Tiene que ver con una señora mayor con problemas de movilidad que fue a renovar su licencia en un auto sin adaptar, el cual a las claras le costaba manejar.

Según pudimos saber, fue a realizar la prueba tres veces, y en todas las oportunidades tuvo diferentes fallas que no deberían permitirle continuar estando detrás de un volante. Pero sucedió que ante la negativa, la mujer se quejó desde el primer test, y de alguna manera se hizo escuchar.

Así, aunque no aprobó, no solo le dieron otras chances (con diferentes tipos de exámenes) sino que habrían resuelto de todos modos habilitarle la licencia para que siga manejando, en un principio por seis meses, pero terminaron resolviendo que por un año. Como diríamos en cualquier barrio, se la sacaron de encima.

El hecho, que deja expuestos a peligros no solo a la protagonista sino a cualquier otro que ande por la calle, quedó asentado en el libro de quejas.

La pregunta que resuena es: ¿Con cuántos casos hacen lo mismo?