24 de marzo de 2019
por
Marcelo Bettini
No hay cifras exactas
porque el autocultivo se considera delito y por ese motivo, muy pocos de
quienes tienen cannabis en su casa lo confiesan. Por la misma razón, aquellas
personas que consiguen el aceite de un tercero no lo cuentan sino a su círculo
de más estrecha confianza, para proteger a quien le provee, que puede ser un
cultivador o una agrupación de la ciudad. Otros viajan a Uruguay o Chile.
"En Tandil se cuentan por
miles", dice Ana María Fazekas, una de las fundadoras de Cannabis Medicinal
Tandil. La agrupación que en octubre cumplirá tres años
tiene confirmados más de mil usuarios, aunque guarda esos registros con celo y
no brinda más información para proteger la identidad de los vecinos que llegan
a consultarlos. "Nosotros tenemos solo una parte, muchos acceden al aceite por
otra vía", confiesa Fazekas, quien llegó a la sustancia para combatir los
fuertes trastornos de una fibromialgia y se hizo militante "para poder ayudar a
otros que sufren".
Como otras agrupaciones, buscan que se
despenalice el autocultivo y que el Estado se haga cargo de poner los aceites
en las farmacias para quienes no puedan o no quieran cultivar.
Pero eso hoy está muy lejos de ser
factible. "Apenas está disponible el Aceite de Charlotte, una clase que sirve
para epilepsia refractaria y no ingresa como aceite de cannabis sino como
suplemento dietario. Y hacer el trámite en el ANMAT a través del registro de
usuarios de cannabis es sumamente engorroso", relata Ana. Como ejemplo cuenta
que un oncólogo de la ciudad está haciendo el trámite para que el aceite le
llegue a un chico de nombre Lucas y lleva un año sin conseguirlo. Además, "ni
siquiera se sabe si va a funcionar porque el Charlotte fue creado para un tipo
específico de epilepsia refractaria, pero no abarca el 80 por ciento de las
otras epilepsias refractarias ni las 45 patologías que se tratan con cannabis
medicinal".
Es que el aceite de cannabis no es uno
solo. "Hay más de 400 variedades y combinaciones, por eso es difícil sostener
una genética, hace falta espacio para sembrar y gente trabajando, pero es
difícil porque sigue estando penado el cultivo. Lo ideal sería que el Estado
tuviera la regulación de todo, pero la reglamentación ha matado el espíritu de
la ley de 2017".
TANDIL, PUNTA DE LANZA
Cannabis Medicinal Tandil ha hecho un
trabajo intenso y fructífero en la difusión de los usos medicinales del
cannabis. Recientemente ingresó en un proyecto de investigación de la facultad de
ingeniería química de Olavarría. Lo consideran "un paso fantástico".
Desde la agrupación aseguran que en la
ciudad hay 127 médicos que acompañan a sus pacientes y sugieren el cannabis
medicinal como terapia complementaria. "Hay otros 79 en la Provincia de Buenos
Aires y algunos del resto del país. En total más de 200 médicos mandan a la
gente a contactarse con nosotros".
Con respecto a la instalación que han
tenido en la sociedad en tan corto tiempo opina Fazekas: "La visibilización que
tenemos en Tandil es distinta a lo que pasa en cualquier otro lugar, donde
están casi en la clandestinidad. Acá tenemos el reconocimiento institucional de
la Universidad; del Municipio a través del Sistema Integrado de Salud; la Asociación de Abogados; el Colegio de Abogados
de Azul. Hemos hecho jornadas en el Salón Blanco, hasta una charla en el Hospital
de Niños. Siempre se dice que Tandil es una sociedad cerrada y no estoy para
nada de acuerdo, esto demuestra que hay una gran apertura".
El rango etario de quienes se acercan a la
agrupación va de los 60 a los 90 años. El otro colectivo importante, los
menores, son derivados a Mamá Cultiva y al Dr. Magdalena del Hospital
Gutiérrez. "Para epilepsia, autismo, parálisis cerebral y otras patologías
neurológicas hace falta una genética específica de planta y ellas tienen la
experiencia necesaria, si viene una representación de Mamá Cultiva a Tandil
sería una alegría muy grande", explica Fazekas, y recomienda acercarse a las
asociaciones en busca de orientación, nunca contactarse con páginas de Internet
que quieran vender el aceite de cannabis. "Si hay algo oculto o secreto no es
recomendable, nosotros jamás usamos mensajes privados, nuestras comunicaciones
son públicas y visibilizamos los temas".
Las reuniones de Cannabis Medicinal Tandil
tienen lugar el primer sábado de cada mes en el Centro Cultural Universitario.
"Los conectamos con los médicos y les contamos cuál es el protocolo, brindamos
talleres de cultivo y extracción del aceite. Estamos plenamente conscientes de
que la planta es ilegal, pero la hace legítima el dolor".
ENTRE
LA NECESIDAD Y LA ILEGALIDAD
Desde hace más de treinta años la ley penal
castiga el consumo de cannabis, entre otras sustancias. Quien tenga cualquier
sustancia que se encuentre regulada en esa ley va a ser pasible de tener un
proceso penal en su contra e ir preso por eso. Dependiendo que conducta sea la
pena aumenta o disminuye, por ejemplo, para la ley penal no es lo mismo tener
marihuana prensada comprada en el mercado ilegal que cultivar cannabis. A quien
cultiva cannabis la ley le aplica hoy una pena ostentosamente más alta que a
quien la adquiere en el mercado ilegal y participa de esa forma, como cliente,
en una red de narcotráfico.
Gabriela Basalo es abogada integrante de
CECCa (Centro de Estudios de la Cultura Cannábica). Explica que si bien técnicamente
la ley iguala las dos conductas, la aplicación por parte de los magistrados
termina castigando más duramente al cultivador. Esto, a la luz de la explosión
del cannabis medicinal, plantea lo que parece un dislate, porque quien compra a
un proveedor con fines recreativos participa del narcotráfico, mientras que
quien cultiva su planta con fines medicinales o incluso recreativos no lo hace,
pero es castigado incluso con mayor severidad.
"Lo más grave no es la participación en el
narcotráfico a modo de cliente sino el peligro para la salud, porque al no
estar regulado su uso no hay controles y nadie sabe a ciencia cierta lo que
está consumiendo. Muchas veces la marihuana que venden los traficantes está
cortada para maximizar el beneficio económico, entonces ya no están consumiendo
un producto natural, una planta sin procesos químicos, sino cualquier porquería
que el que la vende decida ponerle para estirar el producto, porque lo que se
busca es un beneficio netamente económico", indica Basalo, sin olvidar además "el
peligro físico al que se exponen las personas por los lugares a los que tienen
que concurrir a comprar el producto".
Durante el prohibicionismo se creó la
estigmatización no solo del usuario sino también de la planta. Al primero se lo
empezó a ver de un modo dicotómico, como adicto o como delincuente. Con el
tiempo y mucho trabajo se empezó a modificar eso porque los usuarios empezaron
a cultivar y conocer los beneficios del cannabis.
Esto demora décadas. "Una consecuencia de
la criminalización es el oscurantismo que no te deja conocer cabalmente los
efectos positivos y negativos; las variedades y sus diferencias; cómo
administrar la sustancia ni en qué dosis o concentraciones", asegura la abogada.
Prueba de esto es que quienes utilizan cannabis medicinal hoy día, por lo
general tienen que ir haciendo pruebas hasta encontrar la variedad y dosis
adecuada.
Por otra parte, los usuarios recreativos
cultivadores, al conocer los beneficios medicinales empezaron a participar de
distintos segmentos sociales en apoyo de quienes necesitaban un tratamiento.
Esto vino a cambiar un paradigma. "Antes se decía que quien se fumaba un porro
podía terminar con problemas psiquiátricos o delinquiendo. También nos
quisieron convencer de que era la puerta de entrada a un mundo de drogas. Se
demostró que no es así. La ley de cannabis medicinal del año 2017 viene a
reconocer eso, que la planta que decíamos que convertía a la gente en asesinos
o los ponía ante consumos peores, también podía ayudar".
UNA
IMPLEMENTACIÓN DEFICIENTE
La ley que fue votada por unanimidad en las
cámaras de Diputados y de Senadores crea un programa para el estudio del
cannabis, lo que quiere decir que distintos entes del Estado comenzarán a
estudiar los beneficios médicos. Paralelamente establece que quienes se sujeten
a ese programa van a poder tener acceso al aceite que cree este mismo programa.
En el papel es impecable, pero está lejos
de plasmarse en el mundo real. Basalo objeta que "el programa hoy no está
funcionando" y explica que es debido a la complejidad inherente al proceso,
además de factores políticos y grupos de presión.
"Hay que cultivar, obtener las cepas que
son necesarias, hacer correctamente la extracción del aceite y garantizar un
alcance de nivel nacional, para que llegue a cada rincón del país donde se
necesite. Ese camino es muy largo y muy difícil. En este sentido la mayoría de
países que regularon el acceso medicinal al cannabis no solo lo hicieron en
términos de que el Estado o una empresa privada provea la sustancia sino que también
habilitaron el autocultivo porque es absolutamente imposible que el Estado
logre abastecer a todas las personas, con todas las cepas que se necesitan y
con todas las variaciones de cada cepa de acuerdo a lo que requiera el paciente".
La ley establece en su artículo octavo que
se cree un registro de cultivadores. Eso tampoco sucedió. "Hoy tenés muchísima
gente que conoce los beneficios medicinales y que ejerce su derecho pero que lo
hace en el oscurantismo y dentro de cuatro paredes. Muchos de ellos saldrán de
esas cuatro paredes cuando la policía las derribe y se lleve sus plantas; otros
tantos hacen recursos de amparo para proteger su autocultivo y algunos forman o
integran ONG y salen a militar para que se descriminalice de forma concreta el
autocultivo de cannabis para cualquier usuario".
Gabriel Jinkus, también abogado y director
ejecutivo de Consultora LatinoameriCANNA, asegura que desde que salió la ley se
han dicho y hecho muchas cosas, en general terribles, que traen más
desinformación y aumentan el prejuicio de la gente.
"De lo que se habla es de una planta que
está prohibida por diversas razones, pero en general se la relaciona con el
mundo de los estupefacientes y luego con el delito. No hay evidencias que
muestren que los delincuentes actúan bajo el efecto del cannabis, pero sí de
otro tipo de sustancias, algunas de ellas son pastillas, drogas legales que se
compran en las farmacias. Si vamos al fondo de la cuestión la legalidad o
ilegalidad es un tema económico y político. La realidad es que la planta está
antes que nosotros".
Interpreta Jinkus que los tratados
internacionales dejan a salvo los usos científicos y medicinales; "en última
instancia cuando no existían laboratorios nos curábamos con plantas".
Hoy transitamos una zona gris, entre la
delincuencia y los usos medicinales y científicos, con una legislación que se
esperaba trajera alivio a los usuarios de cannabis medicinal pero que tuvo una
implementación ciertamente deficiente.
"Nosotros participamos en la creación de la
ley que tenemos hoy, que no es la mejor pero que, y eso lo sabemos los
abogados, como toda nueva ley abre muchas posibilidades. Por eso estamos
difundiendo hace dos años la manera de poder utilizar esta medicina de una
forma que a todos les de tranquilidad. De lo primero que habla esta ley es de
ciencia y conocimiento, sin ciencia y conocimiento estamos en el mundo del
dogma y el prejuicio. Entonces nos pareció que tenemos que difundir esto de
manera seria y científica, con debate, sin bajada de línea dogmática".
Y al dirigirse a los usuarios de los
derivados medicinales del cannabis apunta: "El cannabis medicinal no es un
delito, no es vergonzante, es el uso correcto de una planta que la naturaleza
puso a nuestro alcance por algo. Hoy desde el Centro de Estudios de la Cultura
Canábica el mensaje es esto, mostrarle a la gente que no estamos hablando de
falopa. Esto es fundamental. Que la gente se informe y se empodere. Esto es
ciencia, hace falta una mente abierta y dejar afuera los prejuicios".
LAS
MADRES Y SUS PLANTAS
Claudia Pérez llegó a Mamá Cultiva en 2016,
agobiada y casi rendida por los graves trastornos de su hijo de 25 años,
medicado desde los ocho con drogas anticonvulsivas y antipsicóticas que habían
ido perdiendo efectividad.
"Nos planteábamos si cambiar la medicación
o subir la dosis. Y ese es un círculo en que el chico crece, o la conducta que
uno quiere cambiar no mejora y hay que seguir subiendo dosis. Además estábamos
notando algunos efectos adversos leves como caída de cabello y sangrado de
encías. Hay gente que se plantea si el cannabis medicinal es malo y no se
pregunta nada sobre lo tremendas que son algunas drogas legales que tienen
efectos muy fuertes".
Claudia y su familia están seguros de que
si hubieran conocido antes el cannabis no hubieran llegado a medicar a su hijo
ni a transitar un camino plagado de sufrimiento.
"Llegué por una mamá, quienes tenemos nenes
con diversidad funcional nos conocemos todos, me lo contó en reserva,
prácticamente al oído. Me dijo que había entrado en un programa, que ni era un
programa en sentido estricto pero creo que se sintió más cómoda planteándolo de
esa forma porque el cannabis era un tabú. Su hija, de la edad del mío, tenía
epilepsia refractaria, se caía constantemente. Yo en ese momento lo justifiqué
pensando que para estos casos, como último recurso, había que probar lo que nos
diera al menos algo de mejoría. Hoy sé que no es un último recurso sino que
debe ser el primero en muchos casos. Me informé por Internet y me encontré con
un montón de familias que estaban probando. Fuimos a Mamá Cultiva, a los
talleres, aprendimos a cultivar y a extraer el aceite y comenzamos a probar".
Las primeras flores las consiguieron antes
de tener su propia cosecha. "Mi marido lo comentó en el trabajo y un compañero
que consume con fines recreativos le regaló un frasco de flores. Así hicimos la
primera extracción de aceite. Para una familia eso es una ceremonia, estás
haciendo aquello que va a aliviar a un ser querido".
Cuenta que su hijo durmió como nunca en su vida.
Hasta ese día gritaba todas las noches durante dos horas, hasta que caía
rendido por el cansancio. "Esa noche durmió de un tirón, sin gritos, tenía una
paz y una serenidad... fue maravilloso".
A raíz del tratamiento pudieron reducirle
la medicación y quitarle el antipsicótico, "que para mí esa droga es una mala
palabra".
En general "está más tranquilo, más
conectado y descansa mejor, para una familia eso es un cambio de vida".
Confrontada con el hecho de la ilegalidad
de cultivar sus plantas dice que "no queda otra" y que pese a la ilegalidad, es
la forma más segura: "Una cultiva su planta, sabe cómo la cuida, sabe qué
extrae, cuánto va a diluirlo y cómo lo va a usar".
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