Es una verdadera epopeya que el peronismo haya llegado siendo competitivo a esta instancia de balotaje. Pocos se hubieran animado a hacer este pronóstico un año atrás, cuando muchos descontaban que Juntos por el Cambio volvería a ser gobierno. Sin embargo, eso no sucedió. El pueblo -que tiene memoria- no acompañó en la primera vuelta al macrismo y hoy la mayoría de las encuestas vaticinan un empate técnico entre nuestro candidato Sergio Massa y Javier Milei. 

A muchos nos cuesta entender cómo tanta gente se inclina por un candidato improvisado, negacionista y con propuestas económicas inviables. Es evidente que la fragilidad económica -aquello de "es la economía, estúpido"- ha mal predispuesto a un electorado hastiado de tantos contratiempos. 

Sin embargo, Sergio Massa, en condiciones adversas, logró dar vuelta algo que era muy difícil; primero con su indiscutible liderazgo se puso al hombro la campaña y sintetizó las diferencias internas. Luego, con audacia implementó medidas económicas muy efectivas (la devolución del IVA y la eliminación del Impuesto a las Ganancias, entre otras) que dieron la señal de que con él pueden cambiar las cosas. 

Y hoy tomó la posta de representar a la ciudadanía más allá de las fronteras del peronismo y propone un gobierno de unidad nacional que exprese a todas las campanas de la sociedad. Cómo dijo en el debate: ahora hay que elegir entre Javier Milei y Sergio Massa.  

De cara al futuro que empieza este domingo Massa no es el candidato que se desdice. Es el candidato de la certidumbre, el que conoce la administración del Estado para lanzar iniciativas sólidas, concretas, desde reducir a cero las retenciones a las economías regionales hasta la puesta en marcha de un millón de créditos hipotecarios a partir de enero de 2024.

El domingo debe ser un punto de inflexión. Argentina tiene todo para salir adelante y necesita una dirigencia madura a la altura de las circunstancias. El negocio de la grieta solo les sirve a los que quieren volver a poner al país de rodillas con políticas que nunca funcionaron. Ni acá ni en el mundo. Debemos tener memoria cuando vayamos a las urnas.