PERSONAJE DE LA SEMANA

Bicicletero, para toda la vida

28/06/2017

Mingo Fortino trabaja incansablemente hace 40 años en un tallercito de bicicletas ubicado en calle Yrigoyen 960. Con algunas herramientas y mucho oficio, llevó adelante un emprendimiento que le dio inmensas satisfacciones. "No me llené de plata, ni fui corriendo atrás de lo moderno. Pero nunca me faltó el trabajo y me gané la vida dignamente", dijo nuestro #Personaje a través de toda una declaración de principios.

por
Mauro Carlucho

En las principales capitales del mundo, la bicicleta ha vuelto a transformarse en un medio de transporte fundamental para circular por la ciudad. Acá no más, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, muchos tandilenses la utilizan para ir a trabajar, estudiar o salir de paseo.

Sin embargo en nuestra ciudad no hay un uso masivo. Ni ha vuelto a posicionarse como un medio de transporte necesario teniendo en cuenta los beneficios a la salud y ni a que hablar del medio ambiente.

Quizás por eso, nuestros bicicleteros tienen el rotulo de "históricos". Desde el fallecido Brutti, pasando por Modaffari o este Mingo Fortino que es nuestro #Personaje de la Semana. Hablamos de gente entrada en años. Con una apariencia de amargados o serios. Pero totalmente diferentes cuando entramos en confianza.

Recuerdo de chico haber ido a su bicicletería con mi tío, o quizás fue con mi abuelo, lo que haría pensar en los primeros años del 90. Las dos hipótesis pueden ser correctas, ya que Fortino abrió las puertas del taller en el año 1977. Luego de salir de la Colimba.

Pero la historia comienza antes. En el año 1954. Con la llegada de sus padres a Tandil, desde Italia. "Francisco y Amelia se llamaban, vinieron años después de la guerra. La estaban pasando mal y se vinieron para aca con tres hijos. Mis hermanos nacieron allá y yo fui el único que nací en Argentina", sostuvo ante el micrófono de ElDiarioDeTandil.

Sus hermanos son Jorge (el reconocido Gringo, un comerciante ya fallecido que también dejó su sello en Tandil), Ana María y Luisa. Mingo nació en el 55, con lo que las cuentas nos da que tiene 62 años.

Sus padres alquilaron una casa quinta en Monseñor de Andrea e Ituzaingo a la llegada. Allí vivían primos, tíos y familiares que habían escapado al horror de la posguerra. Nuestro entrevistado recuerda el gran barranco que había frente a su casa y la presencia emblemática del Calvario a unas cuadras.

Al poco tiempo, su padre consiguió empleo en La Tandilera y la familia comenzó a prosperar. A medida que hacía quesos, manteca y otros derivados lácteos, Francisco pudo comprar una casa mal trecha en el barrio de Villa Italia y de a poco la fue acomodando para orgullo de la familia.

De aquellos años, Mingo recuerda los amigos del barrio, el futbol después de hacer los deberes y guarda, con especial cariño, la memoria por el viejo edificio de madera de la Escuela 56.

"A los 12 años ya jugábamos con los grandes. El futbol estuvo siempre. Jugué en el agrario, en la liga tandilense y después en el señor. Un día tuve que elegir entre la bicicleta y el futbol, y me decidí por la pelota. Pero también tenía condiciones para el ciclismo. A los 15 años me había armado una bici para correr carreras. Recuerdo que entrenábamos con Néstor Torres, quien después llegó a ser subcampeón mundial en Laussane, Suiza", sostuvo sobre sus dos pasiones.

A finales de los ?60 había mucha actividad ciclística en Tandil. Mingo recuerda las competencias en los barrios de La Florida, en Rivadavia y en la mismísima Republica de Villa Italia.

Sus primeras changas también tuvieron que ver con las dos ruedas. Su cuñado, Ángel Pascuzzo, trabajaba en lo de Brutti y en los ratos libres se llevaba trabajo a su casa. Mingo lo visitaba y le daba una mano en lo que podía. Ya le picaba el bichito y apenas si pasaba los 12 años.

El primer trabajo oficial lo tuvo en Tandil Sal, adonde llegó por un aviso en el diario.

"Después ya empecé con las bicicletas y no paré más. Conseguí trabajo en la bicicletería de   Panetta que estaba ubicada frente a la fábrica de Mocoreta, en avenida Rivadavia. Ya venía con algún conocimiento, pero podemos decir que ahí aprendí el oficio", sostuvo.

Después vino un impasse. El servicio militar obligatorio y la voluntad de ponerse a derecho. En los tiempos libres se las ingenió para ayudar a un tal García que reparaba radios y bicicletas en la misma cuadra donde hoy está Bicicletería Fortino.

- ¿Era un servicio exclusivo de radios y bicicletas? ¿Qué rara segmentación?

"Je Je, pasa que este hombre venía de la Constancia y en el pueblo había que arreglar de todo. Cuando se vino al pueblo, encaró para ese lado, pero después me dejó a mí el tema de las bicicletas y él se puso de lleno con las radios", respondió muy suelto ante nuestra inquietud.

En el año 1976 hizo la Colimba y al año siguiente puso la bicicletería que continúa hasta nuestros días. No es de redundante. Pero ya son 40 años en el mismo oficio y en el mismo lugar. No podemos decir que el tiempo se detuvo, porque ha pasado mucha agua bajo el puente.

Mingo formó una hermosa familia, con dos hijos que son su orgullo, y ha logrado pasar por todos los vaivenes de un país que no encuentra su camino. Una historia muy distinta a la suya, ya que la constancia y la ética estuvieron siempre presentes, en un camino recto y obstinado.

"Pablo y Belén son mi orgullo, él es periodista y ella es contadora", dijo inflando el pecho. Desde su taller, engrasado y arreglando bicicletas chinas e importadas pudo también brindarles un estudio y lo más importante, un ejemplo de que con dignidad y esfuerzo los objetivos se consiguen. "La verdad es que no me llené de plata, ni fui corriendo atrás de lo moderno. Pero nunca me faltó el trabajo y me gané la vida dignamente", sostuvo sin ruborizarse.

Al principio de este articulo sostenía que en Tandil la bicicleta no prendió demasiado como medio de transporte urbano, pero si hay una gran movida en los descensos en las sierras y en las mountain bike. Sobre este tema, Fortino dijo que "en algún momento también probé con la venta de bicicletas, pero no era lo mío. Las bicicletas modernas tienen otra tecnología que se escapa a mis conocimientos. Yo sigo haciendo el laburo de antes. Lo básico. Pero ojo, no me quejo. Nunca me faltó el trabajo. Esa es una realidad. Puedo tener mucho o menos, pero siempre viví de esto", mencionó.

El pequeño tallercito de calle Yrigoyen está atestado de accesorios, cubiertas y herramientas. Las paredes van del negro al gris, con mayoría de tonos oscuros. Mingo viste un delantal  camuflado, que debe ser lo más moderno del lugar. A dos pasos de la mesa de trabajo está la estufita. Arriba una pava y el mate. La escena es típica de una película argentina. Invita a quedarse hablando por largo tiempo.

- ¿Si tuvieras que clasificar a tu clientela, como lo harías?

"Vienen muchos laburantes que se le pinchó la goma o tuvieron algún problema. Gente que me conoce de hace años. También vienen los hijos de los amigos o gente que sabe que estoy siempre. Porque si algo me caracteriza es que estoy siempre. Máximo a las 8 de la mañana ya estoy acá y muy rara vez he faltado a este compromiso. Salvo una enfermedad. Ya tengo 62 años y no voy a cambiar mi forma de ser. Prefiero vivir tranquilo y en armonía conmigo mismo", sentenció.

Mientras muchos esperan el boom del ciclismo en Tandil y las bicis públicas para ir de aquí hasta allá, Mngo descree de lo que pasa en otros lados. "Yo sigo viendo que la gente es muy cómoda. Usa el auto para hacer un mandado de 10 cuadras. No hay lugar para estacionar, largas colas en los semáforos, se enojan, pero siguen igual. No se dan cuenta los beneficios que tiene andar en bicicleta", finalizó.

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