17 de febrero de 2015
NOTA PUBLICADA EN EL SEMANARIO EL DIARIO DE TANDIL PAPEL, DEL SÁBADO 14 DE FEBRERO. Es difícil hablar de René Lavand sin decir nada que no se haya dicho en los últimos días. Se nos fue de gira y todos los medios nacionales le rindieron su merecido homenaje, repasando los hitos más relevantes de su carrera en el mundo de la ilusión. Los tandilenses sabemos de memoria que un accidente a los nueve años hizo que perdiera su mano derecha. Un amigo frontalmente me dijo: René, vas a poder llevar un solo balde el resto de tu vida, dos baldes jamás. Y yo pensé, si pongo mi cerebro en el paño verde y mi corazón en los públicos, poder pagarle a otro para que me lleve los dos baldes, confesó varias veces, por ejemplo en el especial de televisión René Lavand, su vida y su arte, realizado por lo que hoy es la Televisión Pública. Así creó sus propias técnicas para hacerse grande. Inventó la lentidigitación, se transformó en una estrella mundial gracias a sus ilusiones y su maravillosa oratoria. René Lavand se lo comió a Héctor René Lavandera, dijo alguna vez frente a las cámaras, el gran ilusionista que fue, tapó de alguna manera todas las facetas la vida de un hombre que fue cosas más. Lavand supo, y muy bien, relacionarse con otras artes. Conocida es su participación en Un Oso Rojo, del año 2002. El director Adrián Caetano lo convocó para interpretar al Turco, un villano de barrio, papel que le valió la nominación al Cóndor de Plata como relevación masculina. Poco después, participó en el cortometraje Contrapunto entre ambas manos, obra realizada en España en la se reencuentra con su mano derecha gracias a los efectos especiales. En esta pieza, René hace uno de sus más reconocidos trucos, su versión de Agua y Aceite, donde usando solo seis naipes maravilla intercalando negras y rojas para que mágicamente se vuelvan a juntar. Terminada la ilusión, expresa a cámara en primer plano: Deseo de todo corazón que les haya gustado esta ilusión. Si no fuera así, será valida por lo menos para mi por dos razones. Primero, porque gracias a la magia de la televisión me he reencontrado con mi mano derecha, y segundo porque los públicos del mundo son para mi la llave que abriera mi mazmorra para siempre. Este corto lo vimos cuando fue proyectado en la primera edición del Tandil Cortos (2004). Para la segunda edición del festival, el prestidigitador estuvo presente en la sala, siendo uno de los oradores principales de la noche de apertura y transformándose en padrino del evento. Cada vez que pudo, apareció en la sala hasta que en el 2009, la Asociación de Cine Tandil lo volvió a llamar pero para volver a homenajearlo, esta vez con el Ojo de Piedra a la Trayectoria. Más cercano en el tiempo es el documental El Gran Simulador (2013) de Néstor Frenkel, su historia contada en primera persona. René confesó que el film le gustó mucho agregando entre risas que me he visto como realmente como soy, haciendo el ridículo casi permanentemente. Para los que no la pudieron ver, está película se puede apreciar completa en Youtube. La relación más directa con la literatura, se presenta en los relatos con los que acompañó y decoró gloriosamente sus presentaciones, citando a Borges o Unamuno mientras movía sutilmente las cartas. Pero fue el escritor argentino Guillermo Martínez quien lo convirtió en un personaje de novela en Crímenes Imperceptibles, obra que fue llevada al cine con el nombre Los crímenes de Oxford por el director español Álex de la Iglesia. El truco más persistente y sutil fue convencer a todos de que la magia no existe, dice el René personaje en el capítulo 21 de ese libro, entre historias de magos antiguos y perseguidos. El año pasado, su voz quedó plasmada en La guitarra de los gauchos, donde recita y rescata la poesía de Lauro Viana, acompañado en guitarra por Sergio Moldavsky, en las composiciones de Abel Fleury. Lo hago solo por una razón, la sentenció Sarmiento: las cosas hay que hacerlas, mal o bien, pero hay que hacerlas, explica en la introducción de esa producción el propio René. El músico Marcelo Mercadante, le dedicó el tango Nunca juegues al poker con René Lavand. Nunca dejes de soñar / aunque sean pesadillas / los malos pensamientos un día se irán / nunca digas: "Y todo por una costilla" / Nunca juegues al póker con René Lavand, dice la poderosa voz de Omar Mollo en ese tema. Su relación con la música va mucho más allá de una canción, tanto que ha llegado a decir en varias oportunidades que cuando me preguntan quienes fueron mis maestros, los grandes que se fueron. Juan Sebastián Bach, Beethoven, Mozart, Vivaldi y me toman por loco. Pero cuando les explico, aceptan mi cordura. La música es el equilibrio armónico de los sonidos y de los silencios. Siempre pretendí yo que en mi paño verde tenía que lograr un equilibrio armónico de lo que digo y lo que hago, con las pausas justas y precisas, que son los silencios. En una de sus últimas apariciones sobre el escenario en nuestra ciudad, vimos al René orador. Fue a fines del 2013, en la primera edición de las charlas TEDx Tandil. Aquellos vientos trajeron tempestades se título su exposición ante la multitud que colmó el auditorium del Centro Cultural Universitario. Entre los 19 y 23 años practicó esgrima y llegó a ser muy bueno con el florete, según él, eso ayudó a su elegancia sobre el escenario. En el país de los ciegos el manco era rey, es un deporte que me gustó mucho y me hizo bien. Hice las cosas con pasión, porque yo siempre pongo el alma, dijo hace un tiempo en una entrevista concedida a Radio Eich. Yendo a un lugar común, el accidente que le cambió la vida, la pregunta es que hubiese sido de tener las dos manos. Quizás hubiera sido el empleado de banco que fui durante 10 años, hasta que se me abrió la puerta del varieté del Buenos Aires. No se, a lo mejor estaría jubilado y estaría tomando agua y no buen vino. El paranoide está, y estará siempre. Pero tengo conciencia de que ahora hay un paranoide que sufrió un golpe muy duro y que con gran dosis de voluntad y fuerza, logró lo que no hubiera logrado de no mediar el accidente, reflexiona y conjetura en El Gran Simulador, sentado, copa en mano y casi en penumbras. Y fue allí, donde soltó una de sus autodescripciones más sentidas: Yo soy un aficionado y moriré como tal. Me gusta de por si, como palabra, como término. Me gusta más en francés, amateur. Y más todavía en portugués, amador, porque ama lo que hace. Y yo amo lo que hago, será por eso que a la edad mía sigo recibiendo convocatorias del mundo entero.
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