3 de mayo de 2017
por
Brando Bruni
El 4 de
diciembre del año pasado, el rock tandilense sufrió un golpe duro. Ese día
Bunker Multiespacio, reducto que venía albergando durante tres años una
catarata de recitales, cerró sus puertas.
La
comunidad rockera gritó y pataleó, pero todo siguió su curso. Hoy Tandil no
tiene un boliche del "palo" y se tiene que conformar con shows en lugares
acomodados como se pueda para la ocasión, con variables resultados.
Más de
cinco meses después de aquel cese de actividades en calle 9 de Julio, Walter
"Caverna" Buccella, titular de Bunker, nos invitó a recorrer el lugar para ver
lo poco que queda en píe y aprovechamos para charlar un rato.
"SI VA POCA GENTE, LOS NÚMEROS NO DAN"
Mucho se
habló en diciembre sobre el cierre de Bunker. Problemas con la habilitación,
ruidos molestos, persecución y un montón de posibles causas se barajaron entre
los rockeros y los no tanto.
El propio
Buccella se encarga de explicar que "cierro
por una clausura, lo que se hubiese levantado pagando una multa y poniendo dos
matafuegos que me pedían. Pero no fue el motivo porque no volví a abrir. Más
allá de las leyes, la gente no estaba yendo en cataratas a ver bandas, ni el
público ni los propios músicos. Si soy autocrítico, tengo que ver donde fallé,
si el lugar no estaba lindo o lo que sea. Pero hay otras razones, que
desconozco, por la cual la gente no iba". Y seguidamente afirma algo que
pasa con cualquier emprendimiento nocturno: "Si va poca gente, los números no dan. La gente no iba, hay que encontrar
las razones o las excusas de porque no iba, quizás era culpa mía. No se si no
gustaba el lugar, no gustaban las bandas, la gente era perezosa, egocéntrica o
no había plata. Pero por alguna razón o excusa, iba poca gente".
Ante la
denuncia virtual de muchos sobre una persecución a la cultura tandilense, "Caverna" no cree que haya sido el caso.
Pero igualmente, aclara que "el año
pasado de mayo a diciembre hubo tres clausuras y a otros lugares no les pasaba.
No se porque, solo conozco la realidad de Bunker, teníamos un seguimiento más
estricto, no creo que haya sido persecución. Es entendible que pase estando en
pleno centro y atendiendo un público que estéticamente no es el que hace juego.
Entiendo también que la autoridad tiene que reaccionar ante el reclamo del
ciudadano. Si la sociedad dice que había ruido o suciedad, tienen que actuar,
el tema es que no está Bunker y todo eso sigue estando igual".
Afirmando
que "no hubo ni villanos ni mártires", reconoce
que "se medía con una vara diferente. Me
he vuelto más analítico, hay que ver porque era así, si había una razón o solo
estigmatización".
De todos
modos, sabe que hubo incumplimiento de algunas normas y que estuvo bien
clausurado: "me molestó que se exageró
un poco, leías la nota que salió en un diario y era prácticamente Cromañón. Lo
mismo gente que había ido y lo describía así. Si consideraban que era así,
¿para qué vas?, o directamente denuncialo".
"NO PUEDO CREER LA CANTIDAD DE BANDAS QUE
PASARON"
Con
habitual contacto, en persona o por las redes, con la comunidad rockera, dice
que percibe la falta de Bunker. "Lo siguen
pidiendo como si Bunker fuera una entidad. Se nota que el público lo precisa. Y
con las bandas es mucho más notorio, lo necesitan como una estructura, porque
no hay donde tocar", comenta.
Recorriendo
lo que queda de los camarines, donde las paredes llenas de nombres y calcos
reflejan cuantos músicos usaron el lugar, no duda en decir que "hubo una indiscutible oferta para el rock
durante tres años. A veces no puedo creer la cantidad de bandas que pasaron,
tanto de reconocimiento nacional, como del under local y zonal. Se creyó que
iba a estar para siempre y hoy no hay ningún lugar para tocar, solo boliches
bailables que tercerizan espectáculos de rock. Yo creí que cuando cerrara, alguien
se iba a avivar y ocupar el lugar, pero no pasó y no se si va a pasar".
"Se perdió eso que durante tres años nos
malacostumbramos para bien: ir, enchufar, tocar, desenchufar e irte a tu casa.
Hoy, más allá de las movidas que estoy haciendo en otro lugar, hay que ir como
se hacía antes de Bunker, armar el escenario, el sonido, amplificación, tocar,
desarmar todo y recién hay nos vamos. El sonidista hoy se está acostando a las
7 de la mañana. En Bunker todos íbamos 5 y media a dormir y quedaba todo montado
ahí", detalla.
"CUANDO PASE EL TEMBLOR"
Las
consultas sobre el posible regreso de Bunker, las recibe a diario. "Estoy en condiciones de volver en cuanto a
estructura, economía y ganas. Pero pasa que las leyes vigentes no generan un
buen escenario para crear un boliche de rock, talvez si una cervecería", dice
refiriéndose al horario de entrada hasta las 2 AM, el cierre de barra a las
4:30, etcétera, y agrega que "apunto a
abrirlo, pero cuando pase el temblor. Mi idea era hacerlo en mayo, pero no lo
voy a hacer y no quiero tirar una fecha que después no pueda cumplir. Pero
Bunker está desarmado en un depósito, listo para transformarse como Optimus
Prime cuando cuadre. Tengo que encontrar un local, que va a ser más chico, y
montarlo".
Mientras
tanto, Walter está produciendo show de manera tercerizada en Perdón Ramón y
planea hacerlo en otros lugares dentro y fuera de Tandil. Reconoce que le está
yendo muy bien, por ende hay que insistir con la pregunta, ¿Así y todo querés reabrir?: "voy
a abrir con otro estilo y con un ejército de abogados para que no pase lo
mismo. Además, con todas las modificaciones que se han hecho en Perdón Ramón
para que funcionen los recitales, no es un boliche de rock. Quiero que vuelva
Bunker como lo que era, un lugar para ver bandas".
Más allá de
la ansiedad, se tranquiliza diciendo que "tuve
suerte de que me cerraron, porque a las dos semanas empezó a regir lo de la
entrada hasta las 2 AM, entonces clausuraron todos los boliches menos Bunker
porque no existía. La hubiera pasado muy mal conviviendo con estas nuevas
normativas. Ahora estoy mucho más tranquilo personalmente, y económicamente
estoy mejor, que si hubiera estado Bunker abierto. Es cuestión de disfrutar
este buen momento y volver a abrir Bunker en mejores condiciones para que no
vuelva a pasar lo mismo. Tengo que asesorarme mejor, mejorar el sonido, la
estética, ampliar el los días de uso minimizando la renta ociosa y evitar que
pasen las cosas malas que tuvo Bunker".
LO QUE QUEDA
Para los
que conocimos Bunker y disfrutamos de ver recitales en ese lugar, entrar hoy (o
hace unos días, hoy debe ser peor) es triste y nos remite a una nostalgia de un
pasado cercano.
Desde
afuera ya se perciben esas señales de local que no está en actividad. Grafitis,
algún afiche tirado a la vista y la habitual cartelera está vacía.
Adentro, ni
hablar. Solo los restos de lo que fue el escenario, obviamente sin equipos, y
lo que es peor: sin músicos.
En los
camarines, los escritos, pintadas y calcos con los nombres de bocha de bandas
que tocaron allí, además de algunas frases que alguno que otro se animó a
escribir. Registro que desaparecerá tras pintura cuando eso sea alguna
dependencia de una fábrica de algo
dentro de algunas semanas. Con el resto, lo mismo. Seguro serán tapados todos
(o casi todos) los grafitis del patio y el interior.
Solo queda esperar ahora que todo se estabilice, como dijo Caverna. Que pueda volver en otro lado y, sobre todo, que la gente vaya de una vez a los recitales. Y más aún, que los propios músicos se banquen un poco más entre si, sean del subgénero que sean, porque también tienen que cumplir el rol de espectadores garpando una entrada como pretenden que hagan con ellos mismos. Así, todo vuelve. Y que sea rock...
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