11 de junio de 2019
La fría crónica dirá que en las primeras horas de la tarde de hoy, martes 11 de junio, dejó de existir Francisco Alberto Lester. La realidad, en cambio, deberá decir que se fue uno de los políticos más importantes que tuvo la ciudad en la vuelta de la democracia y un dirigente de gran valía.
Una rara enfermedad que lo aquejó en las vías respiratorias llevó a que fuera internado hace varios días atrás en el Sanatorio Tandil y no pudiera recuperarse, a pesar del esfuerzo de los facultativos.
Francisco Lester mamó la política desde la cuna. En su hogar se respiró peronismo y él supo asimilar lo mejor. Acompañó a su padre cuando ganó la intendencia de la ciudad en 1973 y se sufrió con el golpe de estado lo derrocó en 1976, aunque nunca tuvo resentimiento para con Julio José Zanatelli, quien encabezó aquella destitución.
"El era un comisionado, no tenía tropa. Una cosa es lo que cuenta la historia política y otra muy distinta la que vivimos nosotros con nuestra familia que sabemos lo que sucedió", decía cuando se lo consultaba sobre lo sucedido aquel 24 de marzo.
Si bien fue secretario de Gobierno en Lomas de Zamora, en nuestro terruño se lo recuerda por su paso por el Concejo Deliberante. Primero trabajando en la banca después de haber ganado las elecciones en 1985 con la lista del justicialismo.
Cuatro años más tarde, ya con Gino Pizzorno en la intendencia, encabezó la boleto peronista y esa victoria le valió que fuera elegido presidente del cuerpo deliberativo, cargo al cual debió renunciar tras una trapisonda con vales de nafta de la que quisieron culparlo y, tiempo después, la justicia determinó que un radical fue quien cometió aquella maniobra.
Nunca tuvo rencor con los "compañeros" que sacaron ventaja de ese inconveniente y no lo apoyaron cómo merecía. Al contrario, fogonearon su renuncia para apoderarse de la presidente del Concejo.
Ahí empezó el final de su carrera política, para comenzar a disfrutar más tiempo junto a su mujer Ana María Torrent (fallecida en 2017), de sus hijos Maximiliano, Nicolás y Ezequiel, y con el paso del tiempo de sus nietos.
Además, compartió con sus amigos. Fue habitué de muchas mesas de café, donde dejó plasmada su bonhomía y calidez humana. Con la noticia, a muchos se les hará un nudo en la garganta y recordarán los grandes momentos vividos con ese personaje que no estará presente entre ellos, pero que siempre será recordado.
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