HISTORIA DE EMPRENDEDORES

Guillermo Suarez: Comé Cabrón!, La Orilla y una de las mejores vistas del lago

08/11/2017

Este emprendedor gastronómico lleva la mitad de su vida entre platos y cocinas. La peleó bien de abajo y hoy ve con orgullo el camino recorrido. "No me quiero volver loco viendo como hago para llenarme de plata. Yo quiero laburar de lo que amo y poder dedicarle tiempo a mi mayor emprendimiento: el cuidado de mi familia".

por
Mauro Carlucho

Guillermo viene de una familia de clase media y siempre supo que su oficio estaría en la gastronomía. Cuando terminó el secundario se anotó en la carrera y enseguida consiguió trabajo como cocinero.

Los primeros años de práctica los hizo en La Posada de los Pájaros. Establecimiento turístico emblemático en la década del 90 y principios del 2000. Luego trabajo en el bar irlandés O?hara que se ubicaba en la calle Além, casi San Martín.

Es sabido que la gastronomía es una buena salida laboral para los jóvenes y para aquellos que quieren costear sus estudios. Pero también es real  que se trata de un laburo "esclavo", sin querer banalizar esta palabra.

Los gastronómicos laburan cuando los demás están disfrutando. Es la otra cara de la moneda. Pero claro, también hay mucha gente como Guillermo que ama lo que hace.

No le importaba hacer changas en eventos privados o sufrir la inestabilidad de un trabajo muy cambiante. Tenía claro donde estaba su futuro.

Por eso no extrañó a nadie de sus allegados, cuando hace 10 años abrió Comé Cabrón!, un delivery de comidas que estaba ubicado en calle Pinto, pasando 4 de abril.

No era una pizzería más desde el principio, el nombre era muy llamativo y las pizzas eran realmente especiales. No solo porque salían en forma de rectángulo, sino porque cada variedad tenía algún detalle especial.

Esos primeros años costaron un montón. Abrían solo de noche y no era fácil entrar en el mercado gastronómico. Pero se las aguantó. En invierno cuando bajaban las ventas hacía changas de lo que salía. Trabajó en una cantera, hombreó bolsas y hasta fue changarín en el campo. Nunca se le ocurrió dejar atrás su sueño. Ya vendrán tiempos mejores, pensaba para adentro.

Con mucho esfuerzo, y el apoyo de la familia, logró salir adelante y pudo instalar el nombre. Comé Cabrón! Remite a México y a su gastronomía característica de tacos, burritos y quesadillas. Pero en su caso fue un grito de guerra. Alguien había dudado  de su proyecto y la respuesta quedó como marca registrada.

Los tandilenses comenzaron a descubrir una pizza muy rica. La masa con gustito a aceite de oliva y abundante mozzarella. Arriba había hongos, tomates confitados y un gratinado que se te hace agua la boca.

A los pocos años ya estaba para más. Quería pasar del delivery a un restaurant más establecido. Hasta tenía la esquina en mente, pero faltaban los fondos.

En una ronda por los bancos, mirando créditos y distintas posibilidades se encontró a un viejo amigo del barrio que se interesó en el proyecto. Cruzaron dos palabras en el café de enfrente y se pusieron de acuerdo rápidamente.

Así abrió el restaurante de avenida Avellaneda 501. Manteniendo la calidad de los productos y sumando alternativas a la carta.

Armó un gran equipo de trabajo, pero él está en todos los detalles. Es ley que el patrón cuide su negocio y más con lo que trabajó para llegar a este lugar.

"Hoy pareciera que está de moda ser emprendedor, pero sigue siendo muy difícil. Cuando arrancas tenés pocas certezas de lo que puede pasar en el futuro.  Los costos fijos son altísimos, están las modas que vienen y van, a veces es imposible entender a la gente porque elige este o aquel restaurante. Es muy cambiante todo. Este año abrieron más de 10 restaurantes en Tandil, aunque no tengo el número de los que cerraron. No es fácil este rubro", dijo ante ElDiarioDeTandil.

Con el restaurante ya instalado en el imaginario local, fue por nuevas aventuras. A fines del año pasado comenzó a restaurar un espacio gastronómico ubicado en el Club Náutico, a orillas del hermoso Lago del Fuerte.

Ese es el espíritu emprendedor, siempre ir por más. Por nuevos desafíos. No reniega de tener mucho trabajo, al contrario. Lo disfruta y gusta de atender a la gente. Por eso se molesta cuando todos andan muy apurados y no se toman el tiempo de saludar al entrar o de disfrutar el momento. Salir a comer es algo más que elegir un plato y devorarlo de inmediato.

"Nuestro trabajo en gastronomía es prestar el mejor servicio posible. No me quiero volver loco viendo como hago para llenarme de plata. Yo quiero laburar de lo que amo y poder dedicarle tiempo a mi mayor emprendimiento: el cuidado de mi familia", finalizó.

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