Opinión
16/02/2017
"La incomprensión del presente nace de la ignorancia del pasado". Rafael Bielsa / El domingo pasado, al leer la imprescindible columna de Jorge Fernández Díaz en "La Nación", tomé conciencia del primero de los impresionantes cambios que se han producido en lo que va del año.
por
Enrique Guillermo Avogadro
Hasta ahora, los ideólogos de izquierda del mundo
subdesarrollado se hartaron de despotricar contra la globalización, a la que
consideran terriblemente perjudicial para los países pobres. Sin embargo, hoy
quien enarbola la bandera más importante de resistencia a ese movimiento -que,
debo decir, me parece imparable- es nada menos que Donald Trump, que brega por
cerrar la economía estadounidense con los mismos argumentos que utilizan
quienes se encuentran en sus antípodas políticas.
Es interesante, entonces, pensar cómo puede darse un
fenómeno socio-económico, relativamente nuevo, que resulte perjudicial para
todos, sean privilegiados o sumergidos. Como, naturalmente, eso contiene una
contradicción que lo convierte en imposible, resulta fundamental discernir a
quién le asiste la razón.
Estados Unidos es, sin duda, el mayor país del mundo
todavía, aunque China pretenda acercársele. Y es el mayor exportador de
tecnología, dada su monumental inversión en investigación y desarrollo. Pero,
para poder mantener al mundo entero como un mercado para sus productos, debe
también aceptar que el resto de los países exporten a su mercado interno
porque, en general, las economías son reacias a comprar a quien no les compra.
Por eso, creo que los próximos meses -hace pocas décadas,
hubiéramos dicho años- traerán algunas respuestas a estos interrogantes,
generados por algunos datos ciertos: un obrero estadounidense gana, en
promedio, cuatro veces más que su homólogo mexicano, y ni hablar de los
trabajadores del sudeste asiático, pese a que éstos también han mejorado. Si
Trump insiste en concentrar toda la producción de las empresas norteamericanas
en su propio territorio y en incentivar el "compre nacional", resulta
obvio que los salarios locales subirán aún más, y ese mayor costo se
trasladará, necesariamente, a los precios; de la reacción de la sociedad ante
ese incremento dependerá, en mucho, el futuro político del nuevo Presidente.
Casi tanto como de sus feroces batallas contra la prensa (tan tradicionalmente
libre allí que llegó a costarle su cargo al Presidente Richard Nixon) y contra
la Justicia, que ha actuado siempre como garante de la división de poderes y
como última defensa de los ciudadanos frente a los abusos del Poder Ejecutivo.
El segundo vuelco se refiere a la ola anticorrupción que,
desatada por las investigaciones en las empresas Petrobras y Odebrecht, ya
alcanza a varios países de Latinoamérica. El pedido de captura del ex
Presidente peruano, Alejandro Toledo, las imputaciones al Gobernador del Estado
de Rio de Janeiro y al Alcalde (Prefeito) de su capital, el bloqueo judicial a
la designación de uno de los principales ministros de Michel Temer (Presidente
de Brasil), las acusaciones contra Juan Manuel Santos (Presidente de Colombia), las repercusiones
en Panamá y en República Dominicana, donde hay varios políticos y funcionarios
de primer nivel involucrados, están transformando al Lava Jato en un verdadero
tsunami internacional que nadie sabe dónde terminará, ni cuál será su costo.
Otro vuelco, el primero propio, se refiere al reducido
índice de inflación de enero, un mes tradicionalmente malo para esta medición,
que sorprendió a todos los economistas. Anualizando los logros de los últimos
siete meses en la materia, resulta claro que el Gobierno y el Banco Central han
conseguido domeñar este flagelo, que tantos pobres produce; además, resultará
un dato clave al momento de negociar las paritarias, salvo aquéllas que se
celebrarán con los gremios de marcada dirigencia kirchnerista, en especial los
maestros. Pero creo que, si los diferentes gobiernos provinciales se mantienen
firmes, surgirá una importante disidencia dentro de las distintas agrupaciones
que permitirán el comienzo de las clases en tiempo y forma, y lo mismo sucederá
con el subterráneo capitalino y sus salvajes "metrodelegados". Cada
vez serán más quienes estén dispuestos a desobedecer directivas claramente
desestabilizadoras.
El dato de la inflación, sumado al éxito del blanqueo y a la
proximidad del ingreso de ingentes divisas provenientes de las exportaciones de
granos, acompañado por la favorable opinión de los grandes operadores de los
mercados de crédito internacionales (Morgan Stanley dijo, el viernes, que
Argentina enderezará su economía y atraerá US$ 230 mil millones), permiten
afirmar que el Gobierno está haciendo muy bien las cosas en ese terreno. Estoy
seguro que el país volverá a crecer este año, aunque será muy difícil que ese
crecimiento sea parejo para todas las áreas de actividad, en la medida en que
muchas de ellas dependen de la marcha de nuestro principal socio comercial,
Brasil, inmerso en una crisis económica y política de incierto futuro.
Y, finalmente, el marcado revuelco que significa la
permanente presencia en los medios de difusión masiva, que hoy hasta editorializan
sobre la cuestión de los presos políticos pese a haberla ignorado durante los
últimos catorce años. Obviamente, ese cambio de actitud responde a un nuevo
interés social, reflejado en el rating y en los cientos de cartas de lectores
que publican los diarios de mayor circulación, que piden una solución inmediata
de este grave condicionamiento de nuestra joven democracia.
Todo ello resulta innegablemente positivo porque, a la
entrevista que realizó Eduardo Feinmann a Victoria Villarruel esta semana,
siguió un interesantísimo y constructivo debate -en Intratables- entre Silvia
Ibarzábal (hija del Coronel secuestrado en el ataque a la guarnición de Azul,
torturado y asesinado en 1974, durante la presidencia de Juan Domingo Perón),
Luis Labraña (el ex montonero que inventó la mágica cifra de los 30.000
desaparecidos) y Eduardo Anguita (ex combatiente del ERP), que permitió
iluminar este tema, tan manipulado.
Resulta inexplicable que, mientras rivales seculares como
Alemania, Francia, Gran Bretaña, Polonia y Rusia, que combatieron en guerras
terribles y sanguinarias, pudieron sólo siete años después de la Segunda Guerra
Mundial (en la que murió el equivalente a toda nuestra población) sentar las
bases para la actual Comunidad Europea, y Estados Unidos y Japón se
convirtieron en fuertes aliados después de los bombardeos atómicos, nosotros
sigamos inmersos en una contienda que ya debiéramos haber debido dejar atrás,
cerrando las heridas que, sin duda, causaron esas décadas violentas.
Pero no podremos hacerlo hasta que cese la venganza, y todos
podamos estudiar nuestra historia analizando crudamente los hechos tal como
sucedieron, sin enmascararlos detrás de posturas ideológicas, y sin tergiversar
lo que pasó en nombre de un sesgado relato que, a esta altura, huele
irremediablemente a moho.
Bs.As., 11 Feb 17
Envia tu comentario
Los comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales. Aquel usuario que incluya en sus mensajes algun comentario violatorio del reglamento sera eliminado e inhabilitado para volver a comentar. Enviar un comentario implica la aceptacion del Reglamento
2008 - 2024 © www.eldiariodetandil.com | Todos los derechos reservados