Opinión
12/09/2017
Con el cambio de rubro de Bartolomé, las bandas tandilenses se quedan casi sin escenarios para tocar en el centro. Otro deja vu y el rock tendrá que buscar su lugar.
por
Brando Bruni
"... Vuelve la misma
sensación
Esta canción ya se
escribió
Hasta el mínimo
detalle..."
Deja Vu - Gustavo Cerati
La queja de las bandas, sobre todo las de rock, viene
repitiéndose desde hace mucho tiempo: en Tandil hay muy pocos lugares aptos
para tocar.
El fin de semana que pasó, fue el último en el cual
Bartolomé (Rodríguez y Mitre) programó shows musicales, para cambiar su rubro
de bar a hamburguesería en los próximos días. Por supuesto que los empresarios
tienen todo su derecho de hacer y deshacer lo que les parezca con su negocio,
pero este cierre deja en evidencia lo dicho. Ahora, salvo por alguna digna
excepción como Macanudo, el centro se queda sin escenarios y el tema vuelve a
exponerse.
El fenómeno es
llamativo siendo Tandil una ciudad con una actividad cultural inmensa, sobre
todo rockera, donde debe haber más de 50 grupos dando vueltas. Pero otra
realidad, la más fría, se impone cuando los números no cierran.
Más allá de las clausuras que sufrieron los lugares que
apostaron en su momento a lo cultural, cuando pudieron funcionar, varios
recitales fueron vistos por 20 o 30 personas. Teniendo en cuenta los ingresos
necesarios solo para cubrir los gastos y el bajo costo de una entrada para ver
una banda local, se torna imposible de sostener.
Es raro (y contradictorio) que tanta gente haya alzado la
voz cuando casi cierran sitios como Bunker o La Pacha, y luego los shows en
esos lugares estuvieron desiertos. Y si, obviamente esos reductos terminaron
bajando la persiana. Echar culpas con el diario del lunes es fácil y necio,
pero queda a la vista que muchos de los que piden rock a la hora de ir a los recitales,
desaparecen. Sumado a esto, la realidad económica de los últimos tiempos
tampoco ayuda.
Seguramente, el rock encontrará la manera de hacerse ver,
porque después de todo de eso se trata. Otros lugares, habilitados como corresponde
o no, tomarán la posta, pero se advierte que el círculo volverá a cerrarse. No
es la primera vez que pasa esto y no se percibe que sea la última.
¿Qué se hace?, difícil de responder, pero en principio todos
los que disfrutamos de este tipo de movimientos tenemos que aportar lo propio.
Los músicos dar el mejor show posible (e ir a acompañar a sus colegas en otros
recis), desde los medios difundir, y el público asistir. Todo esto suena obvio,
pero evidentemente no pasa y son las únicas herramientas que tenemos para
cuidar los sitios que se abren a lo cultural.
Luego, con algún lugar abierto, discutiremos el rol del
Estado y las trabas para habilitar, que sin dudas deben existir. Siempre se
percibirá extraño como se le pone más empeño a un bar con escenario que sin él,
o que en algunos shows se puede vender alcohol (fuente importante de ingresos)
y en otros no.
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