Opinión

Invitación al ensimismamiento

20/03/2018

"La alta estima en que se tiene al minuto, la prisa, cual primordial causa de nuestra forma de vida es sin duda el enemigo más peligroso de nuestra alegría". Hermann Hesse

por
Juan Ángel Alvarado

Mi Yo es idéntico al lugar de la realidad que encuentro. Y puesto que la elección es originalmente comunicativa y la elección de si es siempre, al mismo tiempo, elección de los otros, tampoco la elección de los otros es escoger, sino que es únicamente la originaria decisión de una comunicación incondicional con aquellos con los que me encuentro como conmigo mismo.

Esto que Carlos Jaspers intentaba compartir con Teilhard de Charden nos refiere que esa condición, también abarca la ansiedad de la angustia -propia del hombre- de una conciencia que se despierta a la reflexión de un universo oscuro, en el que la luz necesita siglos y siglos para llegarle, un universo que todavía no alcanzamos a comprender y a saber qué es lo que nos pide.

Y además, nos sugiere, aunque no menos real: el conocimiento, por medio del cual se expresa entre nosotros, la angustia y el misterio, desde el más humilde quimismo hasta la más elevada síntesis del espíritu, cualquier progreso en la dirección de una unidad cada vez más lejana, en este momento de nuestra historia, siempre intransferible en nuestra absoluta soledad.

Ahora bien, Martin Heidegger, quien en armonía de búsqueda con los mencionados autores nos abre este sendero. El hombre por el cual el mundo está atado por la misma estructura de su existencia, es en primer lugar, un mundo de cosas.

El ser de estas cosas, su verdadera y propia realidad consiste en servir de instrumento para el hombre. El ser de las cosas, está en consecuencia, subordinado y es relativo al ser de los hombres. Pero la existencia del hombre en el mundo no consiste solamente en el cuidarse de las cosas. Consiste también en tener cuidado de los demás.

Y en este tránsito Jorge García Venturini nos advierte: el fin de los tiempos es científicamente una posibilidad que crece geométricamente cada año. Y aqui surge necesariamente una reflexión: ¿no habrá habido ya, alguna vez, un fin del mundo o de la especie humana?

Como esta es tan sólo una invitación pongamos también una pincelada esperanzadora a tantas inquietudes que nos pueden ayudar a superar estas cuestiones que, aunque suelen pasar inadvertidas, intervienen asimismo en nuestro cotidiano andar por la vida.

En ese sentido María Zambrano nos pone en situación al advertir que la esperanza es posible en la condición del hombre histórico que somos desde que sabemos. Dado que la esperanza es el vacío de un ser insuficientemente para sí, de un ser que todavía no es.

 

Prof. Juan Ángel Alvarado

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