17 de septiembre de 2015

Sociedad

Sociedad. En saco ajeno

LAS REINAS DE FACEBOOK Una de las puntas para desmadejar del ovillo de las ferias hay que buscarlas en la red social creada por Mark Zuckerberg. Facebook ha sido una de las herramientas que permitió el crecimiento exponencial de esta actividad, al punto que son numerosos los eventos de venta de segunda mano que se anuncian en ese universo. Una búsqueda rápida permite encontrar 30 ferias americanas activas, pero si se empieza a buscar con otros nombres el resultado sigue creciendo. "Tuve un negocio de indumentaria de marca y no me fue bien. Hay que mantener una estructura carísima y vivís para las marcas, que te marcan el ritmo de trabajo y terminás con poco margen de decisión. Cuando finalmente cerré me quedó un montón de stock así que se me ocurrió armar una página y tratar de venderlo por Facebook. El resultado fue genial", le cuenta a El Diario de Tandil Pilar, quien pasó de un negocio en pleno centro a vender el remanente en el living de su casa, usando la red social como medio de comunicación para atraer a potenciales compradores. "¿Que cómo me fue? Vendí todo y además, como me habían quedado tantos contactos que me preguntaban si iba a seguir trayendo cosas pero ya no podía comprar a los proveedores, se me ocurrió armar una feria americana y todavía sigo vendiendo para hacer unos pesos extra que me vienen muy bien". El stock de las ferias generalmente se compone de artículos usados en muy buen estado. Al menos, todas las entrevistadas en este informe hicieron hincapié en esa cuestión. Para tomar una prenda o calzado en consignación debe estar impecable. "Para decidir qué acepto para la venta, en el caso de la ropa, solo vendo cosas que me pondría yo misma", relata Lucrecia, que administra una feria americana en Villa Italia desde hace dos años. Su esposo trabaja en una distribuidora de alimentos y esa actividad le permite tener dinero "para mis gastos, para la peluquería o comprarme ropa, es una ayuda para la economía familiar y es bárbaro porque lo hago en casa, una vez a la semana y no necesitamos contratar una niñera para cuidar a los chicos". REDES DE INTERNET Y REDES HUMANAS El mayor desafío luego de decidir la apertura de una feria americana consiste en obtener un buen stock inicial. Una feria montada sobre lo que uno tenga de sobra está llamada a fracasar. Hay que conseguir variedad de artículos y, lo más difícil, mantener el interés de los compradores potenciales renovando la mercadería a medida que se va vendiendo para que los clientes regresen, además de apuntar a compradores nuevos. Facebook es un gran medio para promocionar la venta pero conseguir artículos en consignación es una tarea más compleja y requiere, en casi todos los casos, recurrir a redes de conocidos y amigos. Mientras más edad tienen las encargadas de estos espacios utilizan menos la red social virtual y más la del mundo material para promocionarse. Pero hay algunas que están en lugares estratégicos como avenidas o calles de mucho tránsito. En esos casos las ferias tienen tal visibilidad que ya es como si fueran un comercio con todas las de la ley, al menos en lo que refiere al conocimiento que de ellas tienen las personas. En estos casos funcionan de forma diferente a las que se organizan a través de Facebook; están abiertas sobre una base de regularidad en determinados días y horarios y, por otra parte, son más flexibles al recibir los artículos en consignación. En estas ferias la premisa parece ser recibir más productos, aún cuando no sean de excelente calidad pues la diferencia de estos lugares se hace por la cantidad de ventas antes que por la calidad de productos a precio más elevado. MIENTRAS LLEGA LA JUBILACIÓN Es evidente que no cualquiera pone una feria americana, en el fondo, hay que tener alma de comerciante. Así dice Mabel García Serén quien, al igual que Pilar, estuvo detrás del mostrador toda su vida adulta. Durante años al frente de su polirrubro en avenida Colón y en el último tramo antes de iniciar el trámite de la jubilación trabajó en un negocio de venta de productos saludables. Hoy, su casa de Las Heras 1394 alberga una de las cuatro ferias americanas que se ven en los alrededores de su domicilio. “Esto ocurrió siempre y nosotros lo copiamos de Estados Unidos, es súper moda en otros países y ahora también en el nuestro”, explica, y asegura que comenzó con el emprendimiento hace dos meses: “Entonces empezaron a acoplarse amigas que fueron trayendo sus cosas, antigüedades, ropa usada casi nueva o directamente nueva de alguna boutique que cierra y me la trae. Tengo esa exigencia con respecto al estado de la ropa, tiene que ser nuevo o casi nuevo”. Los martes y miércoles de 9 a 17 su patio se transforma, cada feriante ocupa un lugar y sobre tablones y caballetes exhiben los productos. Es un lugar de venta pero también de encuentro. “Antes íbamos a tomar un café, ahora nos encontramos dos días todas las semanas, tomamos mate y conversamos acá”. Pero aclara que, además de la cuestión social, ella sostiene la feria como modo de vida: “Cumplí 60 años, la jubilación no llega y para mí es una forma de vivir. Alrededor de esta hay unas cuantas y son chicas muy jóvenes que también lo tienen como modo de vida, no como hobby”. “Se pueden conseguir cosas muy lindas, de buenas marcas, algunas reconocidas y a buen precio, que es muy importante y es lo que busca todo el mundo, los que tienen dinero y los que no tienen buscan eso, buen precio”. Sobre este punto señala que las ventas oscilan entre los $20 y los $125, aunque un pantalón nuevo de una casa que haya cerrado puede costar $300. Dice que la feria se armó casi por sinergia. “En principio me puse a elaborar cosas como por ejemplo almohadones que ahora están de súper onda, luego trabajos en crochet pero en totora que es un producto más grueso, luego surgió lo de la ropa cuando una conocida cerró un negocio y pensé que lo podíamos poner a la venta. Después invité otras chicas porque sabía que iban por varias ferias de Tandil llevando sus productos y así empezaron a surgir los contactos. Plantas, ropa, contacto con gente que cierra negocios y nos traen ropa nueva. Ahora tenemos hasta perfuminas para ropa y ambientes y también productos sanos como la miel pura que viene de los campos de Chillar”. “Este –insiste Mabel- es mi modo de vida hasta que llegue la jubilación”. Durante sus años de kiosquera participó de otro fenómeno más ligado a la economía de subsistencia que al comercio tradicional. Se llamó “El Club del Trueque”. Corrían los 90 y la economía formal estaba al borde del colapso. “Fueron años difíciles, escaseaba el trabajo y resurgió el trueque. Se organizaban ferias en varias ciudades, incluso aquí en Tandil. Comprábamos y vendíamos con los créditos de la Red Par, que era la moneda del trueque. Este auge de las ferias y las ventas domiciliarias quizá tiene que ver con eso también, con la situación económica que obliga a rebuscarse”. UNA FERIA TOP Entre las ferias que venden exclusivamente prendas de vestir y calzado hay de todo; las hay populares pero también más elitistas. Sabrina y Soledad inscriben su emprendimiento en esta última categoría. Se llama “Venta de Clóset” y bajo ese nombre utilizan Facebook y su red de contactos de WhatsApp para difundir los días de venta, una vez por mes, generalmente durante dos o tres días y aprovechando los feriados. “La idea es que quienes participen traigan lo que ya no usan para venderla, pero tenemos como requisito que la ropa tiene que ser de marca y en buenísimo estado. Nosotros les ponemos el precio que las dueñas nos dicen y nos quedamos con el 30 por ciento”. El monto que recaudan por ventas totales en cada feria puede alcanzar los $50 mil y nunca es menor a $40 mil. A pesar de ese mecanismo de trabajo, relata que “también manejamos precios orientativos, porque si viene alguien con un pantalón y pide $1000 pero en el local vale $1200 nuevo, la gente va a preferir comprarlo ahí y pagarlo en cuotas con tarjeta y no se va a cumplir la premisa de esta feria que es vender, sacarte de encima eso que ya no usás y con la plata poder comprarte algo nuevo. No se trata de regalar las cosas ni de pretender vender a un precio muy alto, le tiene que convenir a quien compra y a quien vende”, explica con impecable lógica. En este punto surge la idea de que el producido de la venta va a parar otra vez al comercio formal, porque la gente pone unos pesos más y se compra el modelo de la nueva temporada y recupera algo de lo que pagó por la prenda que ya no quiere usar. Pero también están quienes llevan su ropa a la feria y van a comprar prendas usadas. "Tenemos una clienta que dice que la ropa tiene que rotar y me parece una buena idea”. Las socias marcan una diferencia con las ferias americanas o ventas de garaje, aunque en el fondo, reconocen que se trata de la misma mecánica, lo que cambia "es que acá vendemos ropa de marca". La feria, que funciona en un primer piso de la calle Alem entre Belgrano y Pinto, surgió a la luz de las ventas de clóset, tan frecuentes en Buenos Aires. “Allá se estila hacer ventas de clóset de gente famosa. Por ejemplo, tenés un jean que usó Susana Giménez, o un par de zapatos de Florencia Peña, copiamos el concepto aunque acá las cosas no son de gente famosa. El enganche es que son cosas de marca y en muy buen estado a precio súper conveniente”. La actividad comienza a las 10.30 y se extiende hasta las 18.30. En ciertos momentos del día se congregan muchas personas y todo se vuelve caótico.  Sin embargo, la única que vez que sufrieron un robo no fue de una prenda en venta. “Teníamos el probador en la habitación y se robaron un sweater de Juli Del Potro (hermana del tenista) que había venido a darnos una mano con la logística. Después de eso pusimos el probador en el baño de servicio para poder tener a la vista a todo el mundo. Tenemos todo anotado, con códigos y precios, nunca nos han faltado prendas salvo ese incidente que te conté”. Las socias reconocen que en las redes sociales hay grupos de compra y venta, algunos abiertos y otros cerrados, también otros que son específicos como cochecitos de bebé, o grupos de madres de jardín que intercambian cosas, que hacen trueque, “pero como la nuestra no sé si hay otra”, dicen, con cierto orgullo. ¿Y los precios? Bastante acomodados para ropa de primera marca en muy buen estado. “Un pantalón cuesta $350 cuando nuevo puede estar en $1400. Remeras que salen $800 se venden por $200. Zapatos por $600 y a lo mejor en la temporada pasada los pagaron $2000. Hay algunas cosas más caras, pero ese es el promedio”. Otra vez, surge la certeza de que el universo de las ferias americanas es femenino. “Los hombres no traen ropa para vender, pero los que vienen a acompañar a sus novias, esposas o hermanas nos preguntan cuándo vamos a tener para ellos. El varón es distinto porque no es de cambiar la ropa, la usa hasta que la rompe o, como mucho, la regala. En cambio a las mujeres nos encanta intercambiar ropa. Y bueno, ni hace falta decir que nos encanta ir de compras. Nos gusta revolver, podemos estar toda una tarde buscando, el hombre es más directo, entra, elige, paga y se va, en diez minutos”. UNA VUELTA DE TUERCA Los estadounidenses son los inventores de las ventas de garaje. El cine y las series nos han puesto en conocimiento de ello. Una sociedad consumista con dinero para comprar termina acumulando bienes que no usa. La necesidad de hacer espacio para seguir acumulando nuevas adquisiciones desemboca en estas ventas informales. Pero, si en plena era de Internet hay tantas herramientas para vender y comprar por esta plataforma, ¿por qué los norteamericanos no las utilizan? Eso se preguntaron en Tandil Nicolás Bayerque, Pablo Orlando e Iñaki Abete, quienes desarrollan software desde hace más de 10 años. Así descubrieron que “los yanquis son compradores compulsivos porque tienen el dinero y las facilidades para serlo, se compran un Iphone, lo usan menos de un año y ya compran el nuevo modelo, así hacen con todo y terminan acumulando productos, sobre todo tecnológicos, que no usan”, explican en un primer piso de 9 de Julio, donde comparten oficinas con otras empresas de software. Pero no solo son consumidores ávidos de todo lo nuevo; también detestan hacer todo el trámite de cargar datos en una plataforma de compra venta como Ebay, tomar fotos de los productos, hacer el seguimiento de las ofertas, embalar los productos y enviarlos. Con esos datos y después de crear tantas plataformas y soluciones web para terceros, decidieron apostar todo a un proyecto propio que busca sumar valor al modelo tradicional de comercio electrónico. Así crearon Thegoneapp, un servicio que permite a los usuarios deshacerse de cosas que ya no quieren tener más, pero sin tener que ocuparse de toda la gestión para la venta. Alcanza con enviar un mensaje describiendo el producto, y Gone! se ocupa de ir a buscarlo, publicarlo online, embalarlo y enviárselo al comprador, a cambio de una comisión cobrada al vendedor. Todo esto gestionado desde las oficinas en Tandil. El servicio arrancó en las ciudades de San Francisco (California) y Austin (Texas) y luego empezó a crecer. Hoy, mientras en Tandil proliferan las ventas de garaje, en el país donde nacieron hay cada vez menos gracias a una empresa que opera desde Tandil. Una paradoja con lecciones sobre subsistencia, capitalismo y globalización. Cáritas, la iniciadora “Como todos los meses, en la sede de Fuerte Independencia 345, se realizará la gran venta solidaria de ropa, calzado, artículos del hogar, colchones, camas, heladeras, televisores, y varios usados”. El escrito es el mismo desde hace años.   Podrá cambiar el día, pero mes a mes la gente de Cáritas del Santísimo Sacramento se junta en el inmueble que está frente al Teatro del Fuerte y ahí recibe a ciento de tandilenses, ávidos por adquirir lo que venden. Antes de esto, claro está, hay un trabajo de selección, de preparación y hasta de reacondicionamiento de algunas prendas. La idea es que todo esté impecable para que quienes concurran puedan comprar sin sorpresas. Además de la venta mensual, también hay actividad los lunes y miércoles a la tarde para la comercialización, mientras que los martes y jueves concurre gente a requerir diversa vestimenta o elementos que la ciudadanía arrima al lugar. Todo es producto de donaciones que reciben como expresión de servicio en la Iglesia y destinadas para acompañar, en sus variadas demandas a los miembros de la comunidad que no pueden lograrlo por sí mismos. Lo que lleva la gente es mayoritariamente “ropa ó útiles varios” y las damas que trabajan en el lugar, reconocen que “se pide que estén en buenas condiciones de higiene y uso. Primero se atiende la demanda de los más necesitados, de aquellos que no pueden comprar y, después, se deja el resto para la Venta Solidaria. Las necesidades son muchas y se cree que se atienden 200 y 220 personas por jornada, a quienes se les satisfacen las necesidades urgentes en lo que respecta a lo que tienen a su disposición. Después lo que resta, queda para la venta. El hecho de que todo provenga de la donación hace que los costos sean muy económicos y “te podés llevar un traje por 50 pesos”, cómo nos reconoce Paloma Cabana una de las incansables colaboradoras que tiene Cáritas. Mucha gente sabe del esfuerzo que se realiza y conoce la obra que llevan a delante desde la Parroquia, por lo cual suelen “dar más plata que lo solicitado y se toma cómo una donación”. Esta Venta Solidaria (aclaran que no es un Baratillo) lleva “alrededor de 16 ó 17 años” y con la recaudado “hacemos frente a los distintos proyectos que llevamos adelante desde Cáritas”. Paloma Cabana quiere dejar en claro que “acá lo primero es la gente que necesita. Nosotros recibimos donaciones pero no todo lo vendemos. Primero abastecemos a quienes vienen a pedir”. En tal sentido, pone como ejemplo que “si un día llegan tres televisores y hay tres familias que los necesitan se los damos. En cambio, si no hay pedidos y viene gente los puede comprar”. Las ventas de garage No incomodan las ventas de garage porque “es un modo de vida de la gente” y reconocen que “así como nosotros podemos solventar y concretar nuestros proyectos, ellos encuentran un modo de subsistencia” Es más, desde la Parroquia, no creen que “debamos aumentar el costo de las prendas por miedo a que las compren y las lleven a vender a casas particulares”. Por eso, todavía puede comprarse un pantalón a 20 pesos y hay un sinfín de productos a valores que en ocasiones pueden resultar hasta irrisorios. En otras de las Cáritas que existen en la ciudad, el voluntariado hace una tarea similar al que se desarrolla en el Santísimo, aunque no se tenga tanta frecuencia en lo relacionado a la venta. Las consultas realizadas desde este Semanario, no arrojaron demasiadas novedades y lo principal es que “no se tocaron los precios por la aparición de las ferias”. Una de las presentes en uno de los principales barrios de la ciudad, expuso que “cuando empezamos a darnos cuenta sobre la posibilidad de que adquirieran ropa en nuestras ventas y después la pusieran en exhibición en otros lugares, alguien tiró de aumentar los precios pero eso es imposible porque nosotros no podemos encarecerles las cosas a quienes lo necesitan y no estaría dentro de lo que es la labor solidaria que pregonamos”.

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