10 de abril de 2023
La inteligencia artificial -IA- hoy entra en los medios por la puerta grande, pues en Bélgica ya se cobró una víctima. En los últimos tiempos una serie de expresiones y sintagmas referidas a la IA recubre el tema con dichos y términos totalmente imprecisos y falsos, generando escándalos, asombros, ignorancias y hasta pánico.
En principio, el término "inteligencia" ni siquiera tiene el status de concepto, a pesar de los esfuerzos de Jean Piaget quien durante toda su vida buscó una lógica genética de la inteligencia que, aun así, quedó en el camino. Puede que haya una Psicología de la inteligencia, pero "inteligencia" es un constructo tan vacío como "mente". Al respecto lo único que se puede sostener es que tanto la mente como la inteligencia son tributarias de todas las especies vivientes, por cuanto éstas se adaptan al ambiente donde viven.
Para la gente en general, la inteligencia sirve para diferenciar una persona de otra, pero aunque se le atribuyan miles de virtudes nada prueba una medida de inteligencia y se cae en disquisiciones sobre un basamento meramente empático o antipático, es decir, segregativo.
Como remate a lo que se llama "inteligencia", cuando en una de sus visitas a Norteamérica el famoso psicoanalista Jacques Lacan fue interrogado sobre la inteligencia, su respuesta dejo patitiesos a Quine, Chomsky y otras celebridades de las ciencias en el MIT de Massachusetts. La irónica respuesta fue "ustedes dicen que la inteligencia sirve para que las cosas anden. Pues yo ando con mis pies, por eso estoy seguro de que pienso con ellos. Nada me ha demostrado lo contrario y eso que he visto cientos de cerebros".
Para el amante y para el científico la inteligencia puede ser un fetiche, un poder de atracción irrefrenable para el primero, un interés productivo para el segundo. Inclusive desde hace años existe un test norteamericano que pretende puntuar la inteligencia. Se llama Wisc y su comprensión requiere varias áreas que dan un resultado para el momento pero no contempla la historia ni el proceso y, en tal sentido, es pura inspiración anglosajona.
Con todo esto, hoy el mundo está frente a la presencia de una IA que, como tal, es producto de lo que los viejos periodistas llamaban "refritado" por cuanto parece que reúne todos o casi todos los algoritmos de una manera no binaria, para -como en el coro de la tragedia antigua- llegar a una mímesis sin identidad ni persona, pero con voz y poder de resolución sin juicio subjetivo ni moral.
Sobre el tema, un precioso trabajo del filósofo Giorgio Agamben publicado en su libro Desnudez (Adriana Hidalgo Editora, 2011) que lleva como título Identidad sin persona, anticipa el movimiento que está alterando al mundo por el quantun de información y los modos de obtenerla que se ponen en juego. Sin referirse directamente a la IA, Agamben analiza los sistemas de seguridad basados primero en la foto, luego en datos biológicos que comenzaron en Francia e Inglaterra a mediados del siglo XIX y tuvieron su manifestación en la clasificación por huellas digitales aún en uso. Esos métodos continúan con los dispositivos de videovigilancia, que ya no son solo para delincuentes sino que toda una ciudad queda bajo el ojo del Estado.
Por primera vez en la historia de la humanidad, la identidad de una persona pasa a ser vacía y anónima, pues solamente los datos biológicos y genéticos determinan la identidad. Ese proceso por el cual la persona humana queda reducida a lo biológico es comparado por Agamben con la situación de los deportados a los campos de exterminio durante la Segunda Guerra Mundial, a quienes se les negaba el nombre y la nacionalidad: solo los identificaba un número marcado a fuego en el brazo.
En nuestro país, la identificación biométrica con la reciente ley de historias clínicas digitalizadas otorga el marco a la ID, que ya está a pleno cuando en una radio el último en retirarse cierra la puerta y enciende el programa de música hasta el otro día. El locutor remplazado por la máquina. Claro que esa música será una identidad sin nombre ni persona.
Ninguna inteligencia digital, fractal, binaria, virtual o artificial podrá asumir que en nuestra existencia de seres hablantes gozamos cuando lo hablamos, allí donde lo que goza es el cuerpo.
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