EL MUNDO DE LAS CANTERAS

10/03/2017

...y el interior de una vivienda corriente. Las casillas tenían uno o dos dormitorios con piso de tablas anchas, sin alfombras ni cueros. Algunas fotos de familia en las paredes, y a veces, si eran religiosos, un rosario. Cama de bronce o de hierro, de una o dos plazas; colchón de lana o la "paiasa" (relleno de chalas secas). Mesas de luz con escupidera adentro, o debajo de la cama. Un ropero con espejo, generalmente más alto que ancho, de dos o tres cuerpos, barnizado y en casos excepcionales a fines de 1920, de roble americano de color claro. En un baúl grande se guardaba la ropa no usada con frecuencia. Sabanas, habitualmente blancas; frazadas de lana; acolchados hechos con ropas viejas forradas. Algunos hacían edredones con pluma de gallina o de ganso. Solían cubrir todo con una colcha, y a veces encima un "poncho matra" (frazada basta y barata). Cocina: Las de fundición, que quemaban leña, astillas, bosta de vaca, cardo de Castilla, y a veces carbón. Retiraban los aros que cubrían el fuego, en la plancha de la cocina, para cocinar con olla. Un reloj despertador (común, de metal) sobre la mesa o en una rinconera de madera. Siempre en la cocina salvo cuando al irse adormir lo llevaban al dormitorio. Se sentaban en bancos de madera, bajos, hechos en casa con madera de cajón, sillas rusticas de paja, y a veces, en el dormitorio, algunas sillas de Viena (con esterillado). (Fragmento del testimonio de Américo Bugna en el libro Los Picapedreros de Hugo Nario. Fuente: Archivo Histórico Municipal).

Envia tu comentario

Los comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales. Aquel usuario que incluya en sus mensajes algun comentario violatorio del reglamento sera eliminado e inhabilitado para volver a comentar. Enviar un comentario implica la aceptacion del Reglamento


2008 - 2024 © www.eldiariodetandil.com | Todos los derechos reservados