18 de mayo de 2025
En la Ruta 74 km 231 se encuentran un tambo ovino y almacén que saben cómo arropar a los recién llegados
por
Noelia, de Tandil A Gusto
"¿Qué
podemos comer?", con esta frase comencé mi viernes al
mediodía. Las intimidantes nubes no daban lugar al entusiasmo y la hora
continuaba corriendo.
Emprendimos el improvisado viaje en auto y
pronto nos encontramos en la ruta yendo hacia allí, pero aún no lo
pronunciábamos. Hasta que uno de nosotros soltó "¿y si comemos algo en Cuatro Esquinas?".
Automáticamente me bombardearon los recuerdos
de aquel almuerzo vivido, donde los niños correteaban alrededor de las mesas con
manteles de hule y otros señalaban entusiasmados con sus pequeñas manos las
ovejas que se encontraban junto al almacén.
Cuando abrimos la puerta de madera pintada de
verde, una campanita sonó alegremente para darnos la bienvenida. Un joven
hombre, se encontraba apoyado sobre el mostrador esperando su comanda.
Entonces, Julieta se presentó vivaz, y ayudó al visitante a elegir uno de todos
los quesos que proponía el lugar; decía "este, por ejemplo, es queso halloumi y
tenés que cocinarlo, este otro no, simplemente lo servís, así como está". Su tono de voz y conocimiento demostraban
profesionalismo, "este queso con aceite de oliva y un poquito de orégano es
espectacular" decía con firmeza.
Supimos que preparaban sándwiches y Julieta
sugirió acompañarlos con unas empanadas. Nuestra
comanda: un sándwich de milanesa de ternera, un sándwich con manteca, jamón
crudo y queso, una empanada de carne y otra de cebolla y queso.
Mientras esperaba la comida, y Julieta silbaba
preparando todo en la cocina, supe que no podía dejar pasar la oportunidad de
sacar mi agenda y comenzar a escribir. ¿Cómo
no hacerlo, si este almacén me abrazaba y me susurraba al oído? nos
charlaba desde cada oscuro rincón. Silenciosos objetos volvían místico el
lugar: utensilios, libros, herramientas, faroles a kerosene, vajilla antigua,
cartelería, colección de monedas y tentadores quesos entre otras cosas, me iban
envolviendo para arrastrarme a ese nostálgico mundo de simplicidad. Un jabalí y
un ñandú que colgaban en la pared, vieron a Julieta arrimarse a nuestra mesa
con las empanadas que así hablaban:
El jugo de la empanada salía por encima
haciendo un "charquito" que no sabía de insipidez y vergüenza. Hilos de queso y
cebollas caramelizadas se enredaban en la contienda dejando un claro mensaje: hablamos de gusto sin titubear. La
empanada de carne tenía la sazón justa y no era ni muy dulce ni picante, ambas
empanadas envueltas en suaves y finas masas.
¡Qué lo disfruten! Dijo Julieta y continuaba
animando la mesa, ésta vez, con los sándwiches de 4 Esquinas. ¡Qué cara tiene el pan! solté. Tibio y
crocante pan que cubría la milanesa que para mi sorpresa tenía fetas de jamón y
queso que lo volvían más robusto. El
queso del sándwich de jamón crudo se había derretido para mayor deleite y cada
producto me brindaba una sentida caricia. Demostraban que podían ser
preparaciones simples y que, al mismo tiempo, tenían toda la intención de cobijar incluso, hasta el corazón más
rígido.
Mientras un folklore sonaba de fondo, Julieta
nos comentó que los fines de semana, el almacén ofrece platos elaborados y que
se debe reservar para asegurar la mesa. Dijo ser la tercera generación que
lleva adelante este proyecto familiar de tambo ovino y almacén, y mientras
mencionaba distintos productos como quesos de oveja, dulce de leche, yogurt y
ricota entre otros; su rostro se iluminaba
con reveladoras sonrisas cuando nombraba a sus padres y abuelo materno.
Aceptó tímidamente, tomarse una foto junto a una larga barra de almacén que
contenía también, una presentación escrita y una imagen de sus padres, Romina y
Fabián, que vieron llegar al fatigoso hombre portando botas de goma y una gorra
igual de agotada que él, y pronunciar su comanda buscando algo de aliento para
su estómago en medio del desolado campo.
La propuesta de Cuatro Esquinas nos invita a sentarnos y fortalecer nuestros paladares
con platos que nos hablan con sencillez y gusto; se encuentra reposando sereno
porque sabe que Julieta abriga a los visitantes con recio compromiso; rodeados
de objetos que cuentan historias, y un menú que nos hace regresar a casa, siempre pensando en volver.
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