Opinión

Puras ventajas

04/12/2017

Dos hechos que atañen a la provincia de Buenos Aires, ocurridos casi en simultáneo, reflejan la relación de fuerzas en ese distrito y preanuncian como se desarrollará la acción política en el curso de los próximos años. No se necesita ser un genio para saber que una gobernadora -en este caso María Eugenia Vidal- tendrá más posibilidades, que cualquiera de sus adversarios de afianzar su dominio sobre el distrito electoral decisivo de la República Argentina. Lo hará con base en la única herramienta capaz de obrar milagros entre nosotros: el nuevo Fondo del Conurbano. Si para muestra vale un botón, helo aquí: cuando deba disputar su reelección dentro de veinticuatro meses, la actual mandataria tendrá a su disposición algo así como $ 124 MM diarios para administrar.

por
Vicente Massot

Se podrá argumentar -no sin cierta razón- que Eduardo Duhalde contó durante la década de los noventa del siglo pasado con una caja de tamaño similar, e igual salió perdidosa su mujer, en contra de Graciela Fernández Meijide, en los comicios legislativos de 1997. Y él mismo perdió, poco tiempo después, la presidencia a manos de Fernando De la Rúa. Sólo que el hombre de Lomas de Zamora no tuvo nunca la segunda ventaja que acumula a su favor, actualmente, María Eugenia Vidal

Además de la canonjía financiera que acaba de recibir, la semana pasada quedó en evidencia la desunión que cruza al justicialismo bonaerense en diagonal. Que uno de los principales contendientes, en la puja por asumir la conducción del partido, se considere cafierista y que otro de los anotados se anime a quebrar una lanza en favor de Néstor Kirchner, lo que trasparenta es qué tan fuera de la realidad están los seguidores de Juan Domingo Perón. Hablan un idioma que a los jóvenes les parece de otro planeta, a los apolíticos los deja indiferentes y a los del mismo palo no termina de conformarlos.

Cuanto ocurre a nivel nacional en términos de lo que podría denominarse la diáspora peronista, se da de la misma manera en territorio bonaerense. Con la particularidad de que ninguno de los postulantes está en condiciones de repetir lo que en su momento hicieron Perón, Menem y Kirchner -si se trata de la conducción nacional- o Mercante, Cafiero y Duhalde -a nivel provincial.

La distancia que ya le sacaron Macri y Vidal a sus ocasionales adversarios es tan considerable que mencionarla parece, a esta altura, una verdad de Perogrullo. Cambiemos cuenta con los votos; las primeras minorías en las dos cámaras del Congreso Nacional; la caja; los timbres; la esperanza depositada en el gobierno por una mayoría de la sociedad; el beneplácito del mundo y la confianza de los mercados de deuda. Más no se podría pedir.

Es a partir de esta realidad que no pocos peronistas se animan a confesar -en privado, claro está- que hay Macri para rato. Y, aún cuando sus discursos tronitonantes y sus profecías apocalípticas parezcan ir en dirección contraria, una parte del kirchnerismo piensa de manera similar. Por supuesto que no estarían dispuestos, por motivos obvios, a vocear en público semejante opinión. Pero cuando se reúnen a considerar el panorama que se avizora, lejos de las cámaras de televisión y de las tribunas, hablan de una nueva travesía del desierto. Saben bien que se hallan en problemas serios. Una encuesta, conocida hace diez días, prefigura el peligro. Lo que trasparenta ese relevamiento es la rápida erosión del voto que acompañó a Cristina Fernández, primero en la PASO del mes de agosto y después en las elecciones generales de octubre. De creérsele, la viuda de Kirchner habría perdido, apenas transcurridas cuatro semanas desde que se substanciaron esos comicios, la mitad de su apoyo en las urnas.

Como si no fueran suficientes las ventajas reseñadas, el macrismo asiste, en calidad más de espectador que de actor -aunque pueda parecer increíble- a una función gratis, cuyos protagonistas estelares son los jueces federales con asiento en Comodoro Py. Cualquiera conoce las distancias que el presidente decidió tomar de esos magistrados, e inclusive de los ministros de la Corte Suprema de Justicia, desde el mismo momento que se hizo presente en la Casa Rosada. Fue por eso que nunca tuvo un interlocutor de primera categoría con la Justicia y por eso ocurrieron los cortocircuitos de todos conocidos. El mundo judicial es ajeno por completo a un Macri al cual no le gusta el tema y menos tratar con personajes cuyas prácticas desconoce, y de quienes desconfía.

Sin embargo, la historia está repleta de consecuencias no planeadas. Un gobierno que no mantuvo el dominio sobre los jueces federales -que en cambio sí ejercieron, sin desmayo, el menemismo y el kirchnerismo- se ha visto ahora beneficiado por su espectacular triunfo electoral. Los dueños de Comodoro Py se comportan como si en Balcarce 50 estuviese aposentado el riojano o el matrimonio santacruceño. No es un milagro ni un misterio su manera de proceder. Con sólo mirarse en el espejo de Eduardo Freiler saben cuál puede ser su futuro, sin necesidad de contratar los servicios de una pitonisa. Algo de eso ocupa en estos momentos a Daniel Rafecas, Rodolfo Canicoba Corral y Ana María Figueroa. Nadie está hoy dispuesto a apostar un céntimo por su permanencia en Comodoro Py.

La marcha de uno en fondo hacia la cárcel, de Julio De Vido, Amado Boudou, el Pata Medina y Roberto Baratta le ha venido al gobierno como anillo al dedo. Y ello sin contar los que con seguridad seguirán en los próximos meses. A Cristóbal López, Ricardo Etchegaray, Aníbal Fernández y Pablo Paladino no se les escapa que forman parte de un pelotón, el siguiente, con capacidad de agrandarse en la medida que alguno de todos ellos decidiese confesar. Basta que uno solo rompa el pacto de silencio tácito que existe -en la forma que lo ha hecho, en los tribunales de Nueva York, Alejandro Burzaco- para que, de resultas de su acción, el desfile del kirchnerismo por los penales de Marcos Paz y de Ezeiza crezca en proporción geométrica.

Lo singular del caso es que, desde la Casa Rosada, no han fulminado amenazas o dado órdenes a los jueces federales. Acostumbrados como están a obedecer con cierta mansedumbre a los poderosos de turno, asumen su papel y demuestran ser más papistas que el Papa. En este orden, la forma en que Ariel Lijo sobreactuó en la causa que involucra al ex vicepresidente de Cristina Fernández nos exime de mayores comentarios.

El capítulo judicial le sirve al macrismo en la medida en que, por un lado, el grueso de la sociedad toma conciencia respecto de la envergadura de la corrupción kirchnerista y, por el otro, observa un proceso inédito en nuestro país: cómo van presos personajes que parecían intocables. En un momento en que se anuncian incrementos tarifarios importantes -necesarios y, al propio tiempo, dolorosos- el desfile de los K por tribunales representa una válvula de escape para la administración de Cambiemos.

Vicente Massot. Periodista, empresario, dueño y director del periódico La NuevaProvincia

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