Opinión
26/03/2018
El 24 de marzo nos propone siempre reflexiones y nos impone repensar tanto estrategias de reconstrucción de la memoria como tácticas para las luchas colectivas presentes y futuras.
por
Patria Grande Tandil
Las organizaciones de las disidencias sexuales en nuestro
país hemos acompañado las reivindicaciones y denuncias de nuestras Madres y
Abuelas así como compartimos agenda y preocupaciones con organismos de derechos
humanos. La reconstrucción a partir de archivos y testimonios directos de la
militancia y la llamada resistencia en el periodo de la dictadura
cívico-militar, da cuenta que muchos compañeros y compañeras, eran lesbianas y
gays y eso ha permitido cuantificar 400 gays, lesbianas y trans, dentro de los
30.000 detenidos, torturados y desaparecidos en manos de los militares.
Esta cifra no pretende diferenciar, ni discutir
protagonismos, más bien intenta desmontar presupuestos que se imponen en la
historia, y que restan posibilidades de lectura, al invisibilizar parte de las
luchas y de sus actores. La reconstrucción del periodo y la caracterización de
las luchas, basadas ambas operaciones en el orden sexo-genérico binario de varón-mujer,
asì como en la presunción de heterosexualidad de toda la militancia y de los
30.000 compañerxs detenidxs-desaprecidxs, es una operación que invisibiliza a
la población de gays, lesbianas y transexuales.
Las sujbetividades lésbicas, gays y trans han entendido y
han reivindicado que lo personal es político. Militar y ser activista de
organizaciones políticas, sindicales, culturales, sociales desde el ser mujer
lesbiana, hombre homosexual, mujer o varón trans, otorga un sentido particular
a esas acciones de resistencia a regímenes de opresión política y económica,
porque acumulan otra resistencia política y más cotidiana, como es la de vivir
encarnando la crítica al heteropatriarcado, en cada gesto diario.
La cifra de las y los 400 se inscribe en ese pasado de
horror y traumas y no permite clausuras. Por un lado porque insiste en
evidenciar cómo las memorias hegemónicas, incluso aquellas que compartimos y
que consideramos imprescindibles, encuentran dificultades para incorporar esta
hendidura político-sexual como una marca mas a ser considerada. Destacamos la
necesidad de una reconstrucción que permita otorgar sentidos a un entramado
mayor donde reconocer la convivencia de memorias dominantes, subterráneas o
denegadas y a la vez otorgue la posibilidad de entender estas limitaciones como
derivadas de lecturas estáticas y binarias del orden sexual.
Los activismos LGTBI en democracia, reactualizan debates en
torno a las represiones sobre los cuerpos y las identidades. La sexaulidad, así
como la educación y la salud, y el pleno ejercicio de un vasto abanico de
derechos humanos y civiles, nos encuentran también hoy resistiendo en tanto
lesbianas, gays y transexuales. Que el derecho al uso del propio cuerpo y el
placer de una población sean controlados, no es una decisión aleatoria, sino
parte de un estrategia que permite, silenciar, vigilar y castigar las vidas,
así como volver a silenciar, si estamos ausentes de los relatos de las luchas.
Sabemos que el objetivo del régimen de destruir
ideológicamente a los presos políticos se enlazó con el del sistema
sexo-género, en una destrucción subjetiva, que incluyó el ataque al cuerpo
físico y del cuerpo simbólico. Esto ha sido reconocido y caracterizado como una
política de destrucción de la subjetividad genérica, que no podemos dejar de
lado ni en los análisis, ni en las demandas de memoria, verdad y justicia.
Les 400 son parte de las y los compañerxs desaparecidxs
PRESENTES, ahora y siempre!
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