cuando se fue a vivir a los Estados Unidos, en 2012, no tenía claro si volvería al. Pero volvió y aunque vive entre sierras y ahí nomás de grandes extensiones cultivadas de trigo y maíz, le quedó el look urbano. Cuando le comento que parece un hipster, asiente entre alegre y orgulloso: "100% Williamsburg", responde.
La barba comenzó cuando vivía en Nueva York a raíz del Movember , una campaña que se hace cada noviembre para visibilizar y concientizar sobre la salud masculina (no viene de mustache). "Un amigo la estaba pasando mal con un cáncer, entonces me la dejé, a mi mujer le gustó y quedó".
Basta un rato de charla para notar que es un tipo inquieto. Ahora está sentado en su boliche, que se llama Negro Mercado, tiene estética industrial (hierro negro, ladrillo a la vista) y es un hit: el único café de especialidad de Tandil, que también vende rolls de canela y croissants, una selección de productos gourmet, barra de tragos, brunch los fines de semana y un horario amplio que se agradece en lugares donde todavía se duerme la siesta. A la tarde hay fila para pedir café, igual que en los lugares de moda de Buenos Aires.
Pero no volvió de vivir y trabajar siete años en Nueva York para abrir este negocio. Vino porque lo llamó su amigo Aldo Antonutti para que llevara adelante la empresa familiar de quesos Doña Cuchara y para lanzar Santo Padre, los únicos quesos agroecológicos certificados del país. Ese trabajo incluía vivir en Tandil, a 8.803 kilómetros de Nueva York.
Seguramente cuando lo invitaron a volver habrá meditado sobre las razones que lo llevaron a irse. Lo conversó con su mujer, Romina Weisz -"que es la que manda"- y decidió bajarse de una rueda que iba demasiado rápido y no lo dejaba ver crecer a sus hijos.
Entonces recordó una frase de las que escribía el taxista Oscar Brahim en el puente de la Av. Córdoba y Juan B. Justo, el puente que ya no está: ¿Querés ser feliz o tener razón? Ese fue el clic que lo hizo volver.
Se fue a Estados Unidos por una propuesta laboral de la empresa HSM (organización de eventos de capacitación ejecutiva). "Me iba como expat y las condiciones eran buenasísimas", recuerda. Ya conocía el país porque había estudiado administración en Boston, pero en 2012 volvió a Nueva York ya casado con Romina. Otra etapa de la vida.
Mientras él trabajaba, ella hacía catering para argentinos de cosas ricas y que se extrañan: empanadas, chocotorta, alfajorcitos de maicena.
Al año de vivir en Manhattan se le ocurrió una idea: llevar a Boca, la camiseta de sus sueños, a los Estados Unidos. Le tomó tres años lograrlo, pero así fue: convenció a la comisión directiva de Boca Juniors de crear academias recreativas de fútbol de alta competencia para chicos de 4 a 17 años. "La idea era apostar al fútbol como agente de cambio, las academias tenían fuerte contenido social (esponsoreábamos chicos; había clases de inglés para los padres), porque el 18% de los asistentes eran colombianos, peruanos, mexicanos, población hispana", dice Mariano y agrega que se llevaron al Tano Pernía (Gastón) como entrenador y Oscar el Profe Aquino era consultor.
Cuenta que el experimento, que comenzó en 2014, duró tres años y pasaron por las academias 3.000 alumnos. Todos los años, dice, viajaban con los chicos a la Argentina y dormían en Casa Amarilla. Hubo tres alumnos que jugaron en las inferiores. La academia de Boca creció y tuvo sedes en Los Ángeles, Nueva Jersey, Miami y Orlando. En medio del proyecto, en 2015, Berenstein fue elegido Latino del Año por El Diario NY, el diario más antiguo y de mayor tirada en español en Estados Unidos.
"En un momento, la dirigencia de Boca decidió no continuar con la segunda etapa del proyecto, que era tener un equipo de fútbol profesional y semi profesional en la MLS (algo así como la primera división de fútbol de Estados Unidos), entonces reconvertí los gimnasios al club Juventus y seguí un tiempo más".
Una vez estaba charlando con el jugador español David Villa en el Oyster Bar de la estación Grand Central y se acercó el actor Edward Norton, "que es fanático del fútbol y, según me enteré, también de Argentina", a pedirle un autógrafo a Villa. Eran tiempos de ricos y famosos, "imaginate que salía a comer con Ronaldinho en Manhattan".
Sin embargo, dice, cada vez se alejaba más de su centro. "Mi vuelta al país tiene que ver con dónde ponés la energía y cómo estás estructurado. La vorágine te exige siempre. En Nueva York no existe el ocio, disfrutar está mal".
Mudarse de Nueva York a Tandil incluye bajar las revoluciones. Eso no quita estar en movimiento. "Me levanto a las seis, me meto media hora de contenido, me gustan los Podcast de historias de Sillicon Valley o también puede ser algo de la Torá para alimentar el alma (la parashá de la semana), llevo a los chicos al colegio y me voy a la fábrica y al tambo".
El tambo de la familia Antonutti existe desde 1993 con la marca Doña Cuchara que se especializa en Pategras (con orégano, sin sal, natural y tres pimientas, el que le encantaba a René Favaloro: "él le llamaba queso fuerte").
En marzo de 2019, con Berenstein en el equipo, lanzaron Santo Padre, la marca que honra a Carlos, el padre de Aldo, y tiene tres quesos: gouda, parmesano estacionado y provolone parrillero.
Después de un buen tiempo de investigación y pruebas, el mes que viene lanzarán el queso crema Rebelde: agroecológico (sin conservantes ni aditivos; dura 40 días). Parece que los pasteleros lo esperan con ganas porque será ideal para preparar cheesecake. Narda Lepes los anima a desarrollar el cottage que a ella tanto le gusta y quizás le darán una sorpresa.
Según Berenstein, Tandil se va a convertir en el destino premium de la provincia de Buenos Aires porque es una microescapada con buena hotelería, gastronomía y atractivos , como el clásico paseo a La Movediza, el Sendero de las Ánimas o una degustación de quesos Santo Padre en la estancia Ave María.
En dos meses ("estoy esperando el final de obra"), abrirá Tokio, otro proyecto propio de un omakase (cocina del chef) al final de la Av. Brasil, una zona que de a poco está reuniendo nuevos proyectos gastronómicos. Además, está investigando para incursionar en la hidroponía y es secretario general de la Cámara de Comercio Argentino Estadounidense.
-¿Tenés tiempo para todo?
-Acá los tiempos de logística son muy chicos. Llevo y busco a los chicos por el colegio y enseguida estoy en el tambo, en la fábrica o en Negro Mercado. Juego al tenis una vez por semana y puedo compartir con la familia. Eso vine a buscar y eso me está pasando".
Desde los próximos días tendrá un nuevo desafío al frente de la Dirección de Turismo.
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