PERSONAJE DE LA SEMANA

Carlitos Scuffi, medio siglo junto a la gastronomía

15/02/2017

Es una leyenda viviente de los bares y cafés de antaño. Pasó por los más afamados reductos gastronómicos y en cada lugar dejó un gran recuerdo. A través de su historia recorreremos historias, anécdotas y personajes que dejaron su marca en nuestra ciudad. Un nuevo #Personaje de la Semana con mucho para contar.

por
Mauro Carlucho

La historia de la gastronomía serrana tiene un personaje imperdible. Carlos Scuffi lleva 50 años trabajando incansablemente en bares, restaurantes y cafés. Es muy probable que si usted tiene entre 80 y 40 años sepa de quien le hablo. Seguro, su rostro le parecerá conocido y entre sus historias encontrará a amigos y conocidos de nuestro Tandil querido.

Scuffi, de origen italiano y ruso, nació el tres de octubre de 1944 en esta ciudad. Su padre trabajaba en Loma Negra y la madre era ama de casa, como la mayoría de las mujeres en aquel entonces.

Esta situación habitual se trastocó a los tres años cuando sus padres decidieron tomar un camino separado. Su madre consiguió un trabajo como portera en Mar de Plata y no le quedó más remedio que seguirle los pasos.

Carlitos se acomodó a la nueva ciudad y empezó la escuela como cualquier pibe. Recuerda que era monaguillo, aunque no le gustaba tanto estudiar.

Apenas se había acomodado a su nueva vida, cuando perdió a su madre con solo 9 años. Su padre no daba señales de querer hacerse cargo y terminó volviendo a Tandil para vivir con una tía.

Vivían en calle Alberdi, entre Uriburu y Pellegrini. Mientras que la Escuela la cursó  en la N°7. Estudió un poco de contabilidad y enseguida salió a trabajar.

Primero vendió diarios con el "Colorado" Ziltra. Tiene grandes recuerdos de esos años. "Nos hacíamos unos buenos pesos. Cuando la gente no compraba, inventamos un accidente o una muerte y enseguida volaban. Era cuestión de gritar un poco, no más", contó a ElDiarioDeTandil.

También fue cadete en el recordado bazar Blanco y Negro. Pero su primer empleo formal y bien pago fue en Metalúrgica Tandil. Era la época de oro de la metalmecánica local. Cuando tenía más de 3 mil empleados y trabajaba las 24 horas. "Era un mundo de gente y siempre había para hacer horas extras. La plata rendía mucho y se vivía bien. Era otro Tandil", mencionó.

"Me acuerdo que todas las empleadas mujeres tenían un Fiat 600 (se ríe). Ibas a cualquier negocio o al banco con un recibo de Metalúrgica y te daban cualquier préstamo a sola firma. Hoy parece impensado. Las fábricas daban mucho trabajo, porque no estaba solo la metalúrgica de Selvetti. Estaba Ronicevi, Tandilmat, Bima y todas las tornerías que trabajaban para ellos", agregó.

De Don Santiago Selvetti guarda un gran recuerdo. Un empresario que dejó una huella imborrable en Tandil.

A los 22 años, en el año 1966, empezó a trabajar en gastronomía. Su primer puesto fue de conserje en el Palace Hotel, ubicado donde hoy se encuentra el rectorado de la Universidad Nacional del Centro.

Eran los últimos años de apogeo de este lujoso hotel. Allí había conciertos, bailes de galas y acudía la "crema" de aquel Tandil antiguo.

Esta primera experiencia le valió la oportunidad en un comedor de Ayacucho. Estaba por abrir el Restaurante Plaza y decidió probar suerte.

A su vuelta consiguió trabajo en Radio Tandil, pero de noche siempre se las ingenió para seguir ligado a la gastronomía.

Estamos a fines de la década del 60 y la Radio Madre era la más importante de toda la zona. Había gente muy recordada como Homero Fortunato, Oscar Saliani o Repeto. Tipos que marcaron una época en la AM.

"Yo estaba como de cadete, pero hacía de todo. Tiraba cables en los partidos de futbol, recorría los negocios del centro para ver qué opinaba la gente y hacía todas las tareas que iban saliendo. Un día me lo crucé en la calle al contador del Banco Comercial y me propuso entrar como ordenanza al banco. La propuesta era muy buena, así que fui y lo hablé de inmediato con Fortunato. Este enseguida me entendió, se ofreció como referencia y me ayudó para que se me diera esta chance. Era el año 1970", explicó.

Mientras trabajaba en el Banco, de noche era mozo en Casablanca. Otro sitio histórico de la noche serrana.

Su nombre comenzó a ser moneda corriente en el ambiente. Tandil era poco más que un pueblo y Scuffi estaba en todos lados.

"Después vino la época de Jony, primero con la heladería y luego con el café que puso José Yacono. La heladería era muy conocida en Mar del Plata y este la trajo para Tandil. Fue el primero que empezó a vender almendrados y la gente hacía cola para pedirlos". En aquella época solo estaban Renzo y Jony, dos heladerías que marcaron una época.

"La heladería luego derivó en cafetería  y seguía trabajando muy bien. A media cuadra el "lechón" Guerrero había puesto el bar Sir Gallahan, pero no iba nadie. Habían hecho una inversión increíble y el negocio no funcionaba. Por eso se lo ofrecieron a Yacono y este le metió para adelante. Recuerdo que en Jony trajo el primer barman de la ciudad. Estaba todo por hacerse en aquel tiempo", indicó.

La gente iba de lunes a lunes a tomar café o un whisky a Jony. Ni hablar cuando se cobraba el sueldo o la quincena. La plata rendía y el pueblo era otro.

Después la tragedia se ensañó con Yacono, tuvo una serie de desgracias familiares y todo se fue por la  borda.

Scuffi siguió ligado a las bandejas en el Bar ideal. Llegó a ser un hombre de confianza para Arturo Petrillo, el recordado director técnico y empresario gastronómico. Este lo llevó luego al Escorial y también lo contrató en Buenos Aires donde tenía unos locales de pizza y empanadas.

"Era un buen tipo Petrillo, pero ponía toda la plata en el futbol. Era su vicio. Traía profesionales de Buenos Aires a jugar a Tandil y eso lo hacía feliz".

Más tarde tuvo un paso por el restaurante del casino de sub oficiales en el Ejército y hasta organizó los bailes de Unión y Progreso. La gente lo conocía y lo seguía.

También fue parte de la fundación del Hotel Libertador. Primero en la confitería y años después como encargado del Restaurante Les Oranges. Una apuesta que no terminó de cuajar en el imaginario serrano.

"Fue a mediados de los 90 cuando abrió Les Oranges, la gente lo veía demasiado pomposo y le parecía caro. Pero no era tan así, fue una mala imagen que se asoció desde el principio y no lo dejó instalarse", contó. En este lugar no terminó bien, los dueños faltaron a su palabra y traicionaron la confianza de Scuffi.

"En aquellos años uno no necesitaba un contrato, porque creía en la palabra y la honradez de la gente. Pero lamentablemente los tiempos estaban cambiado", resumió.

 La jubilación lo agarró en el Hotel Torino, donde estuvo 12 largos años. Repasando toda su trayectoria sostiene que antes el trabajo en gastronomía era mejor pagado, había mozos de carrera que trabajaban toda su vida.

"Una época se trabajaba por el laudo, a porcentaje de lo facturado. Eran otros tiempos. Pero no me quejó, he sido muy feliz y me hice de muy buenos amigos. La vida me regaló tres hijas y pude hacerme de un nombre. Ahora me la rebusco como portero en La Pulpería y trato de mantenerme en forma. Sigo atento al futbol y me gusta recorrer los cafés o venir a almorzar al Firpo. Es una tradición que no quiero perder", afirma.

Conoce el ADN del tandilense como pocos, reniega de este presente inseguro de gran ciudad y ve que hay muchos que se la dan de lo que no son. Habla de "ratones perfumados" al referirse a ellos.

Él fue todo lo contrario, siguió su esencia y no se arrepiente. Carlos Scuffi era el mismo cuando atendía a figuras como Mirta Legrand o el gran Irineo Leguisamo.

Prefiere detenerse para mencionar a los que le dieron una mano: "Mejor agradecer a la gente que lo ha ayudado a uno. Me gustaría mencionar al Negro Conti, a Omar Bedascarrasburre, a Roberto Fernández, Luis González y toda su familia por la amistad y el cariño brindado en tantos años".

Su vida fue una vocación de servicio. No se cumplen 50 años de profesión todos los días y vale este reconocimiento a un vecino que dignificó su trabajo y se trasformó en un verdadero personaje de nuestro Tandil añorado.

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