PERSONAJE DE LA SEMANA
30/05/2018
Carlos Marchioli es el último de su oficio. Heredó el trabajo de su padre y continuó la línea que trazó el gran Alberto Luis Basso. Socio ideal de los inviernos serranos, nuestro Personaje de la Semana sobrevivió a la modernidad con su termo y la presencia estoica. Desde hace años encontró en el Rectorado de la Unicen su punto estratégico, pero tiene una gran historia como caramelero y vendedor ambulante en nuestra ciudad.
por
Mauro Carlucho
Su padre, y homónimo, descubrió el oficio de
cafetero y vendedor ambulante en la Capital Federal. Allí caminó por los grandes cines ofreciendo
dulces y cafecitos a los porteños que atisborraban las salas que exibían
peliculas de Luis Sandrini, Niní Marshall y otras figuras de la época.
Luego se mudaron a Tandil, con paso previo por
Azul, en donde siguió ligado a su actividad. Aquí nació Carlos en el año 1962 y
formaron una familia compuesta por padre, madre y cuatro hijos.
Vivieron gran parte de su vida en el Barrio de la
Estación, en una casa humilde ubicada en calle Alem, a una cuadra y media del
Hospital Municipal Ramón Santamarina.
"Yo tuve la suerte de estudiar y de poder recibirme
de Técnico Electromecánico, pero la verdad que desde muy chico trabajé con mi
padre y me enamoré de este oficio. Mi padre tenía la concesión para vender en
los cines de Tandil y colaboraba toda la familia. Trabajamos en el Cine
Americano, el Súper, Avenida, Cervantes y también a lo último en el Alfa. Al
mismo tiempo hacíamos reparto de café ambulante, cafetero como se lo conoce. Siempre
fuimos ambulantes, de andar caminando la calle. En el verano también vendíamos
helados en la calle. Yo mientras estudiaba en la Escuela Técnica, en la
nocturna. Trabajaba de día. A los 16 años medio que me independicé y empecé a
trabajar en un boliche bailable como lavacopas, luego terminé de mozo. Siempre
dedicado al servicio", dijo Carlitos mientras sirve un café en los
pasillos de la Universidad Nacional del Centro.
La venta de café ambulante en Tandil tuvo tres grandes referentes
históricos, primero el ya citado "café, café" Basso, después estaban los
Marchioli y el Café Ok que se apostaba afuera de la galería ubicada en Pinto,
casi 9 de Julio.
Los Marchioli hacen venta ambulante desde hace más
de 60 años. Desde el año 1987 reparte cafés y delicatessen en el viejo edificio
del ex Hotel Palace. Entre 1982 y el
2015 tuvieron a cargo el buffet del Rectorado que atendían siempre en familia.
Carlos, su mujer y sus dos hijos.
"Antes andaba mucho por el centro, me gustaba
recorrer las calles. Solíamos compartir clientes con el otro cafetero grande
que tuvo Tandil, que fue Basso. Y después algunas estaciones de servicio,
talleres y comercios. Con eso nos ganábamos la vida, y nos la seguimos ganamos.
Mis hijos pudieron estudiar y seguimos con eso", le dijo
a ElDiarioDeTandil.
Su familia está conformada por su señora Alicia y
sus hijos Walter y Marisol. Walter ya hizo su camino y está trabajando para
Ferrosur en Olavarría. En tanto que Marisol está terminando la carrera de
Contador Público y colabora en la pymes familiar.
Esta historia es también el relejo de la Educación
Pública en la Argentina. En donde las clases trabajadoras pueden acceder a las
casas de estudio y progresar en la vida.
Carlos eligió seguir el camino de su padre. El
trabajo de cuenta propista tiene sus pro y sus contras, así lo explica nuestro
entrevistado: "Éste oficio lo que tiene de diferente de otros es que, bueno,
lo que uno trabaja es para uno. No trabaja bajo supervisión de otro. En una
época he trabajado así, bajo el mandato de otra persona y bueno ahí uno tiene
que seguir sus indicaciones y sus reglas. En cambio, en nuestro trabajo uno se
esfuerza todo lo que puede para poder llevar un sustento diario para la casa.
No es fácil tampoco, tenés que andar corriendo a veces, cuando era mas jóven,
en la calle para poder hacer más. También se lleva muchas horas de uno,
trabajando muchas veces mucho más que cualquier otro trabajo. En otros lados
por ahí tienen un descanso del mediodía o trabajan 6 o 8 horas, y uno por ahí
trabaja hasta 12 horas por día, y va llevando todas esas cargas para la
familia, pero bueno, uno sabe que es para uno y para la familia", dijo con
esa sencilles que te da la calle y el contacto diario con la gente.
Desde hace 30 años recorre diariamente los pasillos
de la Universidad con el termo y sus viandas, imagínense la cantidad de
anécdotas vividas en este tiempo.
"Muchas veces he estado desde temprano, ibamos a
las 7 de la mañana y nos hemos quedado hasta la 1 de la madrugada atendiendo a
los de la Facultad de Arte que siempre son los que se quedan hasta más tarde.
Lo mismo por eventos, jornadas o Congresos tan comunes en el ambiente
universitario. Recuerdo una vez que hicimos el servicio para el Congreso de
Educación del año 1990 o 92 en el salón
de la Camara Empresaria para unas 400 personas. Me acuerdo de los cortes de luz
y ver a los estudiantes bajar por las interminables escaleras iluminándose con
encendodres. Ha pasado tanto tiempo que uno se olvida. Mis hijos se criaron acá
adentro. Los profesores los invitaban al aula y aprendían cosas que en la
escuela no veían. Tengo también otra anécdota de una joven que vino de Chile a
estudiar arte y la madre medio que nos dejó a cargo de la chica. 'Cuidenla,
cualquier cosita ayudenla, porfavor...', nos dijo. Luego se fue un verano y
nos dejó una caja con cosas personales que dijo 'después las paso a buscar
cuando vuelva', y lamentablemente no volvió más. Pero bueno, seguimos en
contacto. Y después, bueno, estar ahí muchas horas significa compartir charlas
con gente, que va, te cuenta la vida, y uno también, uno también cuenta su
vida, sus cosas. Y uno por ahí con lo
que sabe puede ayudar un poco, a veces los chicos necesitan apoyo, y bueno, uno
hace lo que puede. Estaba muchas horas ahí, hablando con alumnos, profesores, y
he reccibido mucho de ellos, me han ayudado a mi también",
recordó.
Carlos guarda un grato recuerdo del paso de Juan
Carlos Pugliese hijo, "Juan Carlitos estaba en el Consejo Superior y fué él
el que instaló mi servicio dentro del Consejo Superior. Él me llamaba y le
pagaba el café a todos, lo mismo si gustaban comer algo. Él no tenía problema
en colaborar con los chicos. Después otra cosa que recuerdo es cuando hubo
muchos problemas en la Facultad de Humanas por las elecciones, tuvieron un
Consejo Académico de Humanas que duró más de dos días. Tuvieron que llamarlo a Juan Carlos para que
hiciera de mediador entre las partes. Yo me fuí a la noche, muy tarde y cuando
volví a la mañana seguían todavía con el tema", mencionó.
Actualmente sigue con su histórico servicio y
agregó un nuevo emprendimiento que se llama Cathering Norte. Es un
emprendimiento familiar, que lo llevan adelante con su señora y su hija. "Yo
me encargo junto con mi señora de todo lo que es cocina, logística,
presupuestos y todo eso. Mi hija se encarga de coordinar los mozos, preparar
las mesas, servir a la gente. Es la jefa de sala como se dice. Así que mi
señora en la cocina, yo entremedio digamos y mi hija en la parte de atención a
la gente. También preparamos viandas y llevamos a domicilio. Hacemos un poco de
todo", resumió.
Luego de tantos años se siente satisfecho, "Si
me preguntás si me gusta lo que hago, te digo que sí, que cómo no me va a
gustar. Si nó no lo hubiera seguido. Porque uno a ésto lo lleva adentro, lo
mamó de chiquito y bueno. A mí me ponés a hacer un servicio y estoy chocho.
Para la jubilación me faltan 10 años todavía, y bueno, 10 en la vida no es
mucho, pero en éste país 10 años es un montón. Puede pasar cualquier cosa.
Tenemos muchos cambios, siempre hay cambios de un año para el otro, nunca
estamos estables, no sabemos lo que nos depara el futuro. Cuando me jubile
seguiría haciendo lo mismo pero más acotado, o dedicarme a hacer algún hobby, o
qué se yo. No sé, como ésto lo llevo tan adentro, a veces pensar en hacer otra
cosa no se me ocurre. Lo que Dios disponga, estamos en las manos de Dios
sobretodas las cosas. Cuando a nosotros nos pidieron el lugar que teníamos en
la universidad, con mi señora decidimos, que bueno, que era tiempo de cambio,
era tiempo para renovarnos, tiempo que teníamos que salir de ahí, y si Dios lo
pone que salgamos de ahí, salimos. El trabajo me lo dejaron, así que seguimos
trabajando, pero desde mi casa. Y bueno, se van a abrir otras puertas en lo
laboral. También en lo familiar estaba muchas horas dentro de la universidad, y
esas horas se las sacábamos a la familia, y bueno, ahora tenemos tiempo para
compartir juntos".
Sencillo, agradecido y en las manos de Dios. Carlos
es feliz caminando las calles y los pasillos del histórico edificio de Pinto y
Chacabuco. Es el último de su especie. Las nuevas modas prescinden de los
vendedores ambulantes por el moderno delivery y los cafés especiales. Carlos es
de otro tiempo. De termo bajo el brazo y charla cordial con el cliente.
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