OPINION. La Unicen, sus tesoros y los caminos

De cara a la gente, el secretario periodista utiliza su encendedor de modales amables y habla de La Fotografía. El hornero de la palabra toma la posta y empieza a caminar. En la biblioteca Rivadavia observa los ojos de un hombre ciego que hace poco preside la institución de la luz y celebra con orgullo sus primeros pasos en la gestión: inaugurar un sistema de lectura para otros como él.

Desde un mueble viejo salta a la mesa "La Historia de un esfuerzo" del Maestro Daniel Pérez. La portada es un tramo de la décima de Alfredo Zitarrosa: "no hay cosa más sin apuro que un pueblo haciendo la historia, no lo seduce la gloria, ni se imagina el futuro, marcha con paso seguro, calculando cada paso y lo que parece atraso suele transformarse pronto en cosas que para el tonto son causa de su fracaso".

Cuando el escribiente toma nota del hallazgo, interrumpe su teléfono. Al otro lado habla el creador de las Olimpíadas universitarias Mario Marcuzzi que empieza a desempolvar otras fotos grabadas en el alma. "Cuando organizamos los partidos de fútbol en el estadio San Martín los directivos se preguntaban por qué caía un solo paracaidista si habíamos contratado dos para el show. Ni se imaginaban que uno de los tipos había volado para Las Tunitas asustado por los piedrazos que le sacudían algunos estudiantes jodones", recuerda y ríe el incansable emprendedor de La Barrial y de la vida.

Como en Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, las páginas y los recuerdos crean el fuego y la pasión ocupa todo el cielo. El medio siglo de la gesta de Osvaldo Zarini, Alberto Taquini y otros locos se empieza a sentir. El pasado de la Universidad nacional con arraigo regional es un volcán acechando con más tesoros y caminos.