18 de noviembre de 2025
El piloto de Chevrolet cortó una racha de más de cuatro años sin victorias y se quedó con una final electrizante en el Autódromo de La Pampa. Aprovechó el abandono de Werner y sostuvo un ritmo impecable para contener a Lambiris y Aguirre. En el TC Pista, Marco Dianda dominó de punta a punta y llega como firme candidato a la definición de la Copa de Plata.
El Turismo Carretera vivió en Toay una de esas tardes que quedan marcadas en la memoria del automovilismo. En un circuito veloz, exigente y siempre impredecible como el pampeano, Christian Ledesma volvió a lo más alto después de 1.624 días sin victorias. El marplatense, dueño de una trayectoria impecable y de una vigencia que se niega a rendirse, aprovechó con maestría una carrera que cambió de manos en un abrir y cerrar de ojos para quedarse con un triunfo tan emotivo como trabajado.
La final comenzó con un ritmo frenético, típico de La Pampa, donde la succión y el cuidado de la goma suelen definir buena parte de la estrategia. Mariano Werner, largando desde adelante, parecía encaminarse a un monólogo. Su Mustang se mostró firme desde la primera vuelta y rápidamente estableció una diferencia que, sin ser definitiva, obligaba a sus perseguidores a tomar riesgos. Ledesma, Lambiris y Aguirre se mantenían expectantes, sin perder contacto pero sin forzar más de lo necesario, conscientes de que el desgaste prematuro podía costar caro en el tramo decisivo.
El giro que reconfiguró toda la carrera llegó de manera abrupta. En la vuelta 13, cuando Werner había completado casi la mitad de la final con autoridad, una falla mecánica terminó con su ilusión. El entrerriano levantó en la salida de la curva uno y su auto se fue apagando lentamente, dejando a Ledesma en la punta. El golpe de escena sacudió al público y también al propio pelotón: el candidato natural quedaba fuera de combate y, de repente, la victoria quedaba a merced de quien tuviera la capacidad de leer mejor el momento.
Ledesma, con la experiencia de más de dos décadas en el TC, entendió que era su oportunidad. Su Chevrolet no era el más veloz en los parciales largos, pero sí el más equilibrado. A partir de ahí, construyó su triunfo con la precisión de un cirujano. Lambiris, que venía tercero, se lanzó con todo a buscarlo tras superar a Aguirre, y llegó a ponerse a menos de un segundo en los tramos finales. Sin embargo, cada vez que el uruguayo intentó acercarse para usar la succión en la recta principal, Ledesma respondió con una vuelta limpia y sin errores, manteniendo las trazadas cerradas y administrando la goma como si aún estuviese peleando un campeonato.
El marplatense cruzó la bandera a cuadros entre aplausos, con un tiempo de 37m57s426, escoltado por Lambiris y Aguirre. Tres estilos distintos de manejo, tres autos competitivos y una escena que volvió a demostrar por qué el TC conserva, década tras década, una mística difícil de igualar.
Más allá del triunfo, la carrera dejó mucha tela para cortar en términos de campeonato. Agustín Canapino se marchó de Toay como líder sólido de la Copa de Oro, pero con la certeza de que la definición será una batalla abierta. Mangoni, Rossi y Landa todavía cuentan con chances matemáticas, aunque algunos necesitan sí o sí ganar para cumplir con el requisito reglamentario. El último capítulo, programado para el 7 de diciembre en el Mouras de La Plata, promete ser uno de los cierres más intensos de los últimos años.
En el TC Pista, la contundencia tuvo nombre y apellido: Marco Dianda. El joven cordobés manejó la final como un experto. Aprovechó el privilegio de la primera fila tras una serie perfecta y sostuvo un ritmo que ni Moscardini ni Castro estuvieron cerca de comprometer. Su Dodge giró siempre en tiempos de referencia, con una prolijidad poco común para la categoría. Con esta victoria, Dianda llega al cierre como el principal candidato en la Copa de Plata, respaldado por un funcionamiento que se mantuvo firme durante toda la temporada.
El fin de semana pampeano completó una grilla cargada de actividad con las divisionales menores que acompañaron a la ACTC. En todas, el público respondió en gran número, llenando las rectas y taludes con banderas, bombos y la clásica liturgia fierrera que hace del TC un espectáculo único.
A medida que el sol bajaba y los equipos empezaban a desmontar los boxes, el paddock entero parecía girar alrededor de un nombre: Ledesma. Su victoria no fue solo un resultado deportivo. Fue la demostración de que la experiencia, el temple y la persistencia todavía tienen un lugar privilegiado en un automovilismo cada vez más técnico. Y fue también el recordatorio perfecto, en la previa a la gran final del año, de que en el Turismo Carretera nunca conviene apagar el motor antes de tiempo.
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