15 de julio de 2020
La
Primera Guerra Mundial: conflictos que se agravan
Pandemias,
epidemias, guerras: la Historia ha estado plagada de sucesos que han enfrentado
a la humanidad al miedo, a la muerte, a las crisis económicas. A raíz de esto,
el Estado (o los Estados) y las personas particulares han ocupado en mayor o menor medida según el caso y el
momento, el centro de debates, demandas, necesidades y anhelos.
La
primera Guerra Mundial conmocionó al mundo del recién estrenado siglo XX: fue
el primer conflicto bélico que implicó a todas las grandes potencias del mundo pero sus efectos se hicieron sentir mucho más
allá. Y Argentina, que lejos estuvo de participar en ese combate, sufrió
también sus consecuencias.
Por
entonces y desde fines del siglo XIX la economía argentina vivía un proceso de
desarrollo y expansión, en gran medida vinculada a sus relaciones comerciales con el mundo
europeo y en especial con Gran Bretaña, adonde se destinaba gran parte de la producción regional. Esto generó un ingreso
nada despreciable de divisas, y como contrapartida, un aumento también
importante de las importaciones para el abastecimiento de una población en
aumento y de insumos para la industria que
en las últimas décadas del siglo XIX mostró ciertos adelantos.
* Las ideas
centrales aquí expuestas están desarrolladas en
Yolanda de Paz Trueba y Lucía
Bracamonte, "Mujeres que piden:
estrategias y concepciones de lo público y lo privado en un contexto de
crisis. La provincia de Buenos Aires
entre 1913 y 1920", en Anuario de
Estudios Americanos CSIC, España, 2020.
Los
años inmediatamente posteriores a 1910, mostraron ya algunas limitaciones en ese
crecimiento experimentado hasta entonces. El arribo de inmigrantes en
cantidades exponenciales así como la acelerada urbanización, que afectaron a la
provincia en forma particular y que habían sido signos de progreso, devinieron
en este nuevo contexto en problemas sociales graves.
La
Gran Guerra cambió las condiciones de los mercados mundiales y se interrumpió
la llegada de flujos de materia prima y
capitales. La crisis económica que esto generó, alcanzó de lleno a la provincia
de Buenos Aires, que había cometido el
error de ser (como el resto del país) excesivamente dependiente de las economías
del mundo.
No
obstante, antes que los efectos de la crisis externa se hicieran sentir, los
problemas financieros y económicos habían comenzado a manifestarse. Desde 1913,
los gobernadores de turno habían tenido que introducir medidas de austeridad para
equilibrar los presupuestos (afectados por más gastos que ingresos a las arcas
fiscales), llegando incluso a rebajar los sueldos de los miembros de la
administración pública. Sin embargo, estas no fueron suficientes y sus
sucesores debieron enfrentar las contingencias de una crisis que se asentó
sobre una economía ya desequilibrada.
Los problemas que
acuciaban al gobierno provincial no fueron ajenos a los de poderes locales, que
debieron articular cierto equilibrio fiscal con la atención de necesidades
sociales nuevas. El desequilibrio era
causado en resumidas cuentas por Estados que debían gastar más de lo que tenían
(en obras públicas e infraestructura para ciudades que se urbanizaban
rápidamente y en sueldos de un funcionariado creciente, contratados a veces por necesidad
de la administración y otras por motivos
políticos).
Los problemas
sociales derivaron de la desocupación y del aumento de los precios. Los
consumidores urbanos se vieron muy afectados por la paralización del incipiente
proceso de industrialización, el incremento del costo de vida por la suba de
precios en los alimentos y productos de
primera necesidad, y en consecuencia la fuerte la caída de los salarios reales.
Es
cierto que la Guerra de 1914 no significó el origen de los problemas económicos y financieros de la provincia de
Buenos Aires, que eran previos como se vio antes. No obstante, el conflicto
mundial los potenció y generó otros. Una de las aristas más evidentes de esa
economía en crisis eran la pobreza y la mendicidad que se exhibían diariamente
en las calles y que la prensa denunciaba insistentemente. A la pobreza
estructural se agregaba ahora la presencia de nuevos pobres, aquellos que
habían experimentado cierto bienestar de la mano del crecimiento de las incipientes industrias y que pasaron a
engrosar las filas de la desocupación estacional.
Los Municipios y la pobreza
En este contexto general, los presupuestos
municipales de localidades del centro de la provincia de Buenos Aires se vieron
exigidos por demandas para desarrollar obras de infraestructura en
ciudades que crecían rápidamente cuando
la crisis económica complicó la recaudación impositiva. Por ello, casi
paradójicamente, muchas medidas de los funcionarios a cargo de la gestión
debieron procurar el alivio de los contribuyentes ajustando los gastos
programados en relación a unos ingresos públicos que disminuían.
Tal fue así que en 1913 el Concejo Deliberante de
Tandil había promovido la toma de algunas medidas para abaratar la carne que consumía la población,
ya que como decía el Intendente Antonio Santamarina tiempo después, era
grave el aumento de precios y las
dificultades que tenían las familias trabajadoras para acceder a los artículos
alimenticios en general y en particular a aquellos considerados de primera
necesidad para el abastecimiento del hogar.
Por ello, había hecho gestiones con el gremio de
panaderos y la gerencia del Molino del Sud, para obtener una reducción en el
precio de la harina y del pan. Al mismo tiempo, mencionaba
la intención de establecer ferias francas para proveer alimentos a menor costo, medida que también se buscó tomar en Azul años
después, y que complementaba al establecimiento por esos años de los
mercados municipales.
En 1916, el intendente Ángel Pintos de Azul mostró
su preocupación por la cuestión impositiva y se hizo eco de la compleja
coyuntura por la que debía transitar su comunidad por motivos similares que la
localidad vecina. Por ello pidió al Concejo Deliberante autorización para
reducir deudas de impuestos municipales a contribuyentes que fueran dueños de
una sola propiedad. A fines de ese mismo año sugirió también la posibilidad de
reducir algunos gravámenes a aquellos trabajadores que se dedicaban a la venta a
domicilio de artículos de primera necesidad con la intención de abaratarlos en
lo posible. Con esta medida buscaba proteger y favorecer al mismo tiempo a vendedores
y consumidores.
En síntesis, la crisis afectó a los más pobres y
creó nueva pobreza derivada de la suba de precios de productos de primera
necesidad y la desocupación creciente.
Ante esta situación se observa un interés incrementado en el ámbito municipal
por la situación económica y diversas medidas fueron puestas en práctica
durante todo el periodo para paliar esta coyuntura. Gestionar una baja de
precios de productos de primera necesidad y una accesibilidad mayor a ellos
para los sectores empobrecidos, organizar ollas populares, propiciar el
establecimiento de ferias francas y de los mercados municipales, fueron medidas
tomadas con ese objetivo.
Sobrevivir:
las mujeres pobres ante las autoridades
Esos
contingentes de pobres estaban compuestos por trabajadores que, mencionados en
masculino, nos ocultan a gran cantidad de mujeres solas y con hijos a cargo que dependían, igual que los varones, de
trabajos inestables y de ingresos exiguos para pagar por comida cada vez más
cara. Y es por ello que nos preguntamos ¿cómo resolvían sus
necesidades, cómo y ante quien
reclamaban esas mujeres del interior de la provincia de Buenos Aires?
Las
sociedades de beneficencia que desde fines del siglo XIX venían funcionando en
estos lugares, siguieron haciéndose cargo de situaciones puntuales que tenían
como destinatarias mayormente a madres solteras y ancianas/os. Lo hacían por
ejemplo pagando alquileres de quienes no podían afrontarlo, algún tratamiento
médico, repartiendo ropa, calzado, medicamentos, y con un sin fin de acciones más a través de
sus asilos de huérfanos y huérfanas que, desde la lógica de la caridad tradicional de corte católico,
llevaban alivio a los más desamparados/as.
Pero
muchos actores sociales encontraron por la misma época otras maneras alternativas
a veces combinadas con las anteriores para subsistir en épocas de pobreza
cuando mantenerse a sí mismos y a sus hijos se tornaba una tarea aún más dura. Para
esos sectores los municipios y sus representantes (Intendentes, Concejales) encontraron
maneras como las antes descriptas de intervenir controlando precios e
intentando llevar alivio a las "pobres mujeres" como las denominaba en 1918 el intendente Maritorena de Tandil, que día a día según relataba, se
acercaban a su despacho a solicitar algún alivio a su situación de pobreza.
Los
Defensores de Menores, también funcionarios municipales, fueron de los más
requeridos por las familias pobres o
solo mujeres que se presentaban ante ellos para pedir la entrega de sus hijos menores argumentando
siempre situaciones precarias derivadas de la soledad, la viudez, el abandono o
la simple pobreza. Pedidos de este tipo que preceden con mucho al tiempo de
esta coyuntura de crisis pero que persistieron en el tiempo, solían poner en marcha mecanismos estatales de
asilo o distribución de menores en casas de familia.
Pero también algunas mujeres encontraron otro
camino para pedir que además denota
otras intenciones: buscaban dinero para
asegurar su propia subsistencia y en otros casos la formación para el trabajo
y, a partir de ello, el alejamiento de la pobreza coyuntural y la posibilidad
de un ascenso social. De ese modo, a resoluciones de auxilio emanadas de la
voluntad de los concejales y los intendentes o de las mujeres de las sociedades
de beneficencia locales, se agregaron respuestas favorables y desfavorables a
solicitudes específicas provenientes de mujeres trabajadoras de estratos bajos.
Un
tipo de peticiones eran las de quienes rogaban para sí mismas asistencia
económica del municipio en razón de su pobreza, viudez y/o ancianidad, por
medio de pensiones. Otras mujeres, también de escasos recursos, buscaron a
través de la formación una manera de cambiar a más largo plazo su situación
económica personal y/o familiar. Por ello, niñas y jóvenes solicitaron en
primera persona o por intermedio de otros, becas que les permitieran estudiar
en las escuelas normales y formarse como maestras, en los conservatorios de música o incorporarse
a la Escuela de Parteras de La Plata. Si bien no podemos ignorar que en las
décadas anteriores había concesiones de este tenor en todos los partidos, estas
tenían carácter esporádico. En el periodo considerado adquirieron una
regularidad un poco mayor que se iba a prolongar durante la década de 1920.
En
esa línea, puede inferirse que, al menos en algunos sectores, existía una idea
del Estado como proveedor de socorro económico al que se podía acceder. Así, lo
que se observa es que tempranamente y sin perjuicio del trabajo que realizaban
las mujeres benefactoras, las trabajadoras pobres, tomaron parte en ese proceso
de interpelación generalizada a los municipios y procuraron influir sobre
decisiones ejecutivas y legislativas en lo que hacía a lo que ellas consideraban justo. Claro que
también es factible que la apelación al ámbito estatal fuera solo una de las
herramientas en manos de estas mujeres pobres, cuyas estrategias de
sobrevivencia potenciales incluían redes de solidaridad parental, vecinal y
amical; interacción con asociaciones e instituciones de beneficencia y un
usufructo de los espacios que añadía o sostenía el Estado, como las ollas
populares, las ferias francas y las entidades educativas.
En síntesis, además de las benefactoras, también
las trabajadoras pobres pedían auxilio estatal, en su caso, para asegurar su
propia subsistencia y la de sus familias a corto y largo plazo. Si bien esto no
era novedoso, en esta etapa las solicitudes se incrementaron en términos
absolutos y encontraron -posiblemente estimulados por la difícil coyuntura
económica y social que enfrentaron- canales del Estado abiertos al menos a
recibirlas y darles tratamiento. Sin embargo, aunque a veces obtuvieron
respuestas positivas, se trató de cuestiones puntuales que no se tradujo (aun)
en un cambio más profundo de prácticas desde la política. Tanto las iniciativas
tomadas como las respuestas positivas dadas, se insertaron más en la coyuntura
que en una transformación en la manera de entender su función en relación a la
cuestión social.
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