18 de mayo de 2019
por
Rogelio Iparraguirre
Se trata ni más ni menos de aquello que Cristina nos viene
planteando a todos: en primer lugar comprender la situación a la que nos ha
arrastrado este entramado de intereses económicos de una minoría minúscula que
gobierna la Argentina en detrimento de los intereses de las inmensas mayorías.
Adquirir el nivel de conciencia social y política necesario como condición para
empezar a recorrer el camino de la reconstrucción. En segundo lugar asumir que
no se trata simplemente del lugar que ocupen los individuos sino de la urgente
necesidad de frenar el profundo deterioro social y económico en el que se
encuentra sumido nuestro país.
No podemos anteponer los nombres y ambiciones personales al
desafío de construir una coalición electoral que sea capaz, no sólo de resultar
triunfante en las próximas elecciones sino que además convoque y construya la
más amplia base social, política y económica que permita afrontar los inmensos
desafíos que tendremos los argentinos durante los próximos años pero con la
seguridad de que la premisa será el legítimo interés de las mayorías y no los
privilegios de la casta minúscula que hoy gobierna la Argentina.
Si a la frustración actual se le suma una nueva estafa
electoral, nuestro país se va a sumergir en el peor de los infiernos de donde
ya no sabremos cómo salir adelante y eso debe ser evitado por sobre todas las
cosas.
"La coalición que gobierne debe ser mucho más amplia que la
que gane las elecciones" dijo Cristina en un mensaje en línea con la necesidad
de encaminarnos a la construcción de un contrato social de ciudadanía
responsable. Un contrato donde no quede aislada la dirigencia política del
resto de la sociedad, un contrato que nos lleve a abandonar la zona de confort
en la que esperamos en casa que tal o cual dirigente resuelva nuestros
problemas. Primero porque esa dirigencia no es ni más ni menos que el espejo en
el que se mira la sociedad que supimos construir; pero además debe ser una
convocatoria a construirlo en conjunto con los trabajadores, el empresariado,
los jóvenes, las mujeres, los comerciantes, los jubilados: Todos y todas.
Cristina plantea la necesidad de volver a ordenar la vida de
los argentinos y para eso va a hacer falta mucho sacrificio; el sacrificio de
todos y todas. Pero tiene que ser un sacrificio para construir y no el
sacrificio de los faquires que nos propone este gobierno que pretende que todos
se sacrifiquen, que asuman todo tipo de privaciones y pérdida de derechos para
ver cómo el futuro del conjunto se escurre como agua entre las manos. No, acá
de lo que se trata es de sacrificarse pero en la convicción de que es para
reconstruir lo dañado, que es para volver a crecer juntos. Se trata en
definitiva de volver al sacrificio que supo hacer grande a la Argentina, el de
los millones de hombres y mujeres que se levantan todos los días de su vida
para trabajar, de aquellos que se esfuerzan para darle un futuro a sus hijos.
Pero comprendiendo de una vez que ese esfuerzo y sacrificio tiene que valer
bien la pena.
No estamos hablando del interés de tal o cual persona. Mucho
menos hablando de la historia o el vínculo personal e individual de fulano de
tal o mengano de cual, que si se dijeron tal o cual cosa, que si uno fue y el
otro volvió. Esas son nimiedades que empequeñecen y empobrecen el análisis. Eso
se lo dejamos a los programas de chimentos de la tarde y a aquellos interesados
en proteger los intereses de este grupo que está destruyendo la Argentina.
Hablamos de volver a representar con un real compromiso el interés nacional.
Debemos ser capaces de construir un nuevo orden que permita
el desarrollo individual pero sin perder jamás de vista que ese desarrollo
individual debe darse en el marco de una realización social y colectiva que
evite que el esfuerzo y el sacrificio de cada uno termine siendo en vano
producto de la corrosión que el individualismo y el egoísmo producen en las
construcciones sociales. Ya hablaba de esto Perón en el Congreso de Filosofía
cuando planteó la Comunidad Organizada.
Cristina es una mujer que ha entregado toda su vida a la
construcción de una Argentina socialmente justa, económicamente libre y
políticamente soberana. Le sobran los pergaminos como para medir esta decisión
con el lente de los especuladores. Está convencida que esta decisión es la
mejor para nuestro pueblo y nuestra Argentina. Y si ella está convencida yo
también.
Lo último que habría que permitir hoy es que la resignación
le gane a la esperanza, que bajemos los brazos y dejemos de creer que un país
mejor para todos y todas no sólo es necesario sino que sobre todo es posible.
Que esa Argentina grande con que San Martín soñó no sea sólo una hermosa
estrofa sino una premisa y un desafío colectivo que sabremos construir.
Texto publicado en Página Facebook Rogelio Iparraguirre
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