29 de agosto de 2017
por
El Chacarero
Según las estadísticas del Ministerio de Agroindustria de la
Nación entre enero y junio de este año la molienda de trigo alcanzó poco más de
2,83 millones de toneladas, mostrando un incremento del 6% respecto del mismo
período del año anterior. Por supuesto que el crecimiento de la
industrialización del cereal es una buena noticia, pero a la par el sector hoy
afronta una compleja situación: el mercado interno está estancado desde hace
varios años mientras que la falta de competitividad complica la posibilidad de
ganar nuevos compradores en el exterior.
Durante el año pasado los molinos locales exportaron en
total poco más de 600.000 toneladas de harina de trigo; Brasil y Bolivia se
quedaron con el 96% de los envíos y muy lejos pueden mencionarse como compradores
a Chile, República Democrática del Congo o Uruguay.
En este contexto los molinos locales trabajan con una
capacidad ociosa de alrededor del 40% mientras que durante el año pasado se
exportaron 9,9 millones de toneladas de trigo sin procesar.
Así es que hoy la industria molinera argentina es cautiva de
dos compradores del exterior y no consigue cerrar negocios importantes con
otros destinos. El porqué es un calco de lo que le sucede a otros sectores
relacionados con el valor agregado: los altos costos internos, el tipo de
cambio deprimido y la alta informalidad le quitan competitividad.
La Federación de la Industria Molinera (FAIM) defiende la
importancia del sector en la economía real al señalar que por cada peso que
crece la actividad se generan tres pesos nuevos en toda la economía y que
además posee un multiplicador del empleo de 2,5. Esto significa que por cada
puesto de trabajo creado en la molinería, se crean 2,5 puestos en toda la
economía.
Al mismo tiempo, una tonelada de harina convertida en productos
panificados hace que su valor se multiplique por 7,5. En pastas alimenticias
por 8 y en galletitas el valor se multiplica por 10.
Con estos números queda más que clara la importancia de
fomentar el agregado de valor del trigo argentino y quizás un punto clave que
reclama desde hace varios años un sector de la industria y que hoy se está
encarando con responsabilidad es la lucha contra la informalidad. Incluso,
semanas atrás la Subsecretaría de Control Comercial Agropecuario (Succa)
dispuso la suspensión por 180 días la habilitación de nuevos establecimientos.
Durante estos seis meses también se realizará un control
exhaustivo en todas las plantas que ya están operativas para conocer "su
capacidad operativa real y su capacidad ociosa", según detalla la
resolución.
Lo cierto que la competencia desleal es moneda corriente en
la industria molinera argentina y hoy el sector está experimentando un re
ordenamiento fundamental.
Finalmente, la industria detalla que están en condiciones de
producir y exportar 2 millones de toneladas de harina pero que antes hay que
trabajar en el famoso "costo argentino" y una reforma impositiva es
la respuesta porque más allá de las ganas del sector empresarial, faltan
estímulos al agregado de valor.
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