PERSONAJE DE LA SEMANA
20/09/2017
Daniel Olivera es un cantante e interprete local de extensa trayectoria en Tandil y toda la zona. Es lo que se dice un laburante de la música, un apasionado que sube al escenario con el objetivo de divertir o emocionar al público. Nunca la tuvo fácil, pero no por ello dejo de intentarlo. El "Dani" es de esos Personajes que vale la pena conocer y destacar.
por
Mauro Carlucho
En esta búsqueda semanal de resaltar a los personajes y
vecinos de nuestra ciudad que han dejado una marca indeleble en la memoria
colectiva, también queremos destacar a los artistas. Y no solamente a aquellos
consagrados que llenaron teatros o escribieron grandes canciones,
particularmente nos gusta relatar la vida de los Personajes comunes, esos que
encontramos en el almacén o esperando en la guardia del hospital.
Entendemos que estas historias no solo hablan de ellos, sino
que también hablan de nosotros. Nos traen recuerdos compartidos, emociones
contemporáneas y costumbres que hacen a nuestro sentir tandilense.
Daniel Olivera lleva casi 50 años en la música, imagínense
la cantidad de gente que lo escuchó cantar un tango, una chacarera o una cumbia
al mejor estilo Antonio Ríos.
Supo estar en la tele cantando en concursos famosos y hasta
llegó a lo de Tinelli. Pero el éxito es tan efímero que ni siquiera pudo
disfrutarlo. Cuando se apagaban las luces del show, Daniel guardaba sus
atuendos y volvía al pago que lo vio nacer.
Su éxito nunca estuvo relacionado con hacerse millonario o
cantar en un teatro importante. Su sueño era cantar y que la gente lo reciba
con un aplauso. Desde los tres meses de vida que convive con una parálisis y
nunca supo de imposibles.
La música corre por las venas de los Olivera, su padre era
un tanguero empedernido y todos los hijos también abrazaron esta pasión. Con
solo entrar al humilde departamento de Mitre y Roca nos damos cuenta que la
familia gira en torno a la música. Hay fotos, recuerdos, instrumentos, afiches,
un montón de elementos que nos recuerdan que estamos en la casa de los Olivera.
Dani recuerda su infancia en Villa Laza. Se crió con su
madre, quien trabajaba de empleada doméstica y lo alentaba en su pasión por la
música. La historia cuenta que a los 5 años lo llevó a un concurso que se hacía
en el viejo canal 8 de Mar del Plata.
"Yo canto desde que
tengo uso de razón. En mi casa siempre estuvo muy presente la música y el
boxeo. Mis tíos eran todos boxeadores y
trabajaban en el Club Santamarina. Era la época de furor del boxeo en Tandil y
el Santamarina era el corazón de todo esto. Facundo Cabral iba a practicar con
ellos, por suerte se dio cuenta rápido que lo suyo era la música", comentó
Olivera a ElDiarioDeTandil.
"Profesionalmente
empecé a cantar a los 16 años. Primero tuve que aprender a acompañarme con la
guitarra, porque en aquellas épocas no estaban las pistas como tenemos hoy.
Había que tener una orquesta o saberse acompañar con la guitarra. Por suerte
entre un tío y mi primo me enseñaron, me fueron pasando los tonos y enseguida
le agarré la mano. Después quise ir al conservatorio, pero no me gustaba. Era
muy teórico y me aburría, yo quería tocar y cantar", agregó y mencionó al
gran Atilio Fisher como uno de sus maestros.
Su noche consagratoria llegó cuando apenas era un
adolescente, en el concurso denominado "Buscando la voz de Tandil".
Participaban reconocidos folkloristas y músicos locales, pero Daniel Olivera
sorprendió y se metió en la gran final, donde perdió a manos del recordado
"Chango" Núñez.
"Desde esa noche no
paré más. En Tandil toqué en todos lados, bailes, boliches, pub, escuelas,
peñas, pero donde más participé fue en shows solidarios. Soy de los que piensan
que todos alguna vez vamos a necesitar de alguien, entonces cada vez que me
llaman para juntar fondos o cantar a beneficio, estoy sin dudarlo", indicó.
De chico trabajó de albañil un tiempo y luego cuando se fue
a Buenos Aires a probar suerte, trabajó de recolector. Con una discapacidad a
cuestas y sin poder moverse como el resto, no tuvo dramas en correr 180 cuadras
por días subiendo bolsas de residuos al camión recolector.
"Yo me quería dedicar
a la música, pero mientras tenía que conseguirme algo para mantenerme. Por
intermedio de un amigo caí en esta empresa y no sé porque me dieron el trabajo.
Yo por dentro sabía que me había metido en una imposible, pero tenía tantas
ganas de laburar que lo intenté. Estuve varios meses corriendo al lado de
camión hasta que me cambiaron de sector. Los fines de semana cantaba donde
podía, iba a todos los casting y seguía con lo mío. Pero un día me llegó una
carta avisándome que había fallecido mi viejo y me volví a Tandil. Me quedó la
espina de que podría haber tenido más suerte. En los castings yo veía que
cantaba mejor que muchos, pero el tema de mi discapacidad me jugaba en contra.
Esto es algo que me duele", se sinceró.
Cuando volvió al pago no se amilanó, trabajó un tiempo en la
vieja confitería del Club Independiente, ubicada en 9 de Julio y España, y
volvió al ruedo con la música. En esa época se presentaba seguido en Grisby y
en los boliches de moda. Una época que guarda con especial cariño.
"Antes había peñas
todos los fines de semana. Se presentaban números folklóricos y yo me guardaba
para el final con la música romántica y alguna cumbia. La gente bailaba y se
volvía loca. De a poco me fueron conociendo y me llamaban de ciudades vecinas,
de los clubes de campo, canté en todos lados y tengo mil anécdotas. La gente
matándose abajo del escenario y yo tenía que seguir cantando por orden de los
organizadores o una vez en Mar del Plata que estaba haciendo temas de Antonio Ríos
y entró un grupo comando a asaltar a todo el mundo. Yo me tapaba los anillos, a
ver si pensaban que eran de oro y me cortaban los dedos", recordó entre
sonrisas.
Con Flora, su esposa, tuvieron cuatro hijos y todos salieron
músicos. Digamos que el entorno no les dejó otra. Gustavo, Esteban, Claudia y
Nicolás tuvieron su momento en el escenario. Uno llegó hasta la final de los
Torneo Bonaerenses y cedió en la gran final con Abel Pintos, otro recorrió toda
la provincia de Buenos Aires junto al "maestro" Antonio Ríos y más de uno
siguió sus pasos en la TV.
"Para nosotros es una
pasión. Lo hacemos todo a pulmón y más de una vez llegamos a casa y teníamos
todo cortado. Pero la verdad que es nuestra manera de vivir. Por suerte todos
pudieron elegir su camino. A mí me gustaría que ellos logren lo que yo no pude,
pero me alcanza con verlos felices.
Nicolás tiene todo para romperla, es el mejor de todos. Sabe leer música,
estudia, lo toma desde otro lado. Yo siempre digo que esto es un don, que viene
en la sangre. Está eso de poder transmitirle al público, de llegarle, lo notas
en el aplauso, en cómo te gritan. Esa fue mi gran virtud", añade.
Ahora cada uno anda en sus proyectos, Daniel sigue tocando
hasta en la calle y a la gorra. No hay escenario que se resista. En los meses
de invierno baja el laburo, pero en verano se pone movidito. "Esto es lo que me gusta hacer, por surte
tengo una compañera como Flora que me banca en todas y me acompaña. No es fácil
la vida de artista". FIN.
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