HISTORIAS DE EMPRENDEDORES
18/01/2018
Porteño y fundamentalista del valor agregado. Donde otros ven una fruta, el ve una mermelada y después un postre. Es su naturaleza. Nómade, enamorado de su familia y la murga uruguaya. Este es el perfil del hombre que fundó Quarryman.
por
Mauro Carlucho
Nació en Buenos
Aires, pero cumplió el sueño de viajar y vivir en muchos pueblos y ciudades de
la Patria Grande. En su juventud estudió Sistemas, pero nunca estuvo muy
convencido de esta elección.
Su primer trabajo
consistió en reparar computadoras, pero luego también se dedicó a la venta de
instrumentos musicales.
A mediados de los
90 se casó con Laura Sarmoria (actual Coordinadora de la Mesa Solidaria) y
encontró la compañera ideal para largarse a la aventura. Primero en el interior
de Uruguay, en la romántica ciudad de Colonia del Sacramento. Donde pusieron un
comercio de regalería y productos artesanales en el barrio histórico.
Aquel fue su refugio de la triste década del
90. El "paisito", al otro lado del río, no quedó al margen del salvaje
neoliberalismo, pero andan a otro ritmo. Más al paso. La crisis del 2001 afectó
profundamente el turismo en la región, con lo que Armando, Laura y sus hijas
decidieron armar el bolso y salir a recorrer Brasil. Un país tan grande como
maravilloso.
No estaban
sobrados, apenas había algunos ahorros y la actitud para ir adaptándose a las
exigencias que fueran surgiendo:"Somos
bastantes habilidosos con las manos y nos damos cierta maña para trabajar con
la madera o fabricar objetos. Cargamos en la camioneta algunas herramientas y
armamos un banco de trabajo. A veces vendíamos en negocios, en ferias o directamente
en la calle. Habíamos
encontrado una dinámica para poder laburar, fue como que nos
anticipamos a la época", indicó.
La familia fue
creciendo y en un momento surgió la necesidad de afincarse en un lugar. Eran
tiempos de pensar en una escuela y en las demandas de sus hijos. Se habló largo
y tendido hasta que decidieron emprender la vuelta. No sabían donde
establecerse. Son amantes del mar y querían una vida tranquila. Fueron hablando
con amigos y familiares hasta que surgió la posibilidad de Tandil. Corría el
año 2002 cuando eligieron a nuestra
ciudad en base a sus posibilidades laborales, de estudios y las propuestas
culturales.
Durante el primer tiempo en Tandil fueron buscando que hacer. Así surgió la posibilidad de fabricar cerveza artesanal. Armando tenía ciertas inclinaciones por la física y la química, argumentos que validaron su
proyecto.
En aquellos años era difícil vender un litro de cerveza artesanal, pero confió ciegamente en su idea: "En mis cuentas
mentales tenía un futuro extraordinario, pero en realidad no fue así al corto, ni al mediano plazo. Esa inconsciencia, el orgullo y sobre
todo la banca de mi familia hicieron que siga adelante. Hubo muchos momentos
que quise largar todo, pero todo ese conjunto de factores me hizo mantener la ilusión", le dijo a ElDiarioDeTandil.
"Costó mucho consolidar el producto en el mercado. Entrabas a un negocio y parecía que quisieras vender un helicóptero, pero tuve la gracia de poder entrar a puntos emblemáticos de la ciudad. Poder vender nuestra cerveza en Época de Quesos fue una gran vidriera. Así de a poco la marca fue haciéndose conocida y asociada con la ciudad", comentó.
Para el año 2004 compraron el terreno en la rotonda de Don Bosco y pudieron aumentar la producción. En todos estos años han crecido. A veces un poco mas y otras veces más lentos. Pero siempre yendo para adelante.
A la distancia se sienten orgullosos de su elección. Se sienten cómodos y disfrutan el trabajo de fábrica. El laboratorio detrás de las
riquísimas ipa o porter, por citar algunas de las cervezas codiciadas
Quarrymann: "Es más fuerte que yo, donde otros ven una
planta de ciruelas, yo veo una fábrica de hacer dulce. Y después veo una fábrica
de alfajores con dulce. A veces te dicen ?que pasión tenés vos?. Y para mí, la
pasión no te ayuda a fabricar. Te ayuda a no tirar la toalla. Para fabricar
cerveza no necesito pasión, necesito física, química".
El auge en el consumo de cerveza artesanal subió la vara del proyecto. Ya piensan en mudar la fábrica al Parque Industrial y están en
proceso para comprar más equipamiento. En estos años, Armando estudió Tecnología de los Alimentos en la Unicen y se perfeccionó en cerveza.
Al mismo tiempo evalúa con desconfianza el futuro general del país. Si el conjunto de la sociedad no funciona, el resto se empieza a desmoronar
tarde o temprano. "No quiero quedar como
un renegado o un mala onda, pero por más que nuestro producto sea consumido por
un target determinado, si la cosas a nivel general no van bien, el futuro es
sombrío. Yo no puedo dejar de
usar mi experiencia, y más siendo alguien que no está salvado, que tiene que
laburar, no podes darte el lujo de tener un optimismo estúpido".
Mientras tanto el proyecto familiar sigue creciendo. De
las cinco hijas, hay dos que se interesaron
por esto. "Nosotros creemos que tiene un
valor esto de trabajaren familia, tiene sus pro y también
sus contras. Somos conscientes de que puede salir un
desastre, pero a nosotros nos funciona, nos gusta y nos llevamos bien".
En este camino incierto de
producción y comercialización, Armando va por más. Junto a otros productores de
la ciudad se decidieron a crear la Cámara de Cerveceros que busca potenciar el
trabajo de los "brewer" locales a través de acciones concretas. En un primer
paso trabajan junto a la Secretaría de Desarrollo Económico para tomar cursos y
perfeccionamientos que ayuden a mejorar
la calidad de la cerveza artesanal de Tandil. La idea es crecer en conjunto.
Lograr el maridaje perfecto para nuestros quesos y chacinados. Por ese camino
viaja Armando.
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