29 de septiembre de 2021
por
Brando Bruni
La historia de la tandilense Guada Pasty y cómo
llegó uno de sus instrumentos a manos de uno de los bajistas más importantes
del rock mundial, es alucinante. Pero su amor por la música y la luthería comenzó,
por supuesto, mucho antes, y siempre es mejor empezar desde el principio. Por
eso, en El Diario de Tandil nos sentamos a tener una larga y muy entretenida
charla.
Lo primero que nos contó es que todo arrancó "por accidente, como mi vida misma",
según sus propias palabras. Con 20 años, hizo el bolso y se fue a Buenos Aires
con la idea de tocar el bajo. Sin plata, sin contactos, sin nada, solo con la
ilusión y las ganas a cuestas.
Contextualizando, fue meses antes de diciembre
de 2001, una de las épocas más complicadas de este siglo como para mudarse a
Capital. Buscándose la vida y como pagar la pensión, vivió desde adentro,
trabajando en un mercado, los saqueos de aquellos fatídicos tiempos.
Pero su objetivo seguía siendo claro: la
música. Por eso daba vueltas por recitales y ensayos, conocía músicos, iba formándose
como podía ya que en ese momento pagar la cuota de una escuela de música le era
imposible. "Ahí es cuando me meto en la
prueba de sonido de Divididos, no de cholula, quería ver cómo eran los
instrumentos, como se hacía una prueba, en que se fijaban, era mi manera de
estudiar", relata Guada.
Eran los albores de internet y ella empezó a
investigar sobre instrumentos, los detalles, porque cada uno tenía su sonido
particular. Ahí encontró un taller que viendo su presente podemos decir que le
cambió la vida, "Construite tu propio instrumento". Sin "nunca antes en la vida haber
agarrado un destornillador", arrancó. Fue aprendiendo ese arte, se hizo su
propio bajo, le fabricó uno a nada menos que Diego Arnedo (bajista de
Divididos) y, como nos dice, "todo quedó
ahí".
Pasaron alrededor de 10 años para que la
historia de Guada y la luthería tenga continuidad, cuando volvió a nuestra
ciudad y el mítico baterista tandilense Toco Saldivar empezó a mandarle gente que
necesitaba reparar sus instrumentos. "Yo no
laburaba de esto, pero acá no había quien lo haga. Ahí empecé a agarrar
calibraciones y me fijé qué onda hacer una guitarra eléctrica", dice sobre
esa etapa que estaba convirtiendo el hobby en una profesión, casi sin que ella
se diera cuenta, al punto que hoy se dedica de lleno a esto, recibiendo halagos
por su trabajo de todos lados y de los bajistas más importantes del país, aunque
desde su modestia no le dé demasiada importancia.
Mucha madera después, llegamos a la actualidad
y como se cumplió otro de sus sueños. Entre risas, nos dice "un día estaba aburrida y me pregunté que
podía ser. Soy un peligro cuando me aburro".
"Me acordé
del recital de los Guns del 92, de cómo gastábamos esos cassettes en la
videocasetera siendo preadolescentes. Era una época en que tres bandas grosas
como Red Hot, Nirvana y Soundgarden sacaban discos en un mismo día. Era mucha
información para mí. Era escucharlo a Diego Jaime, ir a Vereda Musical porque
Moncho iba a buscar los discos, nos avisaba que los había traído o esperar con
el grabador los temas nuevos en la radio. Esos fueron mis inicios. Quise aprovechar
mi lado de luthier como para hacer un agradecimiento musical", recuerda explicando cómo surge la idea de regalarle un instrumento nada
menos que a Duff McKagan, bajista histórico de Guns N Roses.
Lo que casi cualquiera vería como un
imposible, ella lo pensó de una manera muy práctica: "¿Qué era lo peor que me podía pasar?, que me quede un bajo. Pero había
algo dentro mío que sabía que iba a suceder, no lo puedo explicar. Aunque no le
puse expectativas. Armé un Instagram mostrando el trabajo en tiempo real (@making_a_bass_for_duffmckagan)
mostrando el tiempo que lleva el laburo y
mis condiciones de trabajo. Algunos piensan que tengo un super taller,
pero es una mesita y tengo tres herramientas, mi taller entra en una mochila".
La pandemia, como para casi todos, retrasó las
cosas, pero el instrumento customizado fue tomando forma, quedando impecable y
listo para su entrega.
Todo lo que va a pasar de acá en más, es el
Disney de una luthier.
"Los Ángeles es una ciudad que amo y tenía
excusa perfecta", dice sobre cómo empezó a cranear el
viaje, mientras armaba "un equipo de
trabajo con gente que está más loca que yo".
"Necesitaba
una agencia de viajes que me dé una mano, porque lo más probable era que quede
varada. Ahí apareció Matías Tangorra que es guitarrista, que me dijo que estaba
loca porque estaban cancelando vuelos, pero me dio una mano muy grande", dice sobre ese punto de partida. Sacó el pasaje y cancelaron el vuelo.
Ya tenía planeado hacer lo que sea, clavarse abrazada al bajo en Ezeiza hasta
que aparezca la oportunidad. Por suerte, no hubo que hacer el camping en el
aeropuerto y pudo viajar.
Para el resto de la logística, espero llegar a
Estados Unidos. "Mi objetivo era
dejárselo a alguien y que se lo den. Para mí con eso ya estaba, y no lo veía
tan complicado. Con el bajo, a esta altura, no me iba a volver", sentenció.
Un dato importante es que había logrado tener
contacto con Susan, la esposa de Duff McKagan, vía redes sociales. En una de
las historias que subió desde la cuenta de Instagram antes mencionada, la había
etiquetado y eso llamó la atención de la compañera del músico. El contacto,
estaba hecho.
Otra gente que le dio una ayuda importante,
fueron los chicos de la fan page de Duff McKagan Argentina, que lograron hablar
con el manager.
Los protocolos por el covid-19, iba a hacer
imposible que le dé el instrumento en persona, pero pudo dejarlo en una casilla
de correo. "Yo ya estaba re contenta,
para mí ya estaba e iba a disfrutar de la ciudad", cuenta, sin tener la
menor idea de cómo todo iba a escalar.
Mientras esa misma tarde apreciaba el
atardecer en el muelle de Santa Mónica, miró su teléfono, que rebalsaba de
notificaciones de etiquetas y mensajes. Duff McKagan, el bajista que ella y
todos admiramos de chicos, mostraba en las redes sociales el nuevo instrumento
que le había llegado. Lo desenfundaba y daba detalles, mientras agradecía a la
argentina que con todo cariño se lo había hecho a mano. Una enorme emoción que
sería solo la primera.
En agradecimiento, Susan le regaló los tickets
para el concierto de GNR. Y, como pudo elegir locación, se ubicó adelante, lo
más pegada al escenario posible. Desde abajo, en puntas de pie, le hacía señas
como podía a Duff, señalándole el bajo, tratando de explicarle quien era. Duff
la divisó y empezó a agradecerle mientras ella vivía en un sueño.
Hubo, entre esos gestos del bajista a la
luthier, uno que parecía decir "esperá un
poco", cuando a esa altura Guada ya no sabía que más esperar.
"En un
momento apagan las luces, cambian los instrumentos y veo que el clavijero no
era negro. Me di cuenta que era mi bajo, no podía ser", cuenta Pasty.
Con el regalo de Guada, comenzó a tocar la
versión de "I wanna be your dog", clásico de The Stooges, donde McKagan es
principal protagonista. Y siguió. Hizo dos temas más. Tocó "Civil War", tema emblemático
para los fans de GNR, de la época que Guada quería agradecer. Era el lugar, el
músico, la banda... TODO.
La experiencia y como la cuenta, es muy difícil
de transmitir con palabras escritas. Era el objetivo cumplido, el sueño hecho
realidad, la concreción de un plan que parecía una locura. Y como yapa, se
llevó una muñequera, que el bajista le regaló luego de buscarla especialmente después
del show.
Guada agrega que "me pasó algo muy lindo, que no estaba dentro de los planes, que fue la
respuesta de la gente. Mucha gente diciéndome que estaba pasando un mal momento,
ver esto, como sucedió y como lo transmití, les fue muy groso. Gente diciéndome
que gracias a esto no estaba todo tan mal como parecía. Gente que estaba mal
por la pandemia o que había crecido como nosotros y había abandonado sus
sueños. Generar algo positivo en la gente en estos tiempos, es muy fuerte. Me llegaron
historias muy fuertes y lo de Duff pasó a segundo plano. Lo mio siempre fue por
el amor a la música".
Como si todo esto fuera poco, a la historia le
quedaba un capítulo más. La funda con la que entregó el bajo, que compró en
Tandil, abrió otra historia. La gente que importa esas fundas para Argentina,
vieron el video de Duff y no entendían nada y le escribieron a Guada porque no
lo podían creer. Por eso, en agradecimiento, le hicieron el contacto para que
vaya a la mítica fábrica de Fender, donde nacieron algunas de las guitarras más
conocidas en la historia de la música. Incluso, la dejaron pasar donde pocos
pueden entrar, a la que fue la oficina del mismísimo Leo Fender, donde casi a
modo de museo está como él la dejó, con todos sus "chiches" y prototipos.
Guada volvió a Tandil, hizo la cuarentena
correspondiente y hoy cuenta la historia de esta manera, aunque admite que aún
no cayó en la cuenta de lo que hizo, demostrar que un sueño por más loco que
parezca, se puede hacer realidad. Habrá que esperar que pasa la próxima vez que
se "aburra" y en el patio de su casa, con su mesita de trabajo y algunas
maderas, se le ocurra otro delirio.
COMPARTE TU OPINION | DEJANOS UN COMENTARIO
Los comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales.
Solo suscriptos
Solo suscriptos
8 de mayo de 2025
Solo suscriptos
Solo suscriptos
8 de mayo de 2025
Solo suscriptos
Solo suscriptos
8 de mayo de 2025
Solo suscriptos
Solo suscriptos
8 de mayo de 2025
Solo suscriptos
Solo suscriptos
8 de mayo de 2025
Solo suscriptos
Solo suscriptos
8 de mayo de 2025