PERSONAJES DE LA SEMANA
16/08/2017
Iñaki Rossi y Manuel Fernández Rosso son dos primos tandilenses que llegaron hace poco de recorrer África y Europa en bicicleta. Vale la pena meternos en su diario de viaje, repleto de anécdotas y experiencias. Dos personajes que se animaron a descubrir el mundo y volvieron para contarlo. Vamos a pedalear con ellos a través de sus historias.
por
Mauro Carlucho
Son dos jóvenes de 28 y 30 años que se lanzaron a una
aventura increíble de 17 meses pedaleando por África y Europa. Antes se habían
reunido en los Estados Unidos, donde comenzaron otra travesía por Alaska, hasta
el célebre ómnibus de la película "Into the wild", popularizada hace unos años
atrás por el actor y director Sean Penn.
Uno, antes se había largado en bici por el sur de Chile y
Argentina, al tanto que el otro había recorrido las rutas hacia el lejano
oriente. Son dos espíritus indomables. Está claro.
La travesía en dos ruedas comenzó en Bélgica, quizás como
símbolo del país de origen de su familia. Luego pasaron por Alemania, Francia,
España y de allí a Marruecos, la puerta de occidente para el gran continente
negro.
Ya en África se pasearon y transpiraron por toda la costa
oeste, a través de 24 países y cientos de ciudades. Una travesía única para
cualquier tandilense, antes de este hito.
La onda no era viajar
por viajar. Los primos se prometieron sacarle todo el jugo posible a esta
experiencia y fueron generando distintas actividades que nos mantenían
informados a cada paso.
Crearon una web y un perfil de facebook denominado
"Dibujando a pedal" y desde allí compartieron cada historia y cada sentimiento
que vale la pena entrar a conocer.
"Al principio la idea era viajar onda mochileros, con la
guitarra a cuesta. Pero luego surgió esta idea de la bicicleta y a Manu no le
costó nada convencerme", sostuvo Iñaqui en su bienvenida a Tandil.
"Lo primero que vimos es que hay mucha desinformación, la
gente cree que lo más peligroso son los leones, y en realidad son los
mosquitos", escribieron en su bitácora mientras viajaban por la costa africana
sobre las enfermedades y los peligros encontrados.
Ellos también se vieron sorprendidos en muchas
oportunidades. Es que el mundo sigue guardando historias y secretos que nos
conmueven hasta lo más profundo. Viajar en bicicleta potenció este contacto: "Nos
dimos cuenta que te humaniza, te acerca a la gente. Ven tu sacrificio y te
abren las puertas. La gente nos abrió las puertas en Alemania, Francia, España.
Y en Marruecos, en algunos pueblos, las personas se peleaban para que fuéramos
sus huéspedes".
"Aunque no lo podamos creer, cada vez escuchábamos más gente
que sabe de la existencia de Tandil. Por Del Potro. Y eso nos llenaba de
orgullo", indicaron.
Pese a manejar el inglés y el francés, tuvieron que
comunicarse con tribus que solo hablaban su idioma nativo. Imaginense a estos
pibes llegar con la bici y tener que pedirle al jefe de la tribu que los deje
dormir en el poblado. Luego descubrirían que la gente es tan amable como
diferente.
"Nos pasó encontrarnos con países que no están acostumbrados
a tener turistas y menos en bicicleta, y nos han pedido hasta las cosas más
insólitas, como por ejemplo, papeles de la bicicleta, o permiso para conducir.
Pero generalmente nos han tratado muy bien. Organizaban fiestas donde mataban
una gallina en nuestro honor. También nos paso en el desierto que estábamos
cruzando y nos quedamos sin agua, y con el solo hecho de levantar la botella de
plástico cuando pasaba un auto, pararon tres, dos nos ofrecieron agua fría, y
uno nos dio bananas", describieron sobre la hospitalidad de la gente.
"Existe en toda esta zona, un estoicismo, una esperanza,
unas ganas de superación y de solidaridad que emociona a cualquiera. El sentido
de lo importante se demuestra en el tiempo que pasa la gente con las demás
personas, en el respeto que se le tiene a los mayores, y en la armonía que
tienen con la naturaleza. África es un continente donde la gente está muy sobre
la tierra, esta descalzo con sus energías, y eso se siente", agregaron.
Como era de esperar también aparecieron las enfermedades, en
donde Iñaki fue el más perjudicado con una malaria que lo obligó a requerir un
tiempo de internación. Hubo mil problemas con las bicicletas, pero aprendieron
a solucionarlo y entenderlo como una parte del viaje.
Siempre se dice que uno vuelve "mejor persona" después de un
viaje y esta no fue la excepción. "Vivimos tantas cosas y tan intensamente que
es muy difícil decir una puntual que nos haya impactado", pero indicó que en
muchos casos se toparon con condiciones de miseria, de religiones tan opuestas
a las de occidente, que a veces es difícil dimensionarlo.
Manuel Fernández Rosso sostuvo que en su caso, lo impactó
"el contrate entre lugares donde se vive muy bien y otros donde se vive muy
mal, es impresionante el contraste entre países". Y aseguró que lo que más
extrañaban eran "las cosas básicas,
tener un baño, una cocina, la comida variada, poder dormir bien".
En total recorrieron más de 18 mil kilómetros, con un tiempo
de duración aproximado de dos años. Tuvieron tiempo de extrañar y de llorar,
pero también de reír y de descubrirse en lo mas profundo.
Cuantas noches se habrán desvelado por soñar nuevas
aventuras y tantas otras habrán caído desmayados en una vieja litera
desvencijada.
Lo cierto es que vinieron cambiados, vaya uno a saber si más
evolucionados o arraigados a la tierra. Pero distintos. Con otra apertura, más
experimentados de su propio ser y de su relación con los otros.
El viaje terminó en las costas de Ciudad del Cabo, en
Sudáfrica. Desde allí se tomaron un avión hasta nuestro país y llegaron
triunfantes a la tierra que los vio nacer.
Los sorprendió el cálido recibimiento de nuestros vecinos,
quienes colmaron el Salón Blanco del Palacio Municipal en un acto muy emotivo.
Seguramente ya estarán soñando con nuevas aventuras, ahora
toca descansar y procesar todas las sensaciones vividas a lo largo de dos años
inolvidables. Dos años que los marcaron para siempre.
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