Opinión
27/09/2017
Mediante una carta que se pretende vibrante, Cristina plantea una ampulosa unidad opositora para votarla a ella y a los punteros del PJ que la rodean y secundan en las listas municipales. Indudablemente, se advierte perdidosa en octubre, e incluso que podría naufragar la falsa polarización para la cual Macri y Vidal trabajaron laboriosamente. Después de haber pretendido archivar al peronismo con su "Unidad Ciudadana", ahora quiere volver a arbitrar sobre las facciones desperdigadas entre Massa, Randazzo y ella misma.
por
Néstor Pitrola
El
primer planteo mentiroso de su carta es que dos de cada tres bonaerenses
votaron "para frenar el ajuste" -o sea, que lo hicieron por listas realmente
interesadas en enfrentar al macrismo. Oculta, así, que entre los 48 intendentes
que la acompañan con sus candidatos locales y de seccionales, junto a los
Espinoza y Scioli, se encuentran los viejos barones del PJ que transan y
transaron con Vidal. En su lista también se encuentra Yasky, que rompió la CTA
para subordinarla a su gobierno contra los trabajadores. Oculta también que son
los diputados nacionales del Frente para la Victoria o sus senadores, o ambos
en conjunto, los que hicieron pasar las 84 leyes del ajuste por el Congreso.
También que sus gobernadores, incluida especialmente Alicia Kirchner, han
replicado en sus provincias el "GRAN ajuste" al que se refiere en la carta.
Ajuste
y pejotismo
Pero en
el "dos de cada tres", Cristina blanquea a Massa, Stolbizer y Randazzo. Los dos
primeros han sido la bisagra fundamental que abrió las puertas de la "coalición
del ajuste", tanto en el Congreso como en la provincia de Buenos Aires, donde
el massista Jorge Sarghini dirigió un verdadero cogobierno legislativo. Vidal
tercerizó en el massismo la presidencia de la Cámara de Diputados, por la que
pasó su presupuesto del ajuste a la educación, la salud y la obra pública.
Juntos, gobernaron la provincia que hoy tiene seis millones de hectáreas
inundadas, resultado de décadas de falta de obras, de la especulación
inmobiliaria y de la sojización, de la cual son todos tributarios.
Randazzo
fue el ministro de la ley ferroviaria, privatista de última generación, y de
los acuerdos de desindustrialización con China que ha revalidado Macri.
A
cambio de quedarse con los votos de los Randazzo-Massa, Cristina propone un
gran acuerdo para después de las elecciones. Revela, con ello, la intención de
cerrar filas con el pejotismo y sus variantes después de octubre. Como Agustín
Rossi en Santa Fe, o el kirchnerismo mendocino, CFK se delata como lo que no
dejó de ser nunca -es decir, la variante de un PJ dominado hoy por los
gobernadores del ajuste. Esa es la orientación del conjunto de la clase
capitalista para la cual gobernó Cristina, y que seguirá siendo su eje social.
No casualmente ella misma hizo la primera ley de ART pedida por la UIA que
después completó Macri. O pagó a precio de oro la deuda con el Club de París y
la indemnización a Repsol, la vaciadora de YPF. Y fue ella misma pagadora
serial de una deuda que hoy denuncia pero que no investigó, y que bajo la
"década ganada" le llevó al país 200 mil millones de dólares, dejándolo
endeudado por otros 244 mil millones.
CFK
también falsea las cosas a la inversa: si "dos tercios votan contra el ajuste",
entonces todos los votos de Cambiemos serían apoyos cerrados a la política
oficial. Condena, de ese modo, a millones de trabajadores que votaron a la
lista del gobierno tan sólo en rechazo al kirchnerismo. Esa población, que
soporta ahora los tarifazos, la caída del salario e incluso los despidos, debe
ser desbloqueada del voto oficialista convocándola a votar por sus reales
intereses. Pero la lista de los que gobernaron reforzando el impuesto al
salario, la precarización laboral o el vaciamiento capitalista de Santa Cruz,
no tiene autoridad para ello.
Ajuste
y burocracia sindical
Cristina
se queja de la división de las organizaciones sociales. Encubre que el trío de
la "emergencia social" es una variante de la cooptación que ella practicó -es
el caso del Movimiento Evita, que se fue del kirchnerismo para pactar con el
gobierno actual. Promueve el apoyo a su lista de la CGT y ya logró el apoyo de
Héctor Daer, el triunviro que ni siquiera quiso subir al palco en la
movilización del 22 de agosto con la que la burocracia sindical pejotista -que
ella reivindica- canceló toda lucha contra el "GRAN" ajuste.
La
historia se repite. Ella llamó "sindicalista que construye" a Pedraza, autor
intelectual del asesinato de Mariano Ferreyra; tuvo a los Daer y Caló como la
CGT oficial del kirchnerismo, hasta el último día de su gobierno. Ella dice que
"las alternativas a este gobierno se forjan desde la calle, las urnas y las
instituciones", pero se pliega a la tregua infinita de la burocracia sindical;
llamó, incluso, al puñado de sindicalistas fieles a que no saquen los pies del
plato. Cristina es, por definición, enemiga de que la clase obrera irrumpa en
una lucha de clases para derrotar el ajuste, a sabiendas que es la única fuerza
social realmente opuesta y capaz de quebrarlo.
Su
política es ciertamente común con los Massa y los Randazzo: llamar la atención
de la UIA, los bancos, las mineras y petroleras, de los exportadores y aún de
la burguesía agraria, para que comprendan que ella integra el elenco político
de reserva para el caso en que fracase la actual tentativa macrista de ataque a
los trabajadores.
La ex
presidenta se delata del todo cuando propone "frenar la dureza del ajuste"
mediante un plan de emergencia en el Congreso. Pero ¿cómo sería la mayoría para
votar esa "emergencia"? La propia UIA ha planteado que la reforma laboral sea
consensuada de manera tripartita entre gobierno, empresarios y sindicalistas,
para hacerla pasar, como hasta ahora. El gradualismo (en lugar de la "dureza"),
ya hemos visto que no absuelve a los trabajadores de pagar la factura de la
bancarrota capitalista, sólo la hace pasar mejor. Y está el propio Macri para
eso. Una política de consensos parlamentarios con los opositores que han votado
las leyes macristas será otra variante de acompañamiento al ajuste, en donde la
negociación de leyes antiobreras con el macrismo será presentada -a lo Massa-
como tentativas de "ponerle un límite al gobierno".
El
hiperendeudamiento financia negocios fabulosos y hace pasar el ajuste en
convenientes cuotas. Lo que importa es la estación terminal: incrementar la
tasa de explotación de los trabajadores mediante un plan de guerra contra sus
conquistas. Cristina alude a una corrupción de Estado de la que no puede
eximirse. La larga lista de juicios en su contra es una fuerte arma de
extorsión para empujarla a la "gobernabilidad", como moneda de cambio para
evitar la cárcel.
Votar
al Frente de Izquierda
En
cuanto al "estado de derecho en peligro" por el caso Maldonado, hay que
recordarle a Cristina que las medidas de excepción y rehabilitación política de
las Fuerzas Armadas y de sus genocidas las empezó ella misma con Milani y con
Sergio Berni, quien actuaba como comandante tácito de la Gendarmería contra las
luchas obreras. Por otro lado, el kirchnerismo convalidó la confiscación de
tierras de la Patagonia en favor de los Benetton y Lewis, y sumó nuevos
despojos en favor de Lázaro Báez, Chevron, la British Petroleum o los
monopolios mineros que operan en la cordillera.
Al
ajuste, al estado de excepción de la Gendarmería contra los mapuches y las
luchas obreras, a la reforma laboral negrera, a la nueva confiscación a los
jubilados que está en preparación, a la reforma impositiva para seguir
financiando a los grupos económicos a costa del pueblo trabajador, las enfrentamos
con los trabajadores y con la izquierda.
Con ese
objeto llamamos a toda la izquierda argentina, a todos los luchadores, al
movimiento de la mujer y de la juventud, así como al conjunto de los
trabajadores a romper con los políticos capitalistas y votar al Frente de
Izquierda.
Nestor Pitrola - Candidato a senador por el Frente de Izquierda
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