22 de agosto de 2020
por
Brando Bruni
Santiago Calvo,
aunque muchos lo conocen por su apodo "Minuto", es una de las personas que más
sabe de lo que pasó en la Guerra de Malvinas. Tanto es así, que es el titular
del único museo sobre el tema que existe incluso desde antes del conflicto
bélico.
Repasando su
historia, cuenta que nació en Buenos Aires, por casualidad ya que sus padres estaban
visitando parientes por allá. Al poquito tiempo, ya estaba en Tandil. Creció en
avenida España y Santamarina, luego se mudaron a Santamarina y Pinto. Hizo la
primera en la escuela 2, y la secundaria la repartió entre San José y Normal.
Hizo el servicio
militar adelantado, en el servicio penitenciario, estuvo cinco años en La Plata
y regresó a Tandil para quedarse.
Cuando se le
pregunta cómo le surgió el amor por Malvinas, asegura que "es un sentimiento que me viene del alma, no es una cosa fabricada,
esto sale. La reminiscencia creo que la tuve siempre, por lo que la gente llama
normalmente amor a la patria. Yo lo siento así. Soy un ferviente lector de la
historia. Cada cosa que pasaba en el plano internacional hacia la Argentina,
siempre me tocó muy profundo. Imagínate con lo de Malvinas".
Cuenta que "mi padre estuvo en las cercanías de la
Guerra Civil española, en el año 36. Cuando empezaron los primeros tiros, mi
abuela se lo trajo para acá. Como él sabía sobre mi gusto por los aviones, creo
que fui un piloto frustrado, juntaba unos fascículos de la Guerra Civil
Española, con aviones que habían participado y me regaló ocho laminas. Las
tenía en un pasillo. El 19 de marzo del 82, cuando empezaron las primeras
amenazas en las Islas Georgia, me agarró una compulsión y ese mismo día cambié
las láminas por ocho aviones que tenía la Argentina. Saqué hasta el San
Cayetano que tenía mi suegra para colgar un mapa de Malvinas que me encontré en
la vieja Guía Peuser. A ese mapa le taché la toponimia escrita en inglés y le puse
los lugares en castellano". Ese fue el comienzo, sin quererlo, del Museo.
"Desde ese momento me transformé sin quererlo en
un captador de cosas. Todo el mundo te trae algo, y yo por supuesto estoy atrás
de toda la gente", dice
sobre el crecimiento de la hoy inmensa colección. Agrega que "se te va de las manos, no te das cuenta, no
hubo un corte tan vistoso para saber cuándo se transformó. A raíz de la guerra
y de seguir los acontecimientos, lo primero que hice fue grabar en VHS los
informativos y comunicados. En este momento tengo 79 videos de tres horas cada
uno con todos los informativos y comunicados que salieron".
Así empezó crecer
el museo, que aún no era tal, sino su casa particular, "con la consecuencia grave de la convivencia, era una locura", dice.
Sobre la
transformación, recuerda que "Hubo dos
etapas críticas. Cuando esto empezó a ser vistoso y apreciado, la gente me llamaba
para ver las cosas, mucha gente venía y no podía mostrar adentro de mi casa. Me
acuerdo que en esos principios, la Asociación Sanmartiniana durante 16 años
venia todos los 17 de agosto a Tandil, y en esas visitas pasaba por casa y ya
le decían Museo Malvinas de Tandil. Como tenía cada vez más cosas, llamaba a la
gente que me había pedido verlas y llegué a tener 80 personas acá adentro. Imagínate
lo que me pasaba con mi familia". Así, ponía todo lo que tenía acumulado
por toda la vivienda, sacando los muebles al patio. Después, junto a sus colaboradores,
volvían a dejar todo en condiciones y desaparecía el museo. Eso lo hizo durante
más de 30 años.
Sobre esos
momentos recuerda, por ejemplo, que "La
VI Brigada me donó un tanque de combustible de Mirage, que mide 6,20 metros. Lo
entramos a casa desarmado y lo volvimos a armar adentro. Estaba cruzado en el
quincho de mi casa, mi mujer para abrir la heladera tenía que mover el tanque".
El segundo enorme
paso de los que menciona, es mucho más cercano en el tiempo. Hace unos cuatro
años visitó Gardey y fue a comer una picada al Almacén Vulcano. Desde ahí veía
los galpones del Ferrocarril y pensó que podía ser un buen lugar. "Se me ocurrió preguntarle a Germán Christensen, que tenía el Almacén, para saber con quién hablar por los
galpones. Me mostró llevó al patio y me mostró que había cinco habitaciones que
no usaba. Estaba todo derruido, si lo veías salías corriendo. Me dijo que no me
cobraba nada, que arregle las habitaciones y meta el museo ahí adentro. Me quedé
helado y a la vez vi que era la única salida. Reuní a mis amigos del alma, con
el corazón en Malvinas todos, y arrancamos", repasa.
Desde ese noviembre
de 2016 empezaron a trabajar, poniendo plata que no tenían y muy a pulmón, con
ayuda de mucha gente. Hicieron hasta una plaza. Incluso se llevó hasta un mástil
que tenía en el patio de su propia casa.
El 19 de marzo de
2017, quedó inaugurado, ahora si como correspondía, el Museo Malvinas Tandil.
Y aunque el Almacén
Vulcano cerró, los dueños del lugar lo dejaron seguir, le dijeron que era un bien
para la localidad de Gardey, y le siguen cediendo gratuitamente. Eso, sumado a
la ayuda de los colaboradores y la Municipalidad, mantienen este lugar que
invita a todos el mundo a recorrerlo, con entrada gratuita.
Entre los
reconocimientos que fue obteniendo vale destacar el que le hizo hace poco el Instituto
Nacional Newberiano, dependiente del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología
de la Nación, declarándolo de interés turístico cultural y social. "Es un mimo al corazón. Lo bueno es que
toda la gente que me secunda también se siente incluida y valorada. A uno le
toca el corazón, son 38 años de trabajo", dice emocionado. Vale destacar
que el año que viene, el 19 de marzo en consonancia con el aniversario, se hará
el acto oficial.
Hablando de todo
lo que tiene el Museo, que son más de 2000 elementos, si se le pregunta cual es
el más importante, explica que "todas
son super valorables, no hay una pieza mejor que otra, todas tienen su
explicación. Pero hay cosas, comparativamente, que tienen más valor que otras".
Señala cosas
especiales. Primero menciona "una que
sobresale y llama la atención, son las pertenencias personales de Edgardo
Giachino, el primer caído en Malvinas el 2 de abril. Se transformó en un icono
de la guerra. Yo pude tener contacto con la viuda de Giachino, y ha donado
libros personales, el emblema de paracaidista que usaba en su uniforme, un
casco, entre otras cosas".
Sobre la otra,
detalla que es "una pieza que me llegó
hace un mes, tiene que ver con el batallón Gurka, los soldados nepaleses
contratados por la Corona Británica. Es un cuchillo Kukri, que me trajo uno de
los colaboradores del museo que viajó a Nepal".
De todos modos,
sigue asegurando que todo lo que hay en el Museo, tiene su gran valor y dice
que "tengo que destacar el
desprendimiento de muchísima gente que me trae sus propias pertenencias, ven
que el Museo es el lugar apropiado para que no se pierna nunca el recuerdo de
Malvinas".
Cerrando la
charla, hay un punto que roza lo increíble. Con todo este fervor, volcado en el
enorme trabajo que hizo del 82 y su amor por Malvinas, nunca fue a las Islas.
"No voy a ir jamás mientras esté el enemigo
ocupando mi casa. Varias veces estuve en el intento, lo debo confesar, estuve a
punto tres veces. Pero no me decido, conozco mi carácter, no puedo ir a la casa
del ladrón", afirma.
Reconoce que "el cerrado soy yo, acepto lo que me dice
la gente. Pero creo que llegar a las Islas y que el viento me pegue en la cara,
no sé si me resiste el corazón. Pero me puede pasar lo otro, la agresión. Es un
bloqueo personal que yo tengo y no logro quebrarlo".
De todos modos,
hay carteles del museo homenajeando a caídos en tierras malvinenses, que han
llevado otros colaboradores. E igualmente, la opción de ir, cuando se anime, sigue
estando.
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