PERSONAJE DE LA SEMANA

Por la buena senda

22/03/2017

Todo lo que toca se transforma en oro. Tierra de Azafranes se convirtió en el punto gastronómico más destacado de la ciudad y Cervecería Tandilia es un boom imparable. Ricardo Camgros es nuestro Personaje de la Semana. Conozcamos un poco de su historia, la infancia en La Porteña, su familia y el descubrimiento de la gastronomía. Un joven con los pies en la tierra y el corazón en las sierras.

por
Mauro Carlucho

Ricky, como le dicen sus amigos, no se la cree ni un poco. Basta ir cualquier día al restaurante para verlo cargando platos, acomodando comensales. Lo mismo en algún evento donde esté Tandilia. Es el primero en atender un cliente o en recomendar cual cerveza degustar.

Desde muy pibe entendió que sin esfuerzo no se llega a ningún lado. Por eso está siempre y es el primero en dar el ejemplo. Sus empleados lo saben y los clientes también. Por eso lo eligen y lo vuelven a elegir.

No solo que Tierra de Azafranes es el restaurant número uno de Tandil según el foro internacional Trip Advisor, sino que pasa lo mismo en el boca a boca. Vecinos de nuestra ciudad y turistas saben que allí se come de primera y la atención es espectacular. Una combinación que no suele fallar, pero que es muy difícil de conjugar.

Camgros tiene 32 años. Nunca se imaginó estar en este lugar cuando ayudaba a su "viejo" en la carnicería de La Porteña.  No estaba esa vocación de cheff que muchos descubren de chico. Ni tampoco lo llamaba pasar mucho tiempo en la cocina. Él prefería hacer chozas en los descampados y jugar al futbol todo el día.

Su infancia fue distinta a la de la mayoría de nosotros. Su "barrio" era la vieja estación de la rotonda y alguna casita más perdida por ahí. Había mucho terreno para jugar y para descubrir. Cuando hacía falta ayudaba a papá Francisco en el negocio familiar y si no estaba en la Escuela 21 donde su mamá era maestra y cursó la primaria.

Ricky es el menor de tres hermanos y no tenía una vocación definida. En el almacén descubrió que le gustaba la venta, estar en contacto con la gente y "pegaba" afinidad rápidamente. Todavía no sabía cómo utilizaría estar fortalezas, pero las tenía en cuenta.

"Cuando terminé la secundaria empecé gastronomía porque era una carrera rápida y no había que estudiar mucho. Esa es la verdad. Era el año 2002 y recién se abría la carrera en Tandil. Pero rápido hice un click y le agarré el gustito. Al segundo año me anoté como ayudante y ya me gustaba más estar en la cocina, me ponía a estudiar las recetas, los distintos ingredientes, me fui apasionando de a poco", recuerda en charla con ElDiarioDeTandil.

Su primer trabajo formal fue en la gastronomía. Recién recibido consiguió un puesto con Aníbal Cantarelli en Acero Eventos.  "El primer día tuve que deshuesar una cantidad increíble de cajones de pollo. Llegué a mi casa con las manos congeladas y todas tajeadas. Pero no me desanimé, había que aguantarse y aprender", mencionó.

Tal la costumbre en este rubro, sus primeras experiencias eran por temporada. Así pasó un tiempo por el Hotel Torino y en un complejo de cabañas. Allí tomó la decisión que debía salir de la ciudad para tomar nuevas experiencias.  El primer viaje fue a Buenos Aires, aquí no había todavía gran variedad en las cartas de los restaurantes. Las clásicas parrillas y puntos gastronómicos serranos de antes eran bien tradicionales. Había pocos especialistas y mucha repetición en los menú.

"Nos fuimos con un amigo y colega, Emilio Martín. El tenía familiares en City Bell y arrancamos a ver que salía. En un día conseguí 5 trabajos distintos, no sé qué me veían pero enseguida los convencía. Así fue que conseguimos un lugar para vivir en Buenos Aires y elegí un restaurante de Puerto Madero, frente al Hotel Faena. Era otro mundo para mí, una cocina internacional con productos que había visto solamente en los libros. Fue un aprendizaje tremendo, si hay algo que destaco de todo este recorrido es que fui aprovechando cada oportunidad. Era una esponja que incorporaba todo lo que me pasaba por alrededor. Así fui pasando por otros restó, pero desde aquel año nunca más busqué trabajo. Siempre me llamaron y se fueron dando las oportunidades. Este es un recurrente consejo que le digo a la gente que trabaja conmigo. Es importante cumplir, saber escuchar y trabajar un tiempo prudencial en cada lado. Después las puertas se empiezan a abrir solas. Es una cadena", indicó.

El viaje lo llevó luego para el sur. Siguiendo los pasos de muchos tandilenses se fue hasta El Chaltén, donde Alberto del Castillo tiene la hostería El Puma. Fue un cambio rotundo de la selva de cemento a la Cordillera de los Andes.

"Esto fue totalmente distinto a lo que estaba haciendo. Fui como encargado de la cocina y tenía que administrarme de otra manera. Los camiones con mercadería venían con suerte una vez por semana y había que organizarse de otra manera. Más planificado. La gente que visitaba el lugar era 100% extranjera. Chinos, estadounidenses, europeos, todos con exigencias distintas", mencionó.

 Del sur se fue al norte. Por intermedio de Alejandra Miguens se hizo cargo de dos hosterías en San Antonio de los Cobres e Iruya, en Salta. Nuevas historias y nuevos desafíos. Una logística diferente, dos ciudades alejadas por 350 kg de ripio y donde las compras las hacían en Salta capital.

"Mi inconciencia me llevaba a agarrar estos desafíos. Cuando me dijeron lo de El Chalten dije que sí y no sabía ni donde estaba. Con el norte fue parecido, sabía que era un proyecto importante pero no me imaginaba todo lo que vendría después. Yo era un pibe todavía y tenía mucha gente a cargo, generalmente mayor. Me enamoró la cocina del norte argentino. Hoy te digo que es la mejor del país. Tiene una historia impresionante y una variedad de productos que es increíble", dijo efusivamente.

El siguiente destino fue acá no más. Más cerca de la familia. En el balneario Hemingway de Valeria del Mar. Reconoce que fue la "cocina más básica que regenteó, pero la de mayor exigencia fisica". Cada día se sentaban 350 comensales a almorzar y había un equipo multitudinario para organizar. "Esa temporada me dejó exhausto, estaba muerto cuando terminó".

Pero enseguida logró cambiar el chip cuando surgió una propuesta para ir a España, más precisamente a LLoret del Mar en Girona. "Fuimos con el encargado de Hemingway, sinceramente estaba agotado y necesitaba algo así para volver a cargar las pilas. Si el viaje a Buenos Aires fue descubrir un mundo nuevo, ir a España fue saltar a otra dimensión totalmente desconocida.  Otra cultura, la forma de cocinar, la tecnología, pero sobre todo el nivel de exigencia. Los catalanes son tremendos. El plato está bien o mal. No hay medias tintas. Pero bueno, las cosas me salieron de maravilla. No solo que conseguí un gran trabajo, sino que al poco tiempo me propusieron el puesto de encargado en un restó de primerísimo nivel. Al principio le dije que no, que no me sentía listo para tal cargo, pero me llevaron a otro lugar para prepararme y agarrar confianza. El dueño del restaurant me llevaba todas las mañanas a otro pueblo para que aprenda en un restaurante que tenía clientes como Karlos Arguiñano, para que te des una idea. Lugares muy top y con cocinas realmente sofisticadas. Bueno, así estuve un mes trabajando 15 horas por día hasta que tomé el puesto de Jefe de Cocina", detalló sobre su meteórico crecimiento.

Ricardo Camgros había llegado al cielo de su profesión. Estaba jugando en las grandes ligas y tenía un sueldo acorde. Eso sí, trabajaba como un "buey". "No me quejo para nada, pero había que ganárselo. Trabajaba mucho todo el tiempo, me acuerdo que fue mi vieja a visitarme y casi que no pude estar con ella. El trabajo era muy demandante".

No es fácil el mundo de la gastronomía. Los horarios son distintos a los de la mayoría y vos estas trabajando mientras el resto se encuentra disfrutando o compartiendo en familia.

De a poco empezó a madurar un deseo que estaba desde siempre. Porque por más que viajó y trabajó por todos lados, Ricardo siempre tuvo en claro que quería volver a Tandil. ¡Qué cosa los tandilenses!, como nos "tiran" las sierras.

"Cuando avisé anticipadamente que quería volverme lo tomaron mal. No entendían como iba a dejar el trabajo que tenía. Pero yo lo tuve siempre en claro. Allá en España había estudiado el concepto de un restaurante enfocado en el arroz y los mariscos. Era algo totalmente nuevo para Tandil. Tanto que cuando se lo contaba a mis amigos me decían que estaba loco, que no iba a funcionar. ?Como vas a abrir una arrocería en verano?, me decían. ?Te vas a fundir antes de que llegue el invierno?, repetían. Por suerte seguí con mi idea. Encontré un lugar que se adecuaba a lo que quería y le metí para adelante. Inauguramos el 7 de enero del 2009 y el primer día tuvimos 20 cubiertos. Un éxito total. De aquella época hay gente que nos sigue fielmente. Aldo Giménez fue tres veces la primera semana. Siempre digo que es nuestro primer cliente".

Enseguida se empezó a correr el rumor de un pequeño reducto ubicado en Fuerte Independencia que "siempre estaba lleno". El boca en boca lo acompañó desde el primer día y fue su mejor publicidad.

Luego vino la mudanza al edificio histórico de San Martín y Santamarina y la historia conocida. Un crecimiento meteórico que supo acompañar el crecimiento del Tandil turístico. No hay famoso que no pase por su comedor, los turistas lo tienen marcado a fuego en su hoja de ruta y los tandilenses los eligen en cada ocasión especial.

"Esta ciudad, de ahora, nos permite trabajar todo el día. En verano hay turismo toda la semana y en invierno aparecen los congresos y encuentros de profesionales. Hay días que tenemos más de 200 cubiertos y teneos que dejar gente afuera. Yo siempre digo que prefiero atenderlos bien, no me gusta estar desbordado. Disfruto de interactuar con los comensales. Estar atento a sus gustos y que puedan relajarse en un ambiente distendido. Que me pregunten o se interesen por los platos o el vino. Siento lo mismo que cuando vienen amigos a cenar a casa. Quizás por eso digo que Tierra de Azafranes no es un trabajo. A veces estoy 12 horas y no me doy cuenta. Soy feliz en lo que hago y lo disfruto mucho".

Con el tiempo aprendió a organizarse. Formó una hermosa familia con Paz y se genera los momentos para disfrutar de Margarita y Jazmín, las hijas del matrimonio.

Así y todo siempre está atento a lo que puede llegar. Como por ejemplo este proyecto impresionante que es Tandilia Cerveza Artesanal. Nació del encuentro de tres amigos (Ricky junto a Matias Gianunzzio y Emilio Pardo). Lo mágico fue que antes de llegar al mercado, la marca ya estaba instalada.

Es cierto que hay una moda con la cerveza artesanal, pero nuestro #Personaje va más allá de esta explicación: "Es un mercado que está en constante crecimiento.  La gente de a poco empezó a tomar más cerveza y ahora prefiere un producto de mayor calidad. Yo digo que es una revolución. Antes se tomaba vino y cerveza de vez en cuando, ahora la gente se volcó por la cerveza y exige mejor calidad, más rica y más sana. La cerveza artesanal no es solo una moda. Ahora puede ser que estén abriendo muchos lugares, pero tarde o temprano se va a estabilizar y quedarán los más serios, los que hicieron las cosas bien. Nosotros esperamos estar en ese grupo. Hoy estamos mucho mejor de lo que planeábamos. Pensamos en triplicar la producción, en abrir un bar. Todo va fluyendo increíblemente. El patio cervecero del verano fue hermoso y cada vez van apareciendo nuevas ideas. Eso es lo bueno de trabajar con amigos y en sociedad, el proyecto suma cosas todo el tiempo y no sabemos dónde va a terminar", explicó.

El futuro no está escrito, pero Ricky lo viene "surfeando" a mil por hora. Le llegan propuestas para abrir franquicias de Azafrán, otros restaurantes,  hay ideas de hacer visitas guiadas en la cervecería, muchas ideas y poco tiempo por el momento.

"Tengo claro que no puedo estar en todos lados al mismo tiempo. No creo que haya otro Tierra de Azafranes, pero pueden venir otros proyectos. Todavía soy muy joven y esto es una vorágine. Tengo claro que crecimos muy rápido, pero más difícil es mantenerse", finalizó. 

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