30 de abril de 2019
por
Juan Ángel Alvarado
Es inevitable, en el marco de esa radical soledad, en que
los seres humanos vamos en búsqueda de una senda que ante la ausencia de
frescas sugerencias prefieran seguir transitando cualquier cuestión que no
signifique un estorbo en el frágil logro de una existencia posible.
Ahí, radica quizás, ese sestear de una comunidad que, por
temor, o por falta de profundas convicciones, decide como el rebaño, o las
masas, proseguir las huellas que inevitablemente las llevarán a un inexorable y
determinado final.
Esta ilusión que ocasionalmente nos muestra como personas
compartiendo un espacio y momentos, producto de circunstancias impredecibles,
no son la causa ni nos convierte, como es la creencia de algunos,
necesariamente en seres contemporáneos. Para ello tendríamos al menos que
compartir determinada cosmovisión de sugerencias vitales que nos atraviesan.
Lejos de esa perspectiva intentamos protegernos al amparo de
conceptos perimidos en la búsqueda de una falsa e inconsciente seguridad de opacas
vivencias. Porque al fin y al cabo qué significado y relevancia adquiere hoy la
República y este es tan sólo un ejemplo pues no es mi intención de momento
abundar en otros conceptos como el Estado al que definen presurosamente en
torno a dimensiones y competencias en donde también naufragan interpretaciones
cargadas de vagas opiniones.
He aquí la ausencia vital de principios irrefutables: la
ciencia ya no posee el carácter predictivo de otrora y la mentada objetividad,
con la sola finalidad de instalar visos de rigurosidad, son tan sólo
apreciaciones como tantas otras de un pasado al cual seguimos aferrados.
Los hoy llamados "intelectuales", "analistas" o "expertos",
y podríamos seguir la lista, son el producto de extrañas y confusas
determinaciones del conocimiento las cuales pretenden ofrecer una visión
estrictamente subjetivista de los diversos aspectos y elementos de una compleja
realidad y lo único que logran es generar más confusión e incertidumbre a las
ya existentes.
En alguna medida, los ejemplos que podrán aproximarse a una
consideración de los temas de esta época, sea el intento de alcanzar una
comprensión, partiendo de un esquema excesivamente reduccionista (ausencia de
una necesaria integración) como resultados que devienen del ámbito de la política,
la economía, la psicología y la sociología entre otras formaciones y
disciplinas también relacionadas.
Ahora, tal vez, aparezca con cierta claridad ese constante
retorno a la modernidad que no comprende ni explica la ausencia de una
auténtica e íntima convicción para lograr salir del espejismo de épocas pasadas
no aceptar el ocaso de la modernidad a la cual crease o no sin saber porque
seguimos dependientes.
La causa, ya enunciada en otros términos: ausencia de
paradigmas que intenten comprender y explicar las necesidades y requerimientos
del Siglo XXI y de los que eventualmente puedan sucedernos. Guardo para mí
algunas reservas en el marco de un mundo que cada día nos advierte y da señales
sobre la posibilidad remota de un pacífico comportamiento.
Frente a este panorama que no negaré tiene su impronta de
una visión subjetivista expresada en un marco de sinceridad y de consciente
limitación. Cuando nos invaden hoy con ilusiones y esquemas de los que
supuestamente vendrían los alivios a la pesada carga de una vida en el intento
posible como sustento a no perder lo más valioso: se nos dice que el futuro de
la humanidad estará dado por el desarrollo de las tecnologías "modernas". He
aquí un problema no resuelto como así de las bondades de la robótica o de
ciudades denominadas o pensadas con "comportamientos inteligentes...".
En lo dicho no me asisten dudas que estemos cada vez más
cerca del abismo instalando la fantasía de un mundo que se encuentra más
impredecible de lo que puede abarcar nuestra posibilidad predictiva. La
soberbia ha llegado a su máxima expresión. Lejos estamos, a mi modo de
entender, que lo dicho se asemeja al "paraíso en la tierra" frente a un agobio
incesante que día tras día se profundiza en encontrar una salida.
En alguna medida el rumbo se ha perdido y no se podrá ya con
"ideologías" que en su sentido más amplio significan, además, ocultamiento de
la realidad. Correspondería en ese sentido aclarar algunas precisiones acerca
del concepto aludido. En principio la connotación de Platón cuando hacía
referencia al mundo de las ideas en la Grecia clásica ni tampoco a Hegel máximo
representante del idealismo alemán dentro de lo que en esas concepciones se
pretendía expresar.
Distantes hoy de las pretensiones esgrimidas podríamos en
este sentido abonar diferentes fundamentos históricos que se relacionan con el
mundo de las ideas. No es de momento la intención de ahondar sobre tan
apasionante temática. Estas interpretaciones que nos brindan como método
posible de modelar la realidad luego fueron teñidas por el oscurantismo que
llevaban encapsuladas esas pretensiones de "idealismo".
En su versión más negativa y sin sentido fue la que llevó a
generaciones a perder la esperanza porque, crease o no, las llamadas
"revoluciones" lo único que llegaron a concretar fue tan sólo el cambio de
poder de un sector de intereses sobre otros y nada más. El resto retórica
infundada y como telón de fondo algo de sofística en sentido estricto en tanto
nadie se hace cargo de las muertes (contra valor de la vida) que acompañaron
esos supuestos cambios para proyectos carentes de tolerancia y falta de
libertad (concepto siempre posible de cuestionarse como algunos otros). Más
tampoco dieron la seguridad y estabilidad esperadas. Esa fue y es la deuda
incumplida de los que pretendieron y pretenden anular esa vital necesidad de la
existencia: ELEGIR; y con una falta de absoluta originalidad e imaginación.
Se ignora en principio la triste desolación de consecuencias
impredecibles, y en el intento, lo único que encontramos son paupérrimos
discursos con eufórica convicción cuando la realidad nos muestra hechos que
trascienden argumentos sin sentido. La búsqueda de explicaciones y/o
justificaciones ante la dolorosa realidad con oscuros fundamentos y con cierta
entusiasta resonancia nos muestra lo más patético de las tragedias: el derecho
a la vida es sólo una ilusión perdida entre los falsos intereses que cubren el
horizonte de la más elevada condición: la existencia.
No tengo la certeza, pero si la intuición siempre expuesta a
la crítica retardataria del racionalismo. No obstante, mi formación acompañada
de vitales sugerencias me otorga algunos indicios que todo ello responde a la
simple pero siempre oculta actitud del comportamiento humano: su miseria.
Término, a mi entender, que también ayudaría finalmente en un análisis de
íntima confesión que nos permita admitir porque hay miseria en un mundo bañado
de abundantes riquezas no sólo materiales. Ante esta brevedad de sonoras
señales del quehacer propio e histórico del hombre sería no sólo una insensatez
sino un acto de lamentable irresponsabilidad y pobreza en nuestra propia
condición el uso de cualquier ideología para ocultarlo.
Ha llegado la hora en que, al levantar nuestras miradas,
encontremos en aquellos que nos ven el único sentido que esa breve emoción nos
ilumina si es que todavía alguna luz de esperanza nos aguarda. Sería imposible
tal aspiración si a ella no la construimos dentro de un marco de inequívoca
misión de la Justicia y lo que representa.
"La Justicia como valor es el principio moral de cada
individuo que decide vivir dando a cada quien lo que le corresponde o
pertenece... La Justicia es una virtud que todos los individuos deben poner en
práctica de manera coherente y en busca tanto del bien propio como de la sociedad".
En síntesis: es un conjunto de valores esenciales sobre los cuales debe basarse
una sociedad y la República. Si no partimos de esta premisa fundamental será
imposible cualquier intento sugestivo de vida en común.
La humanidad está en crisis como nunca antes. Hoy, aunque
asoma una velada intención de no querer profundizar causas y consecuencias por
una apatía triste y sin amor se buscan respuestas, entonces, a través de
oscuros caminos guiados por mezquinos intereses desde cualquier postura que intente
lograr -no en soledad- un aporte totalizador porque lejos estamos de iniciar la
superación de este inédito momento de nuestra historia.
Con la angustia e innegables dudas que me acompañan, fruto de un auténtico apetito de búsqueda, siempre incompleta como la propia existencia me cuestiono y les pregunto: ¿seremos capaces de admitir nuestras culpas y limitaciones y aceptar el último desafío por venir?
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