PERSONAJE DE LA SEMANA
29/03/2018
Amor por la naturaleza. Por los animales y las personas. Pero especialmente por los caballos. Todo está relacionado en la historia de Rotxo Torres. Eligió vivir a sabiendas de que todavía nos queda mucho por aprender. Solo hay que detenerse y mirar a nuestro alrededor.
por
Mauro Carlucho
-¿Que
significa domesticar?
-Es
algo demasiado olvidado -dijo el zorro-. Significa crear lazos.
Saint
Exupéry. "El Principito"
Su mayor orgullo es
ser un hombre libre. Como los pueblos originarios antes de los barcos. Como los
gauchos renegados. Y también, como los bravíos corceles que galopaban salvajes
por la pampa húmeda.
Nació en Saldungaray
hace 49 años y descubrió en el valle de Tandil a su lugar en el mundo.
Desde muy chico supo
que su vida estaría ligada al campo. Entre caballos y fogones. "Mi locura se resume en que soy cruza de
gallego con vasco. Mi viejo Torres y mi mama Aramberri. Tuve una infancia de
pueblo, Saldungaray tiene entre 1200 y 1500 habitantes, mi viejo era tornero
mecánico. Me crié pensando y soñando con el campo, desde que tengo uso de
razón que soy un enamorado de los caballos. Primero iba al campo de mi tío,
pero luego tuve mi petiso de pueblo", dijo nuestro Personaje de la Semana a
ElDiarioDeTandil.
Cuando salía de la
escuela ayudaba a su padre en el taller. Pero cada vez que escuchaba unas
herraduras caminar por la calle, se le aceleraba el corazón.
"Aunque vivía a tres cuadras de la escuela, yo quería ir de a
caballo. Estaba como obsesionado. Ese sueño lo pude cumplir cuando me vine a
estudiar a Tandil. Era el año 1989 y vivía en una quinta. Todas las mañanas me
iba para la chacra de veterinarias a caballo y con los perros corriendo al
lado. Por eso a la quinta le puse La Vizcachera, me decían que yo era como el
viejo vizcacha que aparece en el Martin Fierro", recordó.
Rotxo evidentemente no
soñaba con un auto último modelo, su historia pasaba por lo simple. Por vivir
rodeado de animales y en un entorno natural. "La mejor herencia que me dieron mis padres fue la libertad. El dejarme
decidir lo que quería hacer y la habilidad de hacer muchas cosas. Yo no
soy soguero, pero hago cosas en soguería. No soy platero, pero hago algunas
cosas en alpaca. A los 10 años ya manejaba la camioneta y a los 12 andaba
entre cosechadoras y tractores. Visto con los ojos de hoy, es una locura.
Porque los chicos están para otra cosa. Pero eran cuestiones de la época",
agregó.
Al salir de la
secundaria cursó agronomía y luego veterinaria. Sabía por donde pasaba su
presente y futuro. Siempre lo tuvo claro.
"Llegar a Tandil fue un descubrimiento. No solo por estudiar
veterinaria. Enseguida pensé que éste era mi lugar en el mundo, donde quería
desarrollar mi ser". Lo suyo no era
puntualmente las ciencias veterinarias, pero no conocía de carreras ligadas al
comportamiento animal. Fue haciendo su camino con un poco de esto y otro poco
de aquello. Con los años descubrió que quería ser un nexo entre los caballos y
las personas.
Así surge la doma
india o racional en su horizonte. Lo había leído también en el Martin Fierro. "Es una técnica totalmente diferente a la
del gaucho. La doma india se pone en el lugar del caballo, no lo violenta. En
el 89, aproximadamente, me traje mis caballos para Tandil y fue empezar a
prueba y error. En ese momento no estaba masificado lo que era la doma
racional, y bueno ahí empecé de a poco con mis propios caballos, y después
empecé a domar caballos de afuera y siempre tuve mucho imán para la gente, me
encanta enseñar. Así que mientras estaba cursando, me dedique también a amansar
caballos, amansaba caballos para otros, caballos de polo".
Este método viene
desde el 1.600 aproximadamente, cuando el indio descubre al caballo y reformula
la relacion del hombre con el animal.
Los equinos aprendían
a galopar con la cabeza tapada; a atravesar médanos y cangrejales, a nadar
cruzando lagunas o ríos caudalosos; a saltar zanjas, barrancas o empalizadas;
lo hacía echar entre los pajonales; lo manejaba con las piernas sin utilizar
riendas; le enseñaba a quedarse inmóvil durante mucho tiempo; a llamarlo con
sonidos como silbidos o gritos; lo utilizaba como mangrullo para mirar el
horizonte; a llevar el indio a la rastra agarrado de la cola.
El método consiste en
domar al caballo de acuerdo a su naturaleza, evitando provocarle miedo y dolor,
y ganándonos su confianza y lealtad. Este método nos proporciona nociones
claras de cómo tratar al caballo, y que, cuando y como enseñarle, lo que
queremos lograr.
El caballo aprende por
persuasión, y está en nosotros, conocer su naturaleza, comportamiento y
psicología, para lograr persuadirlo, y enseñarle, un sin fin de ejercicios, que
harán de ese caballo, un animal apto para cualquier disciplina.
"De a poco me fui metiendo en un mundo fascinante -nos contó Rotxo-. En el
año 98 deje de trabajar con los caballos de polo y me proponen empezar a
trabajar con Felipe, un chico con hemiplejia. En ese entonces no había
equinoterapia en Tandil, ni en la zona, y los médicos le habían recomendado a
los padres que haga un tratamiento de este tipo. Así fue que empecé con esto y
además conocí a Poroto, el caballo de Felipe, que me acompaña desde hace casi
30 años".
Su historia es como
una bola de nieve que va creciendo a medida que avanza. Su trabajo comenzó a
divulgarse y cada vez más niños y grandes se acercaban a La Vizcachera.
Rotxo es un hacedor de
un saber que viene de largos años. Las tribus celtas de la edad media
acostumbraban a regalar un caballo a la persona de la comunidad que había
sufrido la pérdida de un ser querido, porque sabían que la ayudaría a sanar la
ausencia.
Los caballos son seres
muy sensibles, que se relacionan con las personas desde la conciencia
emocional: lo que sienten, lo reflejan en su comportamiento, algo que los seres
humanos no siempre hacemos. Por eso, los que van a este tipo de terapias,
desarrollan una relación emocional con el caballo que les permite movilizar
todo aquello que los angustia, los paraliza o los atemoriza.
"En La Vizcachera le escapamos a los rótulos. Hacemos un poco de
todo. Me gusta enseñar a domar caballos, pero también damos iniciación en
soguería, con los metales, telar, hilado de lana. Yo digo que mi función
es prender la mecha, que las personas vean varias actividades y vayan encontrando
un camino. El chico después de su primer clase ya sabe sobre el caballo, cuales
son las riendas, como se llama, como hay que hacer para subirse, no importa si
el próximo alumno tiene 40 años, uno de 2 o 3 años le puede ayudar y explicarle
al otro, y así es la idea, que todos intercambiemos saberes. A mi no me
interesa que una persona venga y la gaste andando a caballo, pero que no
sociabilice o no comparta. Trato de inculcar otros valores. Los sábados que son
los días mas concurridos, yo empiezo trabajando a la mañana con chicos de 10
años, con autismo, con síndrome de down, y luego empiezan a venir otros, que
tienen entre 9 y 15 años, y vienen, van agarrando los caballos, me ayudan con
los otros chicos, hay siempre un fogón prendido. Hacen mate, después comemos
todos juntos, cocinan entre ellos las hamburguesas, los chorizos. Vienen pibes
de todas las edades y con diferentes realidades, de distintos colegios, de
distintas zonas de la ciudad, que se conocen acá y después se han hecho
grandes amigos. Pasan cosas muy fuertes. Yo siempre cuento la historia de un
niño autista que después de empezar a venir, fue aquí donde dio su primer beso
y abrazo. Vivimos emociones muy fuertes".
Las terapias con
caballos han evolucionado considerablemente y se las ha puesto en práctica con enfermedades como el
stress, la depresión, las fobias, las adicciones, los trastornos
obsesivo-compulsivos, los desórdenes alimentarios, entre otras cuestiones.
Las tranqueras de
'La Vizcachera' siempre están abiertas. Solo se trata de compartir un ambiente
saludable y en armonía. Rotxo es el facilitador, los verdaderos protagonistas
son los caballos y las personas que inician este camino transformador.
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